París dispondrá del mayor centro europeo dedicado al Holocausto
El museo-monumento abre con una exposición de dibujos del deportado David Olère
El próximo 27 de enero se abrirá en París la ampliación del Centro del Holocausto, el mayor complejo europeo de documentación dedicado a recordar el genocidio judío por parte de los nazis y de los Gobiernos cómplices. Se trata de un local de 5.000 metros cuadrados situado en el Marais, un barrio céntrico tradicionalmente ocupado por la comunidad judía, y que ofrecerá al visitante un enorme fondo documental de gran valor histórico y también a exposiciones temporales y debates. La obra de remodelación ha estado dirigida por Antoine Jouve, Simon Vignaud y Anne Sazerat.
El nuevo centro de memoria es heredero de un edificio levantado en 1956. El actual es una ampliación y remodelación del existente, obra de Alexandre Perzitz, Georges Goldberg y Léon Arretche, del cual se conservan fachadas y cripta. La transformación la firman los arquitectos Antoine Jouve, Simon Vignaud y Anne Sazerat, y contará con 1.000 metros cuadrados dedicados a exposición permanente, 500 destinados a exposiciones temporales, 150 destinados a auditorio, 260 para la biblioteca, 300 concebidos como salas de lectura, 263 de consulta de archivos exclusivamente pensados para especialistas y 750 que corresponden al almacén de archivos y libros.
En el origen del proyecto está el resistente judío francés Isaac Schneersohn que, en abril de 1943, reúne en Grenoble a una serie de militantes para salvar los documentos que prueban ante la historia la persecución sistemática de que es objeto su comunidad. Con la ayuda de la resistencia, Schneersohn logrará salvar para la memoria de la humanidad los archivos de la Embajada alemana en París, de la delegación general del Gobierno colaborador de Vichy, del Estado Mayor alemán, así como los del servicio antijudío de la Gestapo. El resultado es más de un millón de documentos originales relativos a la campaña de deportación criminal que tenía como víctima el mundo judío en Francia.
Parte de los documentos salvados por Schneersohn han servido como pruebas en los juicios de Núremberg y también para probar y condenar la actuación de Klaus Barbie como jefe de la Gestapo en Lyón.
La entrada del nuevo complejo se hace a través de un patio en el que se levantan muros en los que figuran inscritos los nombres de 76.000 hombres, mujeres y niños que fueron deportados en Francia, entre 1942 y 1945, a los campos de exterminio.
El centro abre con una exposición temporal de los impresionantes dibujos de David Olère, una cincuentena de obras de ese deportado que, entre 1943 y 1945, tuvo que trabajar en Auschwitz al servicio de la administración del campo de exterminio. Su talento como dibujante y, sobre todo, el hecho de que hablase el polaco, ruso, francés, inglés, alemán e yiddish, le permitió sobrevivir al horror y, al mismo tiempo, dejar testimonio del mismo, pues asistió a la maquinaria burocrática que ponía en marcha los crematorios de las personas asesinadas en las cámaras de gas, cámaras de las que él garantizaba la limpieza. Asistió también a los experimentos médicos imaginados por los médicos nazis, así como al expolio de los cadáveres.
La exposición permanente se refiere a la presencia judía en Europa, al auge del nazismo, a la ocupación de la Europa del Oeste y a la creación de los primeros campos de concentración, al programa del asesinato en masa, al funcionamiento de Auschwitz-Birkenau, al pillaje del patrimonio judío en Europa, al comportamiento de la sociedad civil ante el horror, a las estrategias de supervivencia de los detenidos, a la lucha de los mismos, al momento de la liberación y, por fin, a la reconstrucción de la memoria.
El nuevo centro tiene una política de publicaciones que trasciende el crimen nazi sin olvidarlo, ya sea recordando la masacre de tutsis en Ruanda -"el Holocausto no fue un desastre judío ni una historia alemana, sino una catástrofe de la humanidad entera"-, ya sea levantando inventario de los manuscritos conservados de supervivientes de Auschwitz o contando tanto lo que los nazis planificaban como lo que los británicos y estadounidenses sabían mientras Hitler ponía en marcha su delirio racial.
Babelia
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