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Barcelona revisa "desde dentro" los grandes temas del movimiento surrealista

El CCCB reúne unas 370 obras de artistas como Miró, Dalí, Masson, Ernst o Man Ray

El surrealismo hace ya tiempo que dejó de significar sólo un movimiento creativo de vanguardia para incorporarse al lenguaje común, y no hay duda de que gran parte de sus postulados subyacen aún en la cultura de nuestro tiempo. La exposición París y los surrealistas, que hasta el 22 de mayo se presenta en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB. Montalegre, 5. Barcelona. www.cccb.org), aborda, de la mano de la historiadora Victòria Combalía, la modernidad del surrealismo y su relación con la ciudad en la que nació, al tiempo que propone una mirada "subjetiva y desde dentro" a sus grandes temas a través de unas 370 obras de artistas como Miró, Dalí, Masson, Max Ernst, Man Ray o Dora Maar.

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En los últimos años, tal como recordó ayer Victòria Combalía, se han realizado grandes exposiciones sobre el surrealismo que, como sucedió con la gran antológica del movimiento celebrada en 2002 en el Centro Georges Pompidou de París, agruparon grandes obras maestras de los artistas que en algún momento estuvieron relacionados con el movimiento. En la exposición que ayer se inauguró en Barcelona -y que entre junio y septiembre se presentará en el Museo de Bellas Artes de Bilbao- no abundan las grandes obras museísticas, aunque las hay, pero en cambio reúne una notable selección de piezas procedentes en muchos casos de colecciones particulares que, pese a la abundancia de fotografías y obras de pequeño o tamaño mediano, ofrecen no pocas novedades y contribuyen a ofrecer una mirada caleidoscópica de esta "revolución del espíritu" que tenía como grandes lemas la búsqueda de "la poesía, la libertad y el amor", según André Breton, su principal ideólogo.

"Evidentemente, lo que presento es una visión personal, pero intento plantearla desde dentro porque he conocido a muchos surrealistas y aprovecho esta experiencia en la exposición", indicó Combalía, que resaltó el hecho de que en Cataluña nunca se hubiera organizado hasta ahora una muestra que abordara de manera global el movimiento pese a que dos de sus principales representantes, Miró y Dalí, eran catalanes. La relación con París es, en realidad, casi anecdótica. "Se ha enfocado así porque el CCCB es un centro que tiene como uno de sus ejes vertebradores la ciudad, y es verdad que París fue el escenario y en parte la inspiración de estos artistas, pero el objetivo principal es mostrar la actualidad del surrealismo a través de la explicación de la mentalidad que lo creó", afirma Combalía.

París ocupa uno de los 19 ámbitos en los que se divide la exposición -con montaje de Daniela Ferretti y la acertada inclusión de numeroso material fílmico y sonoro de la época-, que está organizada de forma temática sin atender a cronologías, ni tampoco a explicaciones didácticas sobre la evolución histórica del movimiento y sus numerosas crisis o avatares. La cronología de la muestra lo sitúa entre 1919, año en que André Breton y Philippe Soupault publican Les champs magnétiques, primer experimento de escritura automática, y 1966, año de la muerte de Breton, Giacometti y Arp. En la exposición, sin embargo, hay incluso una obra de los años noventa de Leonora Carrington porque, indica Combalía, se recoge también el trabajo de los surrealistas vivos siempre que su obra mantenga el espíritu del movimiento.

El recorrido se inicia con un pequeño apartado dedicado a los precedentes en los que puede verse desde grabados de Piranesi (una de sus carceri) o Goya (El sueño de la razón engendra monstruos) a sendos óleos de Gustave Moreau o Giorgio de Chirico. Le sigue una galería de retratos de los protagonistas, en su mayoría firmados por Man Ray, que ponen rostro a los protagonistas del movimiento. Se entra después en el universo que gira alrededor de Sigmund Freud, uno de los tres grandes padres espirituales e involuntarios del movimiento junto a Carlos Marx y el marqués de Sade. La importancia del sueño como una manera de alcanzar el inconsciente se refleja en la obra de Roberto Matta (del que se exhibe un dibujo que perteneció a Breton), Francis Picabia, Yves Tanguy, Victor Brauner o Dalí, artista este último del que, por cierto, el pasado día 11 se inauguró en el Museo de Arte de Filadelfia (Estados Unidos) la antológica que se presentó antes en Venecia.

El automatismo y el azar como factores básicos en la estética surreal (con bellas obras de Miró, Masson y Unica Zürn); la búsqueda de "la inquietante extrañeza" que provoca la combinación de objetos contradictorios o en situaciones extrañas (con piezas de Magritte, Toyen, Óscar Domínguez o Dorothea Tanning); la fascinación por lo oculto, la mitología o la locura (vale la pena recordar que fueron varios los miembros del movimiento que sufrieron internamiento psiquiátrico, entre ellos Artaud); la utilización de la máscara y el ojo como símbolo de la mirada interior; la recreación en lo macabro (como el dibujo Muerto que hace el amor a una niña, de Hans Bellmer) y en lo informe (como Dedo gordo del pie, de Jacques-André Boiffard); la mirada extrañada sobre la naturaleza (en donde destaca el cuadro Flores-espinas, de Max Ernst); la masiva utilización de los objetos, encontrados o manipulados en paradójicas combinaciones; o la creación de nuevas técnicas como los famosos "cadáveres exquisitos", obras colectivas en las que uno sigue el trabajo de otro sin haber visto lo que ha pintado o dibujado el anterior, son algunos de los temas que reflejan la riqueza y variedad de esta "revolución surrealista" que fue transgresora, polémica y, esencialmente, poética.

Un visitante ante el <i>Friso para la Exposición Internacional del Surrealismo (superstición-serpiente),</i> realizado por Joan Miró en 1947.
Un visitante ante el Friso para la Exposición Internacional del Surrealismo (superstición-serpiente), realizado por Joan Miró en 1947.MARCEL·LÍ SÁENZ

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