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Miguel León-Portilla señala la lengua como vínculo y barrera de la identidad

Los príncipes de Asturias inauguran en Monterrey el XV Congreso de Hispanistas

Jesús Ruiz Mantilla

El historiador Miguel León-Portilla, batallador, brillante, acribilló la clonación de los globalizadores, rescató el comunismo y el ecologismo de don Quijote y conquistó, en el Instituto Tecnológico de Monterrey, en México, a los más de 1.000 asistentes que acudieron ayer a la inauguración por los Príncipes de Asturias del XV Congreso Internacional de Hispanistas. El antropólogo mexicano, defensor incansable de los derechos indígenas, esgrimió la lengua y la identidad como primer problema en este congreso, que reúne a 500 expertos de todo el mundo, y se preguntó: "¿Pueden el español y el portugués servir de vínculo de identidad a la comunidad iberoamericana?".

"¿Han sido las culturas pequeñas una amenaza para el español? No"

Hay muchas respuestas, muchas dudas y muchas pruebas que garantizan y al tiempo echan por tierra la propuesta de León-Portilla, autor de más de 400 publicaciones. Todas quedaron patentes en la exposición, honda, riquísima, vibrante, de este referente del indigenismo internacional. "Al venir aquí, unos amigos me preguntaron: ¡Pero si tú eres indigenista! ¿Qué haces inaugurando un congreso de hispanistas?", planteó nada más salir y dejando claro que iba a saltarse el guión de su discurso.

La respuesta y las preguntas las dio y planteó León-Portilla con verbo enérgico y con reivindicaciones y plasmaciones de una realidad rica, mestiza, abierta, universal, muy alejada de las estrecheces y en la onda de lo que es la idea principal de este congreso: la de las dos orillas, esgrimida antes de su intervención por Aurora Egido, presidenta de la AIH.

"Comenzaré planteándome una pregunta: ¿Existe una comunidad iberoamericana de naciones?", provocaba León-Portilla, ante los príncipes de Asturias, que le escucharon, le aplaudieron y le rieron como los que más. "Que cerca de 400 millones de hispanohablantes y 200 lusoparlantes existamos es un hecho, pero, ¿es suficiente esto para afirmar que integramos una comunidad?", decía el historiador.

Para León-Portilla, ya el término ibérico es todo un misterio. "Sobre ese sustrato se han establecido a través de milenios célticos, fenicios, griegos, cartagineses, romanos, germánicos, árabes, judíos, negros e indígenas del Nuevo Mundo que fueron a parar a la Península tras la conquista", decía. Y a eso hay que añadir todos los elementos de división que han levantado dolores de cabeza a la historia hasta hoy. "Además de los portugueses, hay que distinguir a gallegos, asturianos, catalanes, vascos, canarios y más, que son riqueza en la cultura, pero también han dado lugar a problemas, discordias y enfrentamientos". Eso por empezar en la orilla hija de Roma, que en cuestión de lengua "nos ha proporcionado todo, además de los elementos árabes, y visigóticos, de los que han quedado sobre todo usos del lenguaje militar", agrega Portilla. Pero del lado del Nuevo Mundo se ha tejido un magma social con ingredientes de gentes que, como señala el historiador, "provienen de un paleolítico fosilizado y otras culturas como las mayas, aztecas, mexicas, quechuas o incas, de civilizaciones muy desarrolladas".

Y todo cambió además cuando llegaron los conquistadores con una religión monoteísta, que, "como las tres que convivían en la Península, eran rígidas y excluyentes". Desde entonces el intercambio ha sido constante, entre otras razones, porque España ha sido campeona en "expulsar hijos suyos".

"A la luz de todo esto nos preguntamos, sin embargo, qué sentido tiene sostener que las comunidades iberoamericanas son poseedoras de una visión del mundo y una historia común?", dice León-Portilla. Su respuesta es integradora y enemiga de las visiones apocalípticas que ven amenazas en los pequeños. "Con la lengua como inventario de la propia cultura cabe identificar no poco de lo que hemos sido y somos", responde. Y más ahora que muchos ven como amenaza la creciente cultura hispánica en Estados Unidos. "Hay un pensador cuyo nombre no voy a recordar [Samuel Huntington], que lo ve como una amenaza mientras que yo estoy deseando que la amenaza se cumpla", decía el indigenista.

Tampoco defender la lengua de los vascos, catalanes y gallegos es un disparate frente a esto, como no lo es, ni mucho menos, luchar por los derechos y las culturas indígenas. Con el crecimiento constante del idioma y el poder de una lengua que "en 50 años será la primera lengua materna que más gente hable", pronostica, "¿han sido las culturas pequeñas una amenaza para el español?". Y se responde: "No".

Además, ese maremágnum de identidad, religión, mestizaje ha proporcionado personajes a destacar, como fray Bartolomé de las Casas o sor Juana Inés de la Cruz, ambos citados y reivindicados ayer tanto por León-Portilla como por el príncipe Felipe en su discurso de apertura. "Dirán que soy exagerado, pero De las Casas fue un precursor de la declaración de derechos humanos y les vendría muy bien estudiarlo a los que hoy predican guerras preventivas", aseguró el historiador fuera del guión ante la sonrisa cómplice del Príncipe.

Le sirvió la mención a León-Portilla para reivindicar la traca final de utopía en su discurso, para lo que recurrió a don Quijote. Leyó dos párrafos en los que deja patente su idealismo y esgrimió esto contra la globalización que trata de ahogar las culturas pequeñas: "Si los latinoamericanos, enriquecidos por las culturas indígenas, hemos tenido inclinación a la utopía, no nos avergoncemos de ello. Soñarlas es ir más allá", aseguró.

El príncipe de Asturias, durante la apertura del XV Congreso de Hispanistas en el Instituto Tecnológico de Monterrey.
El príncipe de Asturias, durante la apertura del XV Congreso de Hispanistas en el Instituto Tecnológico de Monterrey.EFE

Humanismo e hispanismo

Había expectación, sensación de fiesta mayor. Ayer fue la primera vez que un representante de la monarquía inauguraba un congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas (AIH) desde que Menéndez Pidal la creara en Oxford en 1962. Ahora la integran miles de filólogos, historiadores, investigadores de lo hispánico por todo el mundo, con una actividad creciente y congresos cada tres años, donde ponen de manifiesto sus logros y sus saberes. Ayer, Felipe de Borbón les reconoció su trabajo y les prometió más apoyo: "Es un compromiso de la Casa Real y mío en particular", aseguró el Príncipe, que entró en la sala con doña Letizia, y fueron recibidos con gritos de admiración y agradecimientos a cada paso por su visita al Tecnológico de Monterrey, un centro de investigación pionero en América Latina que demuestra, según León-Portilla, "que los mexicanos podemos hacer algo y encima creerlo".

Don Felipe quiso aunar dos términos en su discurso: "Humanismo e hispanismo", dijo. "Son casi sinónimos, de saber como parte fundamental de la dignidad de las personas, una idea que surgió en otros tiempos, pero que sigue vigente hoy en el siglo XXI", añadió.

Después, los Príncipes, que acudieron al Tecnológico de Monterrey con la ministra mexicana de Educación, María Jesús Sansegundo, inauguraron la exposición 400 años del Quijote, que forma parte del congreso.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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