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Reportaje:CAMBIOS EN NACIONES UNIDAS

Una reforma para democratizar la ONU

Alemania, Japón, India y Brasil aspiran a un puesto permanente en el Consejo de Seguridad

Naciones Unidas es un coloso institucional con problemas estructurales que le hacen vulnerable. La organización está anquilosada en un diseño que data del fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo era bipolar y existían diferentes amenazas para la paz. La intervención militar en Irak agravó las imperfecciones y muchos piensan que el edificio se está resquebrajando porque las reglas ya no se respetan. El grupo de sabios creado hace un año por el secretario general de la ONU, Kofi Annan, para lanzar la reforma tiene previsto presentar sus recomendaciones el jueves, con propuestas para reforzar su papel en el orden mundial y democratizar su estructura.

La ONU ha ido creciendo en tamaño y obligaciones desde su fundación. Pero su base sigue intacta. El 60º aniversario de la Carta de Naciones Unidas, que se celebra en 2005, se quiere hacer coincidir con un cambio de imagen de la institución para que pueda hacer frente a los nuevos retos del siglo XXI. Una empresa compleja y que en el pasado acabó empantanada. El plato fuerte de la reforma es la ampliación del Consejo de Seguridad, el órgano que vela por la paz y la seguridad en el planeta. Los sabios podrían proponer incrementar los 15 asientos actuales -cinco permanentes con derecho de veto y 10 rotatorios cada dos años- hasta 24 miembros.

Los expertos son partidarios de que los nuevos puestos no tengan derecho a veto
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Ya existe un acuerdo para proceder a su expansión, para que sea más representativo en términos geográficos y de las aportaciones de los diferentes países. "La reforma es inevitable ante el peligro de que los países se tomen la justicia por su mano; por eso las naciones más multilateralistas quieren mantener el modelo en pie y mostrar que la acción colectiva es viable", indican fuentes diplomáticas. El problema es cómo hacerlo para evitar que el órgano se convierta en una cámara de compensación de intereses.

Para no enfadar a nadie, se ofrecerían dos alternativas a partir de lo expresado por los jefes de Gobierno en la Asamblea General. La primera opción consistiría en establecer dos categorías por la que a los miembros permanentes actuales se añadirían seis más, hasta sumar un total de 11. Los sabios son partidarios de que los nuevos puestos no tengan derecho de veto, como hoy tienen EE UU, Rusia, China, Reino Unido y Francia, lo que podría crear un segundo nivel dentro de la primera liga. En la segunda categoría, la de los no permanentes, a los diez asientos actuales se sumarían otros tres.

Esta opción responde a las aspiraciones del conocido como grupo de los cuatro -Alemania, Japón, India y Brasil-, que lucha por estar en el grupo de cabeza con plenos derechos, es decir, con veto.

Para representar al continente africano quedarían dos puestos permanentes para los que compiten Nigeria, Suráfrica y Egipto. La Unión Africana acordó en 1997 que lucharía por dos permanentes rotatorios. Pero hay dudas sobre si se aceptará esa fórmula. Además, no se descarta que Indonesia pueda dar la batalla para hacerse con un puesto entre los países islámicos.

La segunda opción que piensan proponer los sabios pasaría por establecer tres categorías de países en el Consejo de Seguridad. Los cinco miembros permanentes actuales se quedarían igual y, en el caso de los no permanentes, se sumaría un nuevo asiento, hasta 11 miembros. La novedad es que se crearía un nivel intermedio con ocho asientos no permanentes con mandato de cuatro años de duración prorrogables.

A partir de lo dicho hasta ahora, se podría decir que 78 países estarían conformes con la primera opción. Pero para que pueda prosperar, la reforma de la Carta necesita el voto favorable -las abstenciones no cuentan- de dos tercios de los miembros de las Asamblea y la ratificación posterior de los países en la misma proporción, incluyendo a los cinco miembros permanentes del Consejo. Por eso, en este momento, se ve la segunda opción con más posibilidades.

