Ovación para Adolfo Aristarain y polémica sobre Michael Winterbottom
'Roma', del director argentino, y '9 songs' muestran dos formas de narrar el amor
A veces el azar propicia situaciones irrepetibles, unívocas. El hecho de que en una misma jornada del Festival de San Sebastián se proyectaran dos películas tan aparentemente dispares como Roma, de Adolfo Aristarain, y 9 songs, de Michael Winterbottom, no sólo permite recuperar la fe perdida en el comité de selección del certamen, sino que alienta las divagaciones -acertadas o no, ésa es otra cuestión- acerca del arte de la narración cinematográfica, de las muy diversas maneras de contar una historia, unos sentimientos, que al fin y al cabo buscan la complicidad de los espectadores. Para ello se requiere, sobre todo, talento y sensibilidad. Aristarain y Winterbotton las tienen y lo demuestran en sus películas.
En '9 songs', el 'rock and roll' adquiere la condición de cronista sentimental
'Roma' es una bella historia, bien contada y con la ayuda de un excelente reparto
Roma es un filme largo -dos horas y 35 minutos-, bien ahormado y hermoso que narra en flash-back la vida de un artista desde su niñez en Buenos Aires en los años cincuenta hasta la consecución de ver publicada su primera novela, el despertar a la madurez, en el Madrid de 1972. Y como la vida no es lineal y los recuerdos no admiten la línea recta pese a que sea la distancia más corta entre dos puntos, y como, además, Aristarain, Mario Camus y Kathy Saavedra son unos excelentes guionistas, Roma es también el sincero homenaje a la madre de quien decide recontar y recordar la mayor parte de su vida, la que surge en el confort y la incertidumbre de la infancia hasta alcanzar la certeza de lo inevitable, la cuesta abajo o, parafraseando a Scott Fitzgerald, pues al fin y al cabo la literatura es uno de los motores del filme, el derrumbe. Una bella historia bien contada con la ayuda de un excelente reparto en el que sobresale Susú Pecoraro en su papel de Roma, la madre; un contenido y eficaz Juan Diego Botto y unas espléndidas Marcela Kloosterboer, Marina Glezer y Carla Crespo, entre otras y otros. Mario Camus cita una frase de Conrad a propósito del anhelo de quien pretende captar y mostrar una fase efímera de la vida: "Con un poco de destreza y de suerte se puede a veces alcanzar una sinceridad tan perfecta que, a la postre, la visión de dolor o de piedad, de miedo o de júbilo, acabará despertando en el corazón de los espectadores el sentimiento de una inquebrantable solidaridad, de esa solidaridad en los orígenes misteriosos, en el trabajo, en la alegría, en el destino incierto, que une a todos los hombres entre sí y a la humanidad entera con el mundo visible que la habita". No se puede explicar mejor ni elegir otra meta más digna. Roma sigue con acierto esa estela.
9 songs, de Michael Winterbottom, es, también, el relato de una historia y de unos sentimientos narrados en un enorme flash-back, una intensa y corta historia de amor con muy pocos e improvisados diálogos, con una serie de canciones interpretadas en directo y con dos amantes que recorren, juegan y penetran con constancia y dedicación el desnudo cuerpo del otro.
Winterbottom es uno de los enfant terribles del cine actual y como tal su primer objetivo es la provocación. 9 songs vino precedida de una polémica entre quienes la consideraban pornográfica y quienes afirmaban que las imágenes de sexo explícito no tienen por qué ser pornografía, una discusión que se remonta casi a los orígenes del cinematógrafo y que se reactiva cíclicamente. Oshima y Pasolini, entre otros muchos, soportaron con resignación el reverdecer de la plúmbea bronca. El sexo en esta película es totalmente explícito, como también lo es en la vida real. Pero quizás es aún mayor la provocación de utilizar las letras de canciones de grupos como Black Rebel Motorcycle Club, The Von Bondies, Primal Scream, Franz Ferdinand, The Dandy Warhols, Elbow o Super Furry Animals para relatar tangencialmente los sentimientos de los protagonistas. El rock adquiere la condición de cronista sentimental, un detalle probablemente más pendenciero que el de los orgasmos. Los diálogos entre Lisa (Margo Stilley) y Matt (Kieran O'Brien) son breves, anodinos, banales e improvisados. El lenguaje que utilizan es el de sus cuerpos y en este sentido hay que reconocer que no paran de comunicarse. Winterbotton explica que su inspiración para rodar el filme fue la novela Platform, de Michel Houllebecq. Consciente o inconscientemente también parece haberla rodado bajo la definición que dio en su día E. M. Cioran: "El amor es la unión de dos babas". Y así es si así os parece.
La larga jornada del festival concluyó con la exhibición de Tarfaya, tercer largometraje del marroquí Daoud Aoulad-Syad, una abierta, sencilla y correcta historia sobre un fenómeno lamentablemente cotidiano: la inmigración ilegal que tiene en las pateras su representación más funcional.
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