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LA COLUMNA | NACIONAL
Columna
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En clave europea

Josep Ramoneda

ZAPATERO HA PREPARADO cuidadosamente la visualización del giro en política exterior en dos fases. La primera fue el gran golpe: la retirada de las tropas de Irak. Después del regreso de vacaciones ha llegado la segunda: una secuencia de fotografías que empieza en Madrid, con la cumbre con Chirac y Schröder, y culmina en la Asamblea General de las Naciones Unidas, con antesala en la cumbre contra el hambre. Esta serie iconográfica sintetiza perfectamente las opciones de Zapatero: Europa, multilateralismo, alianza de civilizaciones, legalidad internacional, disminución de desigualdades. No es un discurso original, pero representa un cambio radical respecto a los referentes de la política exterior liderada por Aznar: EE UU, división de Europa, guerra preventiva, conflicto de civilizaciones, reducción de la cooperación con los países más subdesarrollados. Dicen que la izquierda y la derecha son lo mismo. No será en política exterior.

Con el afán de superar las tensiones generadas por las distintas posiciones sobre la guerra, Francia, Alemania y Rusia aceptaron el principio de que una vez destrozado Irak era interés de todos reconstruirlo y ayudarle a encontrar el camino de la democracia. Con esta idea se blanqueó la ocupación en las Naciones Unidas (que no la guerra, como ha recordado Kofi Annan) y se han buscado formas más o menos indirectas de participación de los no beligerantes en la reconstrucción. Zapatero, sin embargo, ha expresado dudas sobre la utilidad de que Estados Unidos siga en Irak y ha presentado abiertamente una idea de la lucha contra el terrorismo que rechaza los presupuestos de la Administración americana. Ni la guerra preventiva es el camino, ni todos los terrorismos son lo mismo. Los problemas se resuelven analizando sus circunstancias, intentando ver las causas y buscando los aliados adecuados en cada lugar: también en el mundo árabe, que los hay.

Naturalmente, la fuerza de España en el mundo es la que es. Su incidencia será siempre limitada. Y se equivocarían Zapatero y sus aduladores si quisieran convertirlo en una especie de anti-Bush. Pero Zapatero ha llevado a la ONU ideas que muchos dirigentes y sobre todo muchos ciudadanos comparten. Y es útil que estas posiciones rompan la simplificación Bush-Al Qaeda en torno a la que la Administración americana quiere que gire el mundo.

Por casualidad o no, el mismo día que Zapatero se presentaba ante las Naciones Unidas, José María Aznar inauguró curso en Georgetown. El ex presidente, esmerándose como siempre en ser más bushista que Bush, llevó hasta el ridículo esta visión del mundo según la cual en la escena mundial sólo cuenta la guerra preventiva, liderada por Estados Unidos, contra el terrorismo, único e indivisible, liderado por Bin Laden. La afirmación de que el atentado de Madrid no fue motivado por la guerra de Irak, sino por la resistencia española a los "moros" en el siglo VIII y la fabulación de una identidad y unidad de la nación española ya por aquellos tiempos, confirma dos cosas: que los controles de calidad de la Universidad de Georgetown no son muy exigentes y que un nacionalista español cuando se suelta el pelo no tiene nada que envidiar a los nacionalistas vascos o catalanes más reaccionarios.

El discurso de Zapatero abusó de la retórica del buen corazón y las mejores intenciones. Y se equivocó conceptualmente al utilizar la expresión "alianza de civilizaciones", porque significa aceptar el principio de Huntington de que el islam y Occidente son dos civilizaciones. Pero la idea de buscar la cooperación con los amplios sectores del mundo árabe que rechazan el terrorismo y el islamismo político es un camino con más futuro que atizar permanentemente el discurso de la incompatibilidad entre el islam y la democracia. Los ciudadanos laicos y demócratas de estos países han encontrado a menudo la hostilidad de EE UU y de otras potencias europeas que no han tenido reparo en lanzar contra ellos a los islamistas o a dictadores corruptos pero manipulables.

Zapatero apeló a la legalidad internacional. Y reclamó a los países que no lo han hecho que firmen los tratados establecidos, empezando por el Tribunal Penal Internacional. Toda potencia tiende al abuso. Más si se siente única y portadora de una misión universal. Zapatero le ha recordado su obligación de cumplir la ley. Pero lo más interesante es que, en contra de quienes auguraban todo tipo de desastres si España rompía su sumisión a EE UU, Zapatero ha demostrado que es posible, si se tiene una mayoría social a favor, hacer una política exterior distinta de la que ordenan en Washington. La clave es que Europa esté por la labor.

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