Estados Unidos, según distintas fuentes, podría plantear dudas a la ampliación de los puestos permanentes, y más aún si piden el veto, un derecho no adquirido al que podrían renunciar los cuatro para tener el puesto permanente. Washington estaría dispuesto a apoyar las aspiraciones de Tokio, pero no es tan evidente en el caso de Berlín. Además, se queja del exceso de burocracia actual y es difícil que acepte una ampliación a más de 20 países.

Londres y París, por el contrario, comparten la reivindicación alemana, mientras que Moscú prefiere llevar la negociación a escala bilateral y Pekín se dejará llevar por el consenso, aunque la aspiración japonesa no le entusiasma.

Entre los países que se oponen a la creación de nuevos puestos permanentes están España, México, Pakistán e Italia. Madrid considera que la segunda opción es la más democrática y podría utilizarse para "buscar fórmulas que den una presencia más continuada a esos cuatro países que luchan por el puesto permanente". Para el grupo de los cuatro, "el problema no está tanto en convencer a Madrid o Roma, como en explicar a los países de América Latina y África que los nuevos miembros permanentes "es la opción que más beneficia al conjunto".

La ampliación del Consejo de Seguridad plantea un riesgo, y es que los países representen más sus intereses que el común o el regional. La reforma del órgano se aborda en el apartado referido a la paz y la seguridad. El documento de los sabios, que consta de más de un centenar de páginas y 300 epígrafes, hace otras propuestas. Entre ellas destaca la creación de un comité dependiente del Consejo de Seguridad que tendría como misión coordinar con otros órganos de la ONU los proyectos de cooperación y desarme tras los conflictos, para afianzar la paz y evitar que vuelvan a resucitar, como pasó en Haití, además de reducir la carga de trabajo del Consejo.

Sobre el derecho a la legítima defensa, los sabios consideran suficiente los instrumentos contemplados por la Carta -artículo 51- para el uso de la fuerza cuando el peligro es grave e inminente. Pero las acciones preventivas requieren pasar por el Consejo de Seguridad. Ahí se introduce un matiz respecto a la situación actual, al aconsejar que se establezcan cinco criterios básicos para que el Consejo actúe con diligencia al autorizar las acciones urgentes, para evitar intervenciones unilaterales o que se actúe tarde ante la amenaza.

"Los países van a la guerra cuando no deben y no adoptan acciones militares cuando deberían", señala Gareth Evans, ex ministro australiano de Exteriores y uno de los integrantes del equipo de expertos, compuesto por 16 miembros bajo la batuta del ex primer ministro tailandés Anand Panyarachun. "Se necesita un proceso que incremente las oportunidades para lograr un consenso", añade.

Los mismos requisitos de diligencia se aplicarían en el caso de la intervención humanitaria, para que el Consejo asuma un papel más proactivo al proteger a la población civil y evitar los episodios de Somalia, Bosnia o Darfur (Sudán).

Otra propuesta es la de "universalizar" la Comisión de Derechos Humanos, para que esté integrada por los 191 miembros de la ONU en lugar de los 53 actuales. Además, se crearía un grupo de expertos que tendría como encargo hacer un informe anual sobre el respeto de los derechos humanos en el mundo, y no sólo en los países que están sometidos a vigilancia. El cambio es importante, porque podría debilitar el sistema actual de condena por país.

La gran incógnita está en saber qué papel jugará Annan en la negociación. Su figura está dañada por los escándalos y su enfrentamiento con EE UU a raíz de la intervención militar en Irak, y el acoso podría agravarse en primavera cuando Paul Volcker presente su informe definitivo sobre la investigación del presunto fraude en el programa Petróleo por Alimentos para Irak. "Annan no podrá marcar la agenda ni ser el dueño del tempo, como quería", indican fuentes diplomáticas.

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