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Entrevista:CARLOS SORÍN | Director de cine | III CONGRESO INTERNACIONAL DE LA LENGUA ESPAÑOLA

"Creo en un cine más gestual que verbal"

Director de cine publicitario, llegó al cine de autor buscando la naturalidad y la sencillez. Utiliza la cámara como una mirada para captar lo simple, lo que de transparente hay en las cosas y en las personas no contaminadas. Ha realizado hasta el momento cuatro películas -La película del rey (1986), Sonrisas de New Jersey (1989), Historias mínimas (2002) y Bombón, el perro (2004)- y declara que nunca hará una concesión para llevar más gente al cine porque su relación con él es una relación que tiene que ver con la pasión y no con el negocio. Carlos Sorín (Buenos Aires, 1944) es al cine lo que Carver, del que se declara devoto, a la literatura: tenso, minucioso y poético. El director argentino participó, dentro de la sección Identidad y Lengua en la Creación Literaria, en el panel dedicado al español de los textos cinematográficos.

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Pregunta. ¿Cómo ve un congreso de la lengua un creador de imágenes?

Respuesta. Me quedé desconcertado ante esta invitación y pensé que se trataba de una broma. Mi preocupación era cómo hacer una ponencia en un congreso de la lengua como director de cine, que es lo que soy, pero luego en mi mesa se han tratado temas relacionados con las series de televisión dobladas y con el lenguaje de las telenovelas que dan como resultado un lenguaje esterilizado, y me resultó interesante porque nuestra gente se forma en eso y ahora hay una especie de mixtura, lo noto en mis hijos.

P. ¿Sobre que habló al final?

R. Hablé de la imagen y la palabra, y de su relación siempre tan conflictiva con el cine. Hice un recorrido desde un punto de vista histórico hasta mi experiencia personal.

P. Su cine es de pocas palabras. ¿No le sirven para comunicarse?

R. Ruedo en el sur de Argentina, en la Patagonia, una zona donde la gente tiene poca posibilidad de hablar, donde las distancias hacen que los pocos habitantes sean grupos de solitarios.

P. ¿Cree que tiene más fuerza la imagen que la palabra?

R. No. Creo que el cine trabaja con los elementos de la realidad y el lenguaje pertenece a la realidad. No creo que el cine sea más esencialmente cine si prescinde de las palabras, pero creo que, especialmente en la filmografía argentina, hubo una especie de deformación, de facilitar todo con la palabra, de explicarlo todo con ella. A mí me gusta el uso de la palabra en el cine cuando la palabra oculta, no revela. Creo en un cine más gestual que verbal y creo en la palabra cuando revela ocultando. Por ejemplo, si quieres narrar la separación de un matrimonio, en vez de presentarles peleándose, la situación resulta mucho más dramática si les pones a hablar del cambio de aceite.

P. ¿Le interesa Bergman?

R. Me formé como espectador en la década de los sesenta y setenta y estoy interesado por los grandes maestros de aquel momento: Bergman, y Antonioni, y Fellini, la Nouvelle Vague, Buñuel. Fue un momento en el que el cine estaba en la cumbre.

P. ¿Los perros son protagonistas en sus películas. ¿Cuál es su relación con ellos?

R. En general me gustaban hasta esta última película [Bombón, el perro] y ahora los estoy odiando. Bromas aparte, mis películas son rurales y el perro es un habitante frecuente en la vida rural. No me interesa la relación humano-perro, pero me interesa el perro cuando asume un rol distinto. En Bombón es como una puerta que se le abre al protagonista.

P. ¿Y por qué utiliza actores no profesionales?

R. Son 'no actores'. Me interesa esa experiencia para dar a la película un sesgo documental, como si todo sucediese sin una apuesta previa, aunque la apuesta existe, naturalmente. La técnica del actor es la de la simulación por excelencia y en cambio los no actores hacen de sí mismos. Quiero que el personaje y la persona sean lo mismo y captar así un pedazo de realidad.

P. ¿Qué dificultades ofrece?

R. Son rodajes llenos de incertidumbre. Yo sé que ellos pueden hacer de sí mismos, pero el problema son sus inhibiciones. A veces les filmo sin que se den cuenta. Suelo rodar unas 70 horas por película, pero al final sólo rescato una hora y media, y las 68 restantes no se ven. Ésa es la ventaja del cine, que me quedo sólo con un pedacito. Con estos no actores todo es un juego, una especie de inducción. No les doy textos, hay un elogio de la simplicidad y de lo elemental. Es un cine sin formalismos.

Carlos Sorín, en Rosario.
Carlos Sorín, en Rosario.MARCELO MANERA

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