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Joan Fontcuberta presenta la serie completa de su colección de animales

La sala municipal de San Benito, de Valladolid, acoge hasta finales de agosto la exposición fotográfica de Joan Fontcuberta (Barcelona, 1955). Este artista, con la colaboración literaria de Pere Formiguera, ha creado una colección de animales titulada Fauna, a medio camino entre los monstruos que pueblan los cuentos infantiles y los que, dotados de dos cabezas, se enseñaban en las casetas de feria. La colección es propiedad del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) y es la primera vez que se exhibe íntegra en España fuera de sus instalaciones.

A pocos pasos de la puerta de entrada, en medio del pasillo, una ardilla cuyo rabo es una víbora, recibe al visitante desde una urna de cristal. A derecha e izquierda, colgados en la pared, algunos cuadros, dibujos, cartas y cuadernos de campo, cuentan la historia del descubrimiento de este espécimen fotografiado en su entorno natural.

En 'Fauna' aparece el 'Pirofagus catalanae', un dragón de la Sicilia del siglo XVI

Unos metros más allá, en el centro de la sala, un zorro cuya cabeza se ha mutado en una gran cola, espera al asombrado visitante, que no habrá agotado todavía su capacidad de sorpresa porque le aguarda un mandril con cuerpo de ciervo.

Todos los hallazgos se deben al profesor alemán Peter Ameisenhaufen y a su ayudante, Hans von Kubert, encargados de ilustrar con fotos, dibujos y puntillosas anotaciones realizadas sobre el terreno, las circunstancias que rodearon el descubrimiento de estos raros animales, algunos de cuyos sonidos es posible escuchar durante el recorrido por las dos salas de la exposición.

Todo en ella parece pasado de moda: las fotografías están levemente desenfocadas; la tinta de algunas cartas se ha corrido sobre el papel; los cuadernos de campo parecen a punto de perder la textura, y hasta los marcos de los cuadros que lo protegen son de madera barata y en algunos casos ligeramente astillados. El visitante piensa que se encuentra ante el trabajo de dos naturalistas un poco chalados de la primera mitad del siglo pasado, que dedicaron su vida a captar con sus cámaras (y en algunos casos a capturar físicamente) a estos animales de imposible clasificación como ese Pirofagus catalanae hallado en Sicilia y que es "un dragón abandonado por los invasores catalanes en el siglo XVI". Ameisenhaufen asegura que durante su estancia en Italia pudo observar "tres ejemplares" del mismo, aunque "desgraciadamente, su captura fue del todo imposible". Para demostrar que el científico dice la verdad, en las paredes de San Benito cuelgan las fotografías del monstruo avistado en las cercanías del Etna.

A pesar de tantos datos científicos sobre el Pirofagus y los demás animales que componen el bestiario, no conviene olvidar una cosa importante: en esta exposición abierta al público nada es lo que parece. Ni los animales son como los vemos, ni las circunstancias de su "descubrimiento" son las correctas, entre otras razones porque lo que se exhibe sólo existe en la mente del fotógrafo catalán, que no tiene empacho en confesar que lo que de verdad le gustaría ser es "director de la carrera de Ciencias de la Falsificación". Ni existe el profesor Ameisenhaufen ni su ayudante Von Kubert, aunque aparezcan en la exposición sus retratos amarillentos y una parte de la correspondencia científica entre ambos con algunas universidades.

Fontcuberta, con la ayuda de Pere Formiguera, lo ha creado todo: los científicos, las bestias, los cuadernos, las fotografías, los sonidos, para hacer reflexionar al espectador sobre la retórica expositiva de los museos de historia natural. Cuando se presentó en 1989 en el Museo de Zoología de Barcelona, de cada 100 visitantes adultos con formación universitaria, 27 seguían creyendo a la salida que estos animales y estos documentos eran auténticos.

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