Desde un terremoto hacia arriba
Empezando con un terremoto, y desde ahí hacia arriba", decía Cecil B. de Mille que debían estructurarse las películas. La narración, siempre in crescendo, de menos a más. Es decir, no como en España con los Goya, que son el inicio de una cadena de premios de menor relieve que, de tanto repetirse, acaban perdiendo su sentido. Seguro que a Mar adentro le quedan aún por recoger varios galardones, y ninguno de ellos será ya noticia. En Hollywood, la competición concluye con los Oscar, la traca final; aquí, se empieza por el postre y se va perdiendo fuelle hasta reducir los premios a reuniones de amiguetes.
Tener o no tener sentido del espectáculo, quizá sea ésa la cuestión. O la diferencia. Hace unos días la ministra de Cultura ha opinado que el cine de Hollywood tiende "al relax, a la diversión y al entretenimiento", mientras que las películas europeas se inclinan por la reflexión. Y a ello achaca la ministra la caída del cine español porque el público, dice, prefiere la evasión.
Puede ser, señora ministra, puede ser..., pero diversión y relax hay en todas partes; hoy mismo, por ejemplo, con el estreno de la comedia de tinte social El penalty más largo del mundo. Y hay también serias reflexiones en algunas de las bellas tristuras que Hollywood nos ha servido en los últimos meses, desde Eastwood al hotel Ruanda pasando por Kinsey, el doctor del sexo, que ahora están en cines de todo el mundo. Los de Hollywood hacen con frecuencia buenas películas, y además saben montárselo. That's Entertainment!
No todos los éxitos son de diversión. Según los anónimos críticos de los premios Yoga de Barcelona, y los de los Godoy de Madrid, las peores películas españolas del año pasado fueron precisamente comedias: Di que sí, de Juan Calvo, y FBI. Frikis buscan incordiar, de Javier Cárdenas. Ambos colectivos han coincidido en considerar La pasión, de Mel Gibson, a la que los críticos catalanes han otorgado el Premio Rouco y sus Hermanos como la peor extranjera del año. Otros de sus galardones han recaído a la peor "actriz", Gael García Bernal, por La mala educación, y al peor actor, Santiago Segura, "por todo"...
A lo que íbamos. En Hollywood se suelen montar el espectáculo desde el principio, midiendo primero los grados del posible terremoto en sonoros preestrenos en distintas ciudades, apañando luego la película según las reacciones del público (a pesar de que "el fracaso surge cuando se quiere gustar a todos", como decía Nicholas Ray), gastándose después una fortuna en anuncios directos e indirectos, y estrenando, si es posible, camino del Oscar. Y ahí acaba toda promoción. El resto son ya recuerdos, como los que Billy Wilder contó a Cameron Crowe para su espléndido libro. Uno de ellos hace referencia precisamente a dichos preestrenos: un espectador escribió en su cuestionario que se había reído tanto con una secuencia de Con faldas y a lo loco que se había meado en la mano de su novia. Naturalmente, Wilder no tocó la secuencia. ¡Lástima que en aquellos años no se pudiera incluir la anécdota en la publicidad!
Babelia
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