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LA EUROPA DE LOS VEINTICINCO | Los resultados electorales

Chirac se niega a cambiar de Gobierno y a parar las reformas

El presidente francés decide seguir con un partido aislado dentro del centro-derecha

Dirigentes de los partidos socialista y comunista insistieron ayer en pedir la dimisión del primer ministro francés, Jean-Pierre Raffarin, que ya se encontraba muy tocado por la derrota del partido gubernamental en las regionales de marzo. También exigieron la paralización de la reforma del Seguro de Enfermedad y la privatización del gigante eléctrico EdF, dos de los cambios en profundidad intentados por su Gobierno. Sin embargo, el presidente de la República, Jacques Chirac, mantiene su confianza en el primer ministro. Anoche aseguró que Raffarin "continuará su tarea" y que el programa de reformas propuesto por el Ejecutivo seguirá adelante, porque es "necesario para Francia".

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El jefe del Estado reconoció que los resultados del domingo fueron "decepcionantes para nosotros y para Europa", pero que ese revés se produjo en un contexto de sanción a casi todos los Gobiernos de los países de la Unión Europea. Por tanto, y en lo que a Francia se refiere, Chirac se atiene así a la formalidad de que el Gobierno sigue gozando de mayoría absoluta en el Parlamento nacional, por más que el partido gubernamental, la Unión por un Movimiento Popular (UMP), quedara reducido el domingo al 16,6% de los votos; 12 puntos menos que el Partido Socialista, revalidado en las urnas como la principal fuerza política del país.

¿Cómo es que una mayoría absoluta encoge hasta convertirse en una de las minorías en dos años escasos? La explicación no tiene nada que ver con lo que le ha sucedido al primer ministro británico, Tony Blair. El presidente francés y el Gobierno de París no se han desgastado por la política exterior y la guerra y posguerra de Irak. Su actitud contraria a la intervención ha gozado de consenso por parte de la izquierda: únicamente un grupo de liberales ha pasado factura a la UMP por no haber apoyado a Estados Unidos.

La verdadera razón del desgaste hay que buscarla en la polémica sobre las reformas sociales emprendidas, la falta de crecimiento económico y los discursos del Ejecutivo a favor de adelgazar unas Administraciones públicas y unas empresas estatales de las que dependen más de cinco millones de empleos directos (cerca del 20% de la población activa), con todo lo que eso implica de cuestionamiento del pacto social vigente en Francia desde la II Guerra Mundial.

Pocos tienen una idea clara de los objetivos perseguidos con las reformas gubernamentales: ni siquiera existe una Agenda 2010 en Francia. Los dirigentes de izquierda son conscientes de que sus listas no han sido votadas por el carisma de los candidatos, ni por la claridad de su programa, sino como instrumento de castigo contra un Gobierno que da miedo cuando propone privatizar EdF o recortar las prestaciones del seguro de enfermedad, después de haber alargado el tiempo de trabajo necesario para jubilarse.

Reelegido en 2002 con el 82% de los votos -como única alternativa posible al ultraderechista Jean-Marie Le Pen, que se coló en la segunda vuelta a costa del socialista Lionel Jospