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La mujer, el deseo y la política

Se ha hablado y escrito mucho sobre el papel de la mujer en el mundo surrealista y uno de los aciertos de la exposición París y los surrealistas es, precisamente, que abundan las piezas realizadas por muchas de las artistas que frecuentaron el movimiento. Su reivindicación del sexo libre, del erotismo, incluso del sadismo, planteaba la paradoja de mostrarla como una musa, algo tradicional en la historia del arte, y también como una maga amenazadora. La mantis religiosa, tan utilizada por Dalí -en la exposición puede verse también un rayograma de Man Ray protagonizado por este misterioso insecto- o las vaginas dentadas y amenazadoras de Miró son buenos ejemplos de esta mirada aterrorizada sobre el sexo femenino.

En el apartado Eros surrealista abundan las obras sobre el deseo sexual que combinan la mirada masculina y la femenina con obras explícitas que no rehúyen el humor. Figuran elegantes fotografías de Man Ray, como La plegaria, El violín de Ingres o Nush y Ady (esta última, un retrato de la mujer de Paul Eluard y del propio Man Ray en actitud lésbica); pinturas y dibujos de Miró; la curiosa acuarela Muchacha soñando (1930), de la artista checa Toyen (en realidad, María Cermínova), en la que lo que sueña la mujer desnuda son falos en erección; fotografías de sexo explícito de Pierre Molinier o Hans Bellmer, y, también, el guiño erótico de la fotógrafa Dora Maar en su parcial vista de una estatua parisina que sostiene una antorcha como si se estuviera masturbando en la imagen Vista del puente Alejandro III.

"Hay estudiosos, como las feministas americanas, que tienden a decir que los surrealistas eran muy machistas; otras consideramos que esto es en parte cierto, pero al mismo tiempo es un movimiento en el que hubo muchas mujeres implicadas cuyas obras se publicaban también en las revistas surrealistas, si bien no se han reivindicado ni han sido conocidas hasta la década de los ochenta", explica Victòria Combalía, comisaria de la exposición en el CCCB.

Pequeña política

Otro apartado, en exceso pequeño, de la muestra se refiere a la estrecha relación de los surrealistas con la política. Es una larga y agitada historia en una época marcada por las guerras mundiales y la lucha encarnizada entre capitalismo y comunismo, ideología esta última a la que se afiliaron muchos de sus miembros, si bien algunos lo abandonaron en desacuerdo con la política de Stalin. Para Combalía está claro que, a grandes rasgos, en general estaban "contra del sistema capitalista, en contra de la ascensión de los fascismos y en contra de las guerras coloniales". Entre las obras que se exhiben de este periodo figuran, por ejemplo, algunos dibujos antibélicos de André Masson, la famosa edición del Aidez l'Espagne, de Miró, y el recitado de un poema de Benjamín Péret, ¡Viva el 6 de febrero!, que hace alusión a los enfrentamientos callejeros del 6 de febrero de 1934 en París, cuando los fascistas intentaron un golpe de Estado, que se saldaron con 17 muertos y miles de heridos.

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