Los heridos llamaron a Berlusconi tras el tiroteo, justo después de gritar "¡victoria!"
El compañero de la periodista dice que los soldados negaron al principio la atención médica
"¡Victoria, victoria!", gritaba Giuliana Sgrena al teléfono, entre agradecimientos por su liberación. La periodista, con un móvil en la mano, conversaba con Gianni Letta, subsecretario de la Presidencia, mientras circulaba con sus liberadores por la carretera que la llevaba al aeropuerto. En el despacho de Letta, escuchando, estaban también Silvio Berlusconi; el compañero sentimental de la periodista, Pier Scolari, y el director de Il Manifesto, Gabriele Polo.
Faltaba poco para las 7 de la tarde, hora peninsular española. Tras la llamada telefónica hubo unos minutos de "charla y congratulaciones", según el propio Berlusconi. Entonces volvió a sonar el teléfono. Era uno de los agentes que viajaban con Sgrena, para anunciar que habían sido tiroteados y heridos. Y la línea se cortó.
El brusco cambio de la situación quedó envuelto en numerosos misterios. No se sabía en qué zona de Bagdad habían recogido a la rehén los tres agentes italianos y, sobre todo, no se conocían los detalles del ametrallamiento del automóvil por parte de soldados estadounidenses. En Washington se dijo que el coche circulaba a alta velocidad y que, tras un aviso infructuoso, las tropas dispararon. No estaba claro, sin embargo, cómo había conseguido frenar el coche un conductor herido, si la velocidad era tan elevada.
Tampoco se entendía cómo tres agentes experimentados, y buenos conocedores de la peligrosidad de la carretera entre Bagdad y el aeropuerto, podían haber hecho caso omiso de unas señales que, según los estadounidenses, incluían "el uso de luces".
Sin atención
Scolari, el compañero de Sgrena, que estuvo presente en todas las conversaciones del subsecretario Letta, reveló que tras el tiroteo "los soldados impidieron que nadie se acercara al vehículo y dejaron durante un buen rato a cuatro personas sin atención médica". Explicó también que la conversación entre un agente herido y Letta se había interrumpido porque un soldado le había arrebatado el móvil al funcionario italiano y lo había desconectado.
Fueron los propios militares de Estados Unidos quienes, tras el lapso de tiempo en que, al parecer, se cercioraron de que el coche ametrallado no contuviera trampas explosivas, cargaron a los tres heridos y al agente fallecido en uno de sus vehículos y los trasladaron al hospital de la base militar del aeropuerto, donde fueron atendidos.
Una vez en el hospital, Letta consiguió restablecer contacto con Sgrena, quien le dijo que estaba "llena de tubos y de cables pero bien". La periodista estaba a punto de ser sometida a una intervención quirúrgica para la extracción de la esquirla de bala que se le había alojado en un hombro. Podía tratarse de un fragmento de una de las balas que acabaron con el agente Nicola Calipari, que había arrojado su cuerpo sobre el de la periodista para protegerla.
Después de esa llamada de Letta a Bagdad, Silvio Berlusconi compareció ante la prensa para explicar los hechos con un semblante muy grave y para anunciar la convocatoria de urgencia del embajador de Estados Unidos en Roma.
Horas antes, la televisión de Qatar Al Yazira había emitido un vídeo en el que Sgrena aparecía vestida de negro, tras una mesa sobre la que reposaban frutas. Sgrena agradecía a sus captores el buen trato recibido. Un supuesto grupo llamado Organización Yihad Islámica, escasamente conocido, había reivindicado el secuestro de la periodista italiana y había exigido la salida de las tropas de este país de Irak. El mismo grupo aseguró en septiembre que había matado a las dos cooperantes italianas secuestradas, Simona Simona Torretta y Simona Pari, que más tarde fueron puestas en libertad por otra organización. Y hace dos semanas Sgrena apareció en un vídeo implorando ayuda y pidiendo la retirada de tropas italianas de Irak. Poco después de la difusión de este vídeo, el Senado italiano aprobaba el mantenimiento de sus soldados en Irak.
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