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ESTILO DE VIDA

Crear la buena suerte

Durante cuatro años los autores del texto han investigado sobre los aspectos comunes de la vida de personas afortunadas. Un estudio que ha dado lugar a un libro de ventas millonarias y a una conclusión: la buena fortuna depende de una actitud vital. Es decir, de uno mismo.

La buena suerte no es lo que parece. Gary Player es un célebre jugador de golf que inició su carrera a mediados de los cincuenta. Cuando finalizaban los años noventa estaba en posesión de un impresionante palmarés de éxitos. Un dato curioso: Gary Player consiguió en su carrera 18 veces lo que en golf se conoce como hole in one (embocar la bola en el hoyo con un solo golpe), algo tan inusual que hay muchos profesionales que no lo han logrado en la vida. Dice la anécdota que cuando le preguntaban: "¿No cree que hay que tener mucha suerte para haber conseguido embocar con un solo golpe un total de 18 hoyos?", Player respondía, cargado de ironía: "En efecto, yo siempre tengo suerte cuando juego. Sin embargo, lo curioso es que cuanto más practico, mejor suerte tengo".

Gary Player negaba que su logro dependiera sólo de la suerte, y afirmaba que sus éxitos eran debidos esencialmente al resultado de un entrenamiento concienzudo, una estricta dieta, un trabajo perseverante y dedicación vocacional. Por cierto, también desoyó algunas voces que, al inicio de su carrera como golfista, le aseguraron que era mejor que se dedicara a otro deporte. Le decían que no tenía el talento ni las habilidades suficientes para triunfar en el golf. En este sentido, no estaba ni está solo ante esta manera de entender la suerte. Igual que otros deportistas, científicos, artistas o emprendedores que hicieron significativas aportaciones a la historia de la humanidad, la buena suerte de sus vidas parece ser más el resultado de un conjunto de actitudes que de un azar caprichoso.

Pero, ¿cuáles son los aspectos comunes que tienen las personas que declaran tener buena suerte en su vida personal y profesional? Eso es lo que investigamos durante un periodo de cerca de cuatro años: hablamos con personas que consideraban que habían tenido buena suerte en la vida. Además complementamos este estudio con el análisis de biografías de personajes prósperos en el sentido amplio del término: personas que habían hecho aportaciones positivas a la sociedad, que manifestaban haber vivido una vida de creación y de realización, que tenían un claro propósito. Artistas, científicos, deportistas y emprendedores de éxito fueron incluidos en ese análisis. Y éstos son los factores comunes que identificamos entre los creadores de buena suerte.

Responsabilidad. Si algún factor común resulta evidente entre todos los creadores de Buena Suerte es que se saben o reconocen responsables de sus acciones, especialmente ante la adversidad. Si ésta se presenta en sus relaciones humanas o en su trabajo, se cuestionan en qué medida han sido responsables de la situación, identificando las circunstancias que la han generado, y actúan en consecuencia para resolverlas. En general, se muestran poco proclives a culpabilizar a los demás. En cambio, asumen su contribución al problema, error o revés que se presenta en sus vidas.

El error: una oportunidad. Los creadores de Buena Suerte no viven el error como un fracaso. Todo lo contrario: para ellos es una oportunidad de cambio y mejora, así como una fuente de aprendizaje. Cuenta la historia que Thomas Alva Edison realizó más de mil ensayos antes de crear la que fuera la primera lámpara incandescente. En cierta ocasión, uno de sus colaboradores le dijo: "Señor, disculpe mi pregunta, pero… ¿no se siente un fracasado después de haber realizado más de mil ensayos y aún no haber conseguido nada?". A lo que Edison respondió, ajeno a toda vanidad: "¡En absoluto! Precisamente, ahora ya sé más de mil maneras de cómo no hay que hacer una bombilla". Poco tiempo después, Edison culminaba exitosamente su creación.

Perseverancia: factor clave. El director de cine Woody Allen suele decir que el noventa por ciento del éxito simplemente se basa en insistir, y los creadores de buena suerte parecen darle la razón: no postergan, no lo dejan "para mañana". La fórmula es bien simple: ante un problema o circunstancia que requiera ser abordado tenemos tres opciones: resolverlo de inmediato, delegarlo u olvidarlo y tirarlo a la papelera. Dicho de otra manera, los creadores de buena suerte no aparcan cuestiones pendientes en su cerebro o en su corazón, sino que resuelven lo antes posible las situaciones. Ello les permite que su energía se concentre en hacer avanzar el proyecto o tarea que tienen entre manos, evitando distracciones conscientes e inconscientes, verdaderas fuentes de futuras pérdidas de tiempo, atención y foco.

Confianza en uno mismo y en el otro. La confianza en uno mismo aparece como un ingrediente necesario en el cóctel de la buena suerte. Autoestima y coraje, sumada al respeto a los demás, facilitan la entrega a cualquier tarea, la intimidad, la apertura al diálogo y el intercambio de opiniones abierto y sincero. Sin ello, cualquier iniciativa avanza más lentamente o se complica, y, finalmente, muere. La confianza es una variable fundamental, ya que gracias a ella se facilita el trabajo en equipo responsable y creativo.

Buena suerte: una actitud ante la vida. En definitiva, el ser o no creadores de Buena Suerte depende, esencialmente, de lo que podríamos llamar una postura existencial, una forma de entenderse a sí mismo, de presentarse ante los demás y de comprender la vida; una actitud positiva que se caracteriza por sentirse más causa que efecto, y, sobre todo, por saberse creador de las circunstancias que favorezcan la realización del anhelo, proyecto o situación deseada.

¿Suerte o buena suerte?

Conviene diferenciar entonces dos conceptos: suerte, por un lado, y buena suerte, por el otro.

La 'suerte', entendida tal y como nos la presentan las definiciones al uso, tiene mucho que ver con el azar. Por tanto, no es controlable ni reproducible por la voluntad humana. Caprichosa y efímera, su aparición puede ser favorable o desfavorable, pero en cualquier caso su presencia es ocasional y no dura para siempre. No está de más recordar que la amplísima mayoría de las personas que han obtenido un gran premio en juegos de azar ha perdido todo lo ganado al cabo de un lapso entre cuatro y siete años, y, además, su red de afectos ha salido gravemente dañada, debido a problemas derivados de la falta de previsión, a la escasez de preparación para gestionar la fortuna, al despilfarro o a la vanidad.

Por otro lado, la buena suerte, dicen aquellos que consideran tenerla, la crea uno mismo: uno es la causa de su buena suerte. Quizá lo que ocurre es que a menudo parecemos olvidar los viejos principios vinculados al sentido común, que conocían bien nuestros abuelos y abuelas, pero que, por ser obvios, son obviados.

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