Los iraquíes votan hoy bajo las bombas
La insurgencia reitera sus amenazas de atentar contra los colegios electorales
Los iraquíes no recordaban las calles de Bagdad tan vacías desde los días de la guerra, en la primavera de 2003. La jornada preelectoral se vio sacudida por un rosario de explosiones y tiroteos en el centro de la capital iraquí que aún continuaban a primeras horas de anoche.
La insurgencia, cuyos atentados a lo largo del día contra las tropas norteamericanas y los colegios electorales causaron al menos 20 muertes en todo el país, lanzó un ataque a última hora de ayer con cohetes contra la Embajada de Estados Unidos, en la llamada zona verde, el área fortificada del centro de Bagdad, matando a dos norteamericanos e hiriendo a otros cuatro.
La violencia llevó al presidente provisional iraquí, Ghazi al Yauar, a pronosticar una escasa participación en las elecciones de hoy: "Esperamos que participen todos, pero sabemos que la mayoría no va a hacerlo por la falta de seguridad más que porque deseen boicotear las elecciones".
El primer ministro Ayad Alaui, rival electoral del presidente, declaró: "Pido a los iraquíes que participen en las elecciones tanto si están dentro como fuera de Irak: suníes, chiíes, kurdos y cristianos deben acudir a votar, porque estamos construyendo el futuro y el destino está en sus manos".
El líder de Al Qaeda en Irak, el jordano Abu Musab al Zarqaui, al que EE UU responsabiliza de los atentados más sangrientos, volvió a amenazar ayer a los que acudan hoy a votar: "Atacaremos con morteros y francotiradores a quienes se acerquen a los centros de ateísmo y vicio".
Para Ahmed y su esposa Nur tener un segundo hijo, Hayder, que aún no ha cumplido un año, fue una muestra de confianza en el futuro. Sin embargo, ayer aún discrepaban sobre si era prudente ir hoy a votar. La cadena de atentados vivida ayer en Bagdad parecía dar la razón a Nur. "Es demasiado peligroso", decía.
El resto de la familia de Ahmed estaba tan dividida como él y su esposa. "No tengo ningún interés", aseguraba su padre con el asentimiento de su madre. A sus 75 años, el patriarca ha perdido la esperanza. Sin embargo, sus tres hijos, Ahmed, Mohamed y Alí, se declaraban decididos a votar. "Es sólo un paseo de cinco minutos hasta el colegio electoral; ya verá como mañana les convencemos para que vengan con nosotros", declaraba optimista Ahmed a pesar de que el cambio político aún no le ha deparado un buen trabajo y sigue languideciendo en el Organismo Nacional de Turismo, inactivo desde la guerra.
Aunque viven en el barrio de Karrada, uno de los más tranquilos de Bagdad, y pertenecen a la comunidad chií, Nur y su suegra reconocen que las amenazas de los grupos insurgentes les han hecho mella. "Tenemos miedo de que ataquen los colegios electorales", explican. De momento, ambas han tomado en serio el rumor de que los rebeldes han envenenado el aljibe municipal y sólo beben agua embotellada "por si acaso".
El jefe de Al Qaeda en Irak, Abu Musab al Zarqaui, volvió ayer a amenazar con atacar los colegios electorales: "Os hemos advertido, así que no nos culpéis de lo que pase", dijo en un comunicado en Internet. Y a pesar de las medidas de seguridad, que ayer vaciaron de coches las calles de Bagdad y de las principales ciudades, los insurgentes lograron burlar el triple cinturón de seguridad que han establecido policía, Ejército iraquí y fuerzas multinacionales bajo la dirección de EE UU.
Atentado suicida
Un suicida mató a tres soldados iraquíes y a cinco civiles cuando hizo explotar su cinturón de explosivos frente a una comisaría de Janequín, junto a la frontera con Irán. Otros tres civiles perdieron la vida por una bomba camuflada en la carretera en Samarra, al norte de la capital. Un ataque con cohetes contra un cuartel del Ejército iraquí en Duluiya, en el centro del país, dejó tres soldados muertos. Un guardia nacional murió cuando un burro cargado con dinamita estalló frente a un colegio electoral en Sharqat, cerca de Mosul. Además, una madre y su hijo murieron en un atentado contra una base norteamericana en Musayab, al sur de Bagdad.
No es un buen augurio. Sin duda, muchos iraquíes, en especial en la capital donde vive una quinta parte de los 26 millones de habitantes del país, van a sopesar qué hacer. También habrá muchos que no podrán votar, a pesar de su deseo de hacerlo, por culpa de las imperfecciones de un sistema montado deprisa, sin un verdadero censo electoral. Tal es el caso de la familia de Abdalá. Este fotógrafo muestra preocupado el documento que le ha facilitado la Comisión Electoral a través del agente que gestiona su cartilla de racionamiento, cuyos listados han servido de base para establecer los electores.
"Como estamos empadronados en Saidiya, lo más seguro es que no nos dejen votar en los colegios electorales cercanos a nuestro domicilio", explica refiriéndose a un barrio de la periferia de Bagdad, alejado de su residencia en Karrada. En principio cada uno debe votar en la zona donde recibe su ración mensual de alimentos, pero las estrictas restricciones al tráfico rodado impedirán su desplazamiento hasta allí. "Vamos a intentarlo de todos modos", declara el cabeza de familia con el asentimiento de su esposa, Zaura, y de sus tres hijos. "Queremos frenar a los clérigos", explica Zaura.
Sin embargo, en algunos feudos suníes se intuían ayer algunas brechas al anunciado boicoteo de esa comunidad. En Baquba, el jefe local del Partido Islámico, Husein al Zubaidi, pidió a sus seguidores que participen. En Kirkuk, los líderes tribales árabes suníes hicieron llamamientos similares. "Debemos participar en las elecciones provinciales. No podemos quedarnos en casa y dejar que los kurdos se hagan con el Consejo", declaró Abdulrahmán al Monshid.
Ante señales tan contradictorias, resulta difícil de saber si se alcanzará el 57% de participación que auguraba el portavoz de la comisión electoral, Farid Ayar. Lo que está claro es que si bien las elecciones no pondrán fin a la violencia, enviarán un mensaje sobre la voluntad de los iraquíes.
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