_
_
_
_
Tribuna:LA MÁQUINA DEL TIEMPO | TOUR 2004 | Segunda etapa
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Dos caballos de vapor

Mil quinientos vatios. Aproximadamente dos caballos. Ésa es la potencia que desarrollan los velocistas, como McEwen, el vencedor de la jornada de ayer, en los últimos metros de la etapa, cuando sus lanzadores les dejan solos contra el viento. Para poder desarrollar esa tremenda explosión de potencia después de cuatro o cinco horas de esfuerzo continuado, los sprinters poseen unas cualidades físicas excepcionales. Y además, muy difíciles de compatibilizar.

Inevitablemente, han de ser muy resistentes. En primer lugar, para aguantar el largo kilometraje y el desgaste de las etapas llanas: 200 kilómetros a una media de 200 o 250 vatios. Que no es poco. Y en segundo término, para recuperarse bien de un día para otro.

Más información
Petacchi no tiene piernas
El final de una historia
Petacchi y Cipollini se van a casa

De hecho, los dos teóricos mejores sprinters en este Tour, los italianos Petacchi y Cipollini, llegan desfondados a los metros finales, incapaces de desarrollar toda su habitual potencia. En un deporte como el ciclismo, ser resistente significa ser capaz de consumir mucho oxígeno: en promedio, dos o tres litros por cada uno de los 250-300 minutos que suele durar una etapa llana. Y hasta cinco litros por minuto en los momentos de máxima intensidad, como el propio sprint.

Cada litro de oxígeno que consumen apenas les sirve a los músculos para generar 90 vatios. Así, más de la mitad de la energía que gastan en un sprint procede de vías energéticas alternativas, también llamadas anaeróbicas, que no necesitan oxígeno para funcionar: la glucólisis anaeróbica, que permite a los músculos quemar rápidamente sus depósitos de glucosa y, sobre todo, el metabolismo anaeróbico aláctico, que les permite utilizar directamente la energía contenida en los enlaces químicos de una molécula, la creatina-fosfato.

Lo malo es que los depósitos musculares de creatina-fosfato son muy limitados. Tanto, que se agotan transcurridos unos pocos segundos. Así, los sprinters no deben precipitarse en lanzar su sprint antes de tiempo: al agotarse las reservas de creatina fosfato, la potencia muscular cae en picado inevitablemente, y con ello las posibilidades de ganar la etapa.

A lo largo de un Tour, los músculos del sprinter se debaten en una encrucijada de difícil solución. Como en todos los humanos, al ir acumulando trabajo a lo largo de los días tienden a hacerse más y más resistentes.

Lo malo para el sprinter es el precio que tiene que pagar por esta adaptación: muchas de sus células (fibras) musculares tipo II (o rápidas) se conviertan en fibras tipo I o lentas. Estas últimas son muy resistentes y tardan horas en fatigarse, pero son incapaces de generar mucha potencia.

Alejandro Lucía es profesor de la Universidad Europea de Madrid.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_