Paisaje brumoso

Una insólita bodega navarra, materialización exitosa del empeño y la ilusión de Pedro Bañales, su peculiar gerente. Un señorío medieval, que supo de vinos y caballos, territorio que encierra la nobleza de los viejos tiempos. Y aquí, respetando historia y arte, han levantado una moderna bodega, con una nave subterránea de crianza impactante. Hubo un tiempo en que el vino le iba a la zaga a tanto monumento. Bueno su chardonnay, interesante el cabernet, correcto el merlot. La privilegiada situación del señorío, protegido y abrazado por la sierra del Perdón y la peña de Echauri, con el río Arga templando el clima continental, hacía presagiar mejores resultados. Ya llegan.

Este Palacio de Otazu Altar justifica la esperanza. Tiene un aroma elegante, con la complejidad de los tintos tocados por la vocación de grandeza, donde la fruta fresca, incitante, te transporta a espacios silvestres, y dibuja un paisaje brumoso de terruño, pedernal y grafito. Equilibrio dinámico sostenido por un roble jugoso, de especias sugeridas. El sorbo, carnoso, se resuelve en un alarde de madurez y señorío.