400 muertes después
Trescientos metros y siete años separan los asesinatos de Ana Orantes y Encarnación Rubio en Cúllar Vega
Trescientos metros y casi siete años separan los asesinatos de Ana Orantes y Encarnación Rubio, ambos perpetrados en Cúllar Vega (6.000 habitantes), escenario de dos crímenes machistas que sacudieron la conciencia de la sociedad española. El 17 de diciembre de 1997, José Parejo roció de gasolina y prendió fuego a Ana Orantes en la puerta de la casa que compartían en la barriada de El Ventorrillo, 13 días después de que ella detallara en televisión 40 años de humillaciones y palizas. Encarnación fue la primera mujer asesinada después de que un juez la amparara con una orden de protección. La medida no evitó que su agresor la atropellase el pasado 31 de marzo cuando ejercía su oficio de barrendera a sólo tres manzanas del domicilio de Orantes, en este mismo pueblo de la periferia de Granada. Entre uno y otro crimen, casi 400 mujeres murieron en España a manos de sus parejas, según el Instituto de la Mujer.
Los tres hijos menores de Ana borraron de su carnet de identidad el apellido del padre
Hay un antes y un después de la muerte de Ana Orantes. "La gente vio en la televisión a una mujer normal, arreglada y bien vestida que contaba su tragedia familiar, y a los pocos días conocieron su asesinato en unas circunstancias especialmente violentas", dice el forense y especialista en violencia de género Miguel Lorente. "Con ella, estos asesinatos dejaron de considerarse casos aislados de la España negra para convertirse en fenómeno cultural y social que puede afectar a cualquiera. Debemos a Ana Orantes este cambio de perspectiva".
Al cabo de siete años, Raquel, la séptima de los ocho hijos de Ana, se refiere a su padre como "el hombre que asesinó a mi madre". Tanto ella como dos de sus hermanos, Charo y Francisco, borraron de su carné el apellido de su progenitor, una carga demasiado pesada. Esta administrativa de 28 años recuerda cómo tres de sus hermanos huyeron del domicilio familiar antes de cumplir 18 años. Escaparon, dice, de "una película de terror" con un argumento repleto de golpes y salpicado de abusos sexuales.
Desde el asesinato, Raquel se dedica a buscar un fin a su "infancia arrebatada"; a dar sentido a la muerte de su madre. Hace cuatro años que recorre el país en conferencias, mesas redondas y programas de televisión como miembro de la Plataforma de Mujeres Artistas contra la Violencia de Género. "Proporciono datos sobre violencia machista y analizo las complicidades judiciales, policiales y mediáticas que muchos tienen aún con el fenómeno", explica. Lo hace en homenaje a su madre. "Pienso que su muerte puede servir para algo", dice. "Ella se sacrificó por nosotros y yo no puedo decepcionarla".
Cuatrocientas muertes machistas después, las calles de Cúllar Vega volvieron a ser calvario de otra víctima de la violencia de género. El 31 de marzo pasado, Francisco Jiménez Uceda arrolló tres veces con su coche a su esposa, Encarnación Rubio. Jiménez se llevó por delante la eficacia de la orden de protección dictada por la titular del Juzgado número 1 de Santa Fe (Granada) que, desde el 28 de enero, le obligaba a mantenerse al menos a 100 metros de la víctima, su casa o su lugar de trabajo. El asesino saltó esa frontera en dos ocasiones con conocimiento de la juez y la Guardia Civil. Jiménez aprovechó la tercera. Sus neumáticos dejaron marcas: ocho meses después, aún se pueden ver.
Ambos crímenes suscitan sentimientos encontrados entre los vecinos. El Ayuntamiento, con acuerdo de todos los grupos, convirtió la violencia machista en punto esencial de su agenda. Su servicio de orientación familiar atendió en 2003 a 57 mujeres, de las que diez fueron asesoradas por presuntos malos tratos, según su coordinadora. Cada noviembre, el municipio rinde homenaje a sus víctimas con una semana de actividades que, este año, incluirá la inauguración de un monolito en memoria de Ana, Encarnación y el resto de las víctimas. Pero muchos aún no entienden el significado de esas muertes, según Teresa Cuesta, presidenta de la asociación de mujeres La Huerta, la única del pueblo. "Las mujeres no las justifican pero las acallan creando una coraza. Dicen que ni Ana ni Encarnación eran gente de aquí", asegura.
Francisco Jiménez permanece en la cárcel a espera de juicio por la muerte de Encarnación. José Parejo, cumplió seis de los 17 años a los que fue condenado. A principios de año pidió que se le concedieran permisos para poder salir de prisión, pero los técnicos penitenciarios se los negaron por la alarma social que podría causar. El pasado día 13 abandonó definitivamente su celda para ingresar en un hospital de Granada, donde un infarto acabó con su vida.
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