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Reportaje:

El auténtico aviador

El personaje que interpreta Leonardo DiCaprio en 'El aviador', la última película de Martin Scorsese, tiene nombre y apellidos. Howard Hughes, el legendario magnate y productor cinematográfico de la edad dorada de Hollywood, es el verdadero piloto del título. Una vida de cine.

Un día de 1961, un barbero llamado Mel Stewart fue requerido "para cortar el pelo a alguien muy importante" en un lujoso hotel de Beverly Hills. Stewart recibió una serie de instrucciones. Debía lavarse "como para entrar en un quirófano", desinfectar su equipo de peluquería y ponerse unos guantes de cirujano. No podía dirigirse al cliente, y debería evitar el contacto físico con él. Después de horas de espera, Stewart entró en una habitación. Allí, desnudo, esquelético, sentado sobre una cama revuelta, había un hombre de unos sesenta años a quien el cabello y la barba llegaban a la altura del pecho. El peluquero necesitó tres horas para darle un aspecto civilizado. Al acabar, un ayudante le entregó 1.000 dólares y le dijo que el jefe había quedado muy satisfecho. Acababa de convertirse en el barbero particular del multimillonario Howard Hughes.

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Howard Robard Hughes II había nacido en Houston (Tejas) el día de Nochebuena de 1905. Su padre, que hasta entonces había sido un botarate, aparcó su vida de playboy para dedicarse a la investigación en el campo del petróleo, y en 1909 patentaba una perforadora que revolucionó los trabajos de prospección. Hughes produjo centenares para alquilarlas, y en un par de años, la perforadora Hughes se utilizaba en las tres cuartas partes de los campos petrolíferos americanos. Para administrar el negocio se creó la Hughes Tool Corporation, de la que hizo accionistas a todos los miembros de la familia.

Howard, hijo, era muy joven cuando empezó a demostrar interés por la ingeniería industrial y por el negocio del cine, que conoció de manos de su tío Rupert, que trabajaba en Hollywood como guionista. Muy pronto iba a tener que tomar el control de su vida: su madre moría en 1922, y en 1924 desaparecía su padre. A pesar de su juventud, Hughes tenía olfato para los negocios. Se empeñó en convertirse en accionista único de la Hughes Tool, y gastó casi medio millón de dólares en comprar los títulos que estaban en manos de sus tíos.

En junio de 1925, Howard se casó con una bella tejana llamada Ella Rice. La pareja empezó en California su vida de casados, y Howard y Ella se instalaron en el hotel Ambassador, entonces el más lujoso de Hollywood. Lo primero que hizo Hughes fue buscar a un hombre que pudiera convertirse en su mano derecha. El elegido fue Noah Dietrich, que sería su cordón umbilical con el mundo, su Pepito Grillo, su administrador… Y mientras las perforadoras Hughes seguían produciendo dividendos, Howard hizo una declaración de principios: "Quiero convertirme en el mejor golfista del mundo, el mejor productor de Hollywood, el mejor aviador del mundo y en el hombre más rico del mundo".

Gracias a los contactos que da el dinero y a su encanto personal, Howard recibió permiso para entrar en los rodajes y aprender lo que hay que saber del cine. Tomó clases de vuelo, y siguió por su cuenta estudios de ingeniería aeronáutica. Por las tardes jugaba al golf, y por las noches asistía a fiestas con la gente del cine, donde se ganó su reputación de donjuán.

El único problema era la señora Hughes. Howard era sólo un veinteañero que no tenía pasta de marido. Pasaba semanas sin ver a su esposa, a quien sugirió que se marchase a Houston. Howard ni siquiera recordaba estar casado. Había iniciado la primera gran aventura de su vida con el rodaje de Los ángeles del infierno, una epopeya sobre los pilotos americanos durante la I Guerra Mundial. El presupuesto de la película (producida y dirigida íntegramente por Hughes) no conocía límites: entre otras cosas, hizo traer de Europa hasta medio centenar de aviones auténticos utilizados en la contienda.

Fue Howard quien eligió como protagonista femenina a la emergente Jean Harlow, cuyos pechos le fascinaron. El magnate evidenciaba una obsesión patológica por el busto de las señoras, y llegó a ordenar a sus chóferes que evitasen los baches cuando una mujer iba a bordo: los saltos podían dañar el tejido de los senos y acelerar su caída.

Durante el rodaje de Los ángeles del infierno pasaron muchas cosas. Howard tuvo una aventura con Jean Harlow. La señora Hughes, harta de infidelidades, pidió el divorcio. Howard estuvo a punto de matarse con su avión mientras demostraba a los pilotos cómo debían maniobrar en una escena. Y la muerte del cine mudo en 1927 obligó a sonorizar la película casi terminada. Los costes de Los ángeles del infierno ascendieron a tres millones y medio de dólares.

