Mario Vargas Llosa desentraña las claves de la pasión literaria
El escritor abre los cursos de la Menéndez Pelayo con la lección magistral 'Contar cuentos'
"Contar historias que, sin serlo, parecieran una representación de la vida y tuvieran a los lectores -como tenían a los oyentes de la caverna y la fogata los fundadores de esa antigua estirpe- anhelantes, ávidos por saber qué, qué va a pasar", ésta es la ambición literaria de Mario Vargas Llosa, según explicó ayer en la lección inaugural de los cursos de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) en Santander.
Ésta fue la conclusión final de un texto titulado Contar cuentos, en el que, echando mano de los primeros "contadores de historias", antes todavía del inicio de la escritura, y de su propia experiencia vital y literaria, el escritor explicó por qué "la primera e ineludible obligación de un contador es contar historias y no exhibir los secretos del arte de contar". Haciendo un repaso desde sus primeros balbuceos literarios -según le contó su madre porque él ni siquiera se acuerda-, que consistieron en "añadidos, enmiendas, desarrollos de esas historias ajenas" que solía leer, como Los viajes de Gulliver o Cien mil leguas de viaje submarino, hasta el día en que decidió, en Madrid en 1958, "tratar de ser en la vida sólo escritor", Vargas Llosa defendió enérgicamente el contenido de la obra literaria ante la tentación de "la forma", tal vez la más "corruptora y, también, la más difícil de combatir" para los escritores.
En el paraninfo del Palacio de la Magdalena, ante un auditorio que rebosaba el recinto y ante las autoridades de la UIMP (José Luis García Delgado y Miguel Carrera, rector y secretario general, respectivamente) y el secretario de Estado de Investigación y Universidades, Salvador Ordóñez, Vargas Llosa confesó que tan sólo una vez, con su segunda novela, La casa verde, estuvo a punto de traspasar un límite que se alegra de no haber cruzado: "Aquel en el que la forma literaria deja de serlo y se vuelve tema, contenido, porque sus juegos, alardes, pirotecnias verbales y fantasías estructurales avasallan y terminan afantasmando todo lo demás".
Lenguaje puro
Vargas Llosa se refirió a Joyce, Proust, Kafka, Borges o Virginia Woolf, cuya lectura permitía "volver a hacer en el siglo XX lo que hicieron antes los 'maestros soberanos': Melville, Dostoievski, Stendhal, Balzac, Conrad", y a Cortázar, que "con Rayuela fue el adalid en la literatura en lengua española de esa nueva sensibilidad".
Poco antes de la lectura de su lección, en un encuentro con la prensa, Vargas Llosa fue incluso más atrás para tratar de los escritores del siglo XIX, como Victor Hugo, sobre cuya obra Los miserables acaba de terminar hace apenas unas semanas un ensayo. "Ya no se escriben ese tipo de novelas", tanto "cualitativa como cuantitativamente" hablando, dijo, "ahora se hace una novela de escritura más impaciente". "Yo no tardo menos de dos años en escribir un libro", añadió en referencia a su próximo proyecto, que en estos momentos está gestando. "Lo que sí puedo decir es que sus personajes serán algunos de los que ya han aparecido, por ejemplo, en Los cuadernos de don Rigoberto. Esto es: el propio don Rigoberto, doña Lucrecia y Finchita".
Sobre la situación en Irak, desde donde escribió una serie de artículos hace más de un año, Mario Vargas Llosa afirmó: "Nadie podía esperar que la situación de violencia terrorista llegara a los extremos que ha llegado", y señaló que entonces "parecía que la transferencia de poder a las autoridades iraquíes podría ser pacífica". Pero ahora, dijo Vargas, "no hay que hacerse muchas ilusiones" a corto plazo sobre el traspaso de poderes y tampoco existe la seguridad que vaya a permitir que se puedan "convocar unas elecciones libres pronto", afirmó.
Babelia
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