Se busca a Cabrera Infante
¿Dónde está Guillermo? ¡Búsquenlo! ¡Atájenlo! Anoche se le vio Rampa arriba y Rampa abajo, en compañía de una mulata gorda que decía llamarse Freddy, "la que cantaba boleros". ¡Atrápenlo! ¡Que no escape, coño, a mí no me vengan con cuentos de camino! Llevamos cuarenta años buscándolo. ¡Lo quiero aquí en media hora! Jefe, según fuentes bien informadas, que solicitaron el amparo del anonimato, se fugó del hospital Charing Cross, de Londres, aproximadamente a las diez y media de la noche. Sin embargo, poco después se reportó su presencia en el corazón de La Habana. "¡Era él, carajo; qué gano con mentirle si no tengo nada que perder, ni mis maracas!", afirmó convencido un viejo maraquero que al filo de la medianoche tomaba el fresco en el malecón capitalino, a la altura del Hotel Nacional: "Fumaba un puro, que yo lo vi. Me dijo que lo acompañara al Tropicana pero me dolían mucho las patas". ¿Quién es anonimato? Un compañero de confianza. ¿Seguro? Seguro. Pero eso no es todo. Leo el informe. La aseveración del veterano músico resulta algo difícil de aceptar, si no apelamos a la poesía, porque a esa misma hora los asistentes al cine Yara (antes Radio Centro) le tributaron una amorosa ovación cuando, al término de la última tanda, el público lo reconoció en una luneta de la platea. "Se demoró en salir de la sala", afirmó el proyeccionista: "Se limpiaba los lentes con un pañuelito blanco". ¡Ésos son cuentos de camino! ¡Los muertos no van al cine, carajo! ¡Los muertos son puro humo! ¡Atrápenlo: es una orden! Durante toda la madrugada se desplegó un fuerte dispositivo policiaco por las barriadas de Marianao y El Vedado. Y nada. Se lo tragó la tierra. Aparecieron pintas de El Chori en Miramar. ¿El Chori? ¡Es él, me la juego! Guillermo, Guillermo... ¡Atájenlo! ¡Aquí nadie cumple mis órdenes, carajo: mis órdenes son ley!... Lo que sí se supo, y hay constancia gráfica, es que tres tristes tigres tomaban café en la terraza del Hotel Capri y que nunca antes se había reportado una vista del amanecer en el trópico tan luminosa como la de esta mañana. Estamos locos, estamos quendi, estamos quimbaos... ¡Nadie se muere dos veces, carajo! ¿Quiere saber dónde está? ¿De veras? A sus espaldas, jefe, a sus espaldas. ¿Entonces Guillermo regresó a La Habana? Sí. Guillermo Cabrera Infante anda suelto por la calle. ¡De tranca! Sí. De madre. Que en paz descanse, es lo único que digo yo.
Babelia
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