Cuando se estrenó el 30 de junio de 1930, público y crítica coincidieron en que la película se había convertido en un hito del cine. Howard saboreó el éxito al lado de la actriz de cine mudo Billie Dove, con la que quiso casarse. Pero el millonario había entrado en la vorágine hollywoodiense. Aspirantes a estrellas y actrices consagradas hacían cola para entrar en su cama. Billie no lo aguantó más y lo plantó. Las siguientes chicas oficiales fueron Ida Lupino, Ginger Rogers y Nancy Carroll… entre otras desconocidas, algunas de ellas escandalosamente jóvenes. Howard tenía a sus amantes repartidas por una veintena de lujosas residencias sufragadas por él. Las chicas recibían clases de canto e interpretación y dinero para sus gastos. A cambio, él controlaba todos sus movimientos aunque algunas pasaban meses sin ver a su mentor. Sin embargo, tanta promiscuidad pasó factura a Hughes, que contrajo sífilis. Aquella infección no haría sino agravar los problemas de salud que arrastraba a consecuencia del accidente de aviación que casi le cuesta la vida.

Por aquel entonces, sólo una cosa interesaba a Howard más que las mujeres, y eran los aviones. Volar se convirtió en una droga. Batió varios récords de navegación aérea con aviones construidos por su propia compañía aeronáutica, la Hughes Aircraft. Cuando en 1938 dio la vuelta al mundo en 3 días, 19 horas y 17 minutos, se convirtió en un héroe. Toda América se puso a sus pies: había nacido un nuevo Lindbergh. Por entonces, el corazón de Howard volvía a estar ocupado, esta vez por una mujer diferente a las damas voluptuosas que le gustaban: Katharine Hepburn. Kate era el alma gemela de Hughes, y precisamente por eso, ella acabó dejándole: "Dos personas acostumbradas a hacer su voluntad están mejor separadas", dijo Kate para explicar la ruptura.

La actividad sentimental de Howard no se interrumpió: Gloria Vanderbilt, las hermanas Joan Fontaine y Olivia de Havilland, Jane Rusell… Hughes solía pedir en matrimonio a sus amantes, de modo que podía haber una docena de mujeres comprometidas con él. En esta época vivió un romance con Bette Davis. Su marido, Ham Nelson, chantajeó a Hughes amenazándole con una cinta en la que había grabado a la pareja en un encuentro sexual. Por si fuera poco, en 1941, Howard se convirtió en amante de la quinceañera Faith Domergue, a la que prometió convertir en reina de Hollywood. Porque Hugues se había consolidado como el principal productor independiente de la era del cine sonoro. Produjo películas como Scarface, el terror del hampa, Primera plana o El forajido.

El estallido de la II Guerra Mundial hizo a Hughes aún más rico: el Gobierno encargó a su compañía la construcción de 500 aviones de carga para transportar a las tropas americanas. Y, como cabía esperar, la CIA empezó a investigarle. La agitada vida del millonario debió de dar mucho trabajo a la agencia, y también su especial comportamiento. Porque en la década de los cuarenta, Hughes dio las primeras muestras de trastornos mentales, una de los cuales era su obsesión por la asepsia. Usaba cleenex para agarrar las cosas. A veces desaparecía varios días, pero eran sólo rachas de las que se recuperaba enseguida para volver a convertirse en eficaz productor, hombre de negocios y amante a tiempo parcial de una veintena de bellezas.

Howard Hugues estaba viviendo un bronco romance con Ava Gardner (después de que él la abofeteara, ella le abrió la cabeza con un adorno de bronce) cuando tuvo un accidente de hidroavión que costó la vida a dos personas, aunque él volvió a escapar de la muerte. En la segunda mitad de los años cuarenta, por la vida de Howard pasaron Yvonne de Carlo, Lana Turner, Rita Hayworth, Terry Moore, Cyd Charise, Liz Taylor… y la joven Jean Peters, que acabaría convirtiéndose en su segunda esposa. Obsesivamente celoso, encargaba informes sobre sus amantes y las chicas a las que quería seducir. Los autores de la más completa biografía sobre Hughes, Peter Brown y Pat Broeske, afirman que en cuatro años recibió memorandos sobre más de 100 mujeres.

En el verano de 1946, Howard Hughes sufrió su tercer accidente de avión. Tenía el 75% de su cuerpo quemado, un pulmón perforado y varios huesos rotos, así que los periódicos prepararon ediciones especiales para notificar su muerte. Pero Hughes se salvó, y dio un paso más hacia la leyenda. Como recuerdo del accidente le quedó sólo una cicatriz que disimuló dejándose bigote. Sin embargo, la salud del aviador estaba resentida por los percances sufridos, la sífilis terciaria y una sordera congénita. Pero casi nadie estaba al corriente de los achaques del señor Hughes, que en 1948 compraba la productora RKO para afirmar su posición dentro de la industria del cine. Para entonces ya poseía las tres cuartas partes de la compañía TWA, en la que había invertido millones para convertirla en una moderna línea comercial. Su fortuna superaba los 1.500 millones de dólares. Era uno de los hombres más influyentes de América.

La década de los cincuenta trajo consigo los primeros problemas serios para el entramado financiero del millonario. La RKO empezó a perder dinero, y los accionistas de la TWA le acusaron formalmente de negligencia en la administración de la aerolínea. Sería el principio de una larguísima batalla judicial que ocupó durante años las pesadillas de Hughes. En cuanto a las chicas, Howard tuvo romances con Kathryn Grayson, Yvonne Shubert y Susan Hayward, aunque seguía empeñado en reconquistar a Jean Peters, que se había casado con el empresario tejano Stuart Cramer III. El cerco al que sometió al matrimonio fue tan insoportable que acabaron divorciándose. En 1957, 11 años después de iniciar sus relaciones, el soltero de oro se casaba con la protagonista de Tres monedas en la fuente.

Hughes no era ya el hombre fascinante a quien Peters había conocido, sino una persona con graves desórdenes mentales. En los 13 años que duró su matrimonio, Jean Peters no vio a su marido más que unas cuantas veces. Howard vivía aislado del mundo, en un bungaló del Beverly Hills Hotel, obsesionado por la posibilidad de contraer una infección y comiendo de una forma tan extraña e irregular que cualquiera se hubiese escandalizado con su dieta. Nadie se atrevía a llevarle la contraria, ni siquiera cuando se empeñó en cenar un helado que había dejado de fabricarse. En aquella ocasión, uno de los empleados de Hughes suplicó a un directivo de Baskin Robins que "al precio que fuese" le consiguiera algunas unidades de aquel producto. La factoría fabricó 2.000 litros de helado de plátano con nueces "especialmente para el señor Hughes".

Con la salud cada vez más deteriorada, sus trastornos obsesivos multiplicándose y sus problemas legales creciendo, Hughes dejó California para instalarse en Las Vegas, donde adquirió siete casinos y cientos de miles de acres de terreno. Para entonces, las secuelas de los accidentes sufridos le hacían depender de las drogas, y la sífilis nerviosa había hecho más agudas sus manías. Quienes trabajaban a su servicio tenían prohibido dirigirse a él, mirarle a los ojos y, si iban a estar cerca, fumar, beber y comer queso roquefort, ajo, cebolla o cualquier tipo de plato italiano. Le espantaban los gérmenes ajenos, pero en cambio pasaba semanas enteras sin lavarse ni cortarse las uñas, y era capaz de convivir con jarras llenas de su propia orina. Cuando dejó las habitaciones que ocupaba en el Dessert Inn de Las Vegas, quienes entraron a limpiar acabaron vomitando.

En su obsesión por ocultarse del mundo, Hughes se convirtió en un fantasma. Empezó escondiéndose para evitar que pudieran entregarle citaciones judiciales, y acabó transformándose en un misántropo. Pero en 1971 ocurrió algo que le obligó a salir de su encierro: un escritor llamado Clifford Irving publicó una biografía suya que, según decía, había sido autorizada por él. Por supuesto, era mentira, pero Irving había preparado una operación para engañar a los directivos de la editorial McGraw Hill. Para contrarrestar el efecto de la publicación, Hughes concedió una larguísima entrevista telefónica a siete periodistas. Los siguientes años los pasó alternando etapas de permanente paranoia con raros periodos de lucidez. Era entonces cuando decidía llamar a su barbero para que volviese a darle el aspecto de una persona normal.

Howard Hughes murió el 6 de abril de 1976 en un avión que le trasladaba a Houston desde Acapulco. Dos días antes había caído en un estado de inconsciencia que decidió a sus colaboradores a llamar a un médico. El doctor Montemayor dijo que se encontró con un hombre desnutrido y lleno de llagas, cuyos riñones no funcionaban y que tenía costras de mugre en la piel. Ordenó su ingreso en un hospital, pero ya era tarde. Oficialmente, la muerte de Hughes la causó una insuficiencia renal, pero quienes examinaron el cuerpo coincidieron en que a aquel hombre le habían dejado morir a costa de respetar sus excentricidades.

Howard Hughes murió sin dejar testamento. Tras una larga batalla legal, 22 parientes se repartieron una fortuna de más de 1.000 millones de dólares. Al mundo le dejó las películas que había filmado, y una leyenda que sigue viva muchos años después de su muerte.

'El aviador', dirigida por Martin Scorsese y protagonizada por Leonardo DiCaprio, se estrena el próximo 14 de enero en cines de toda España.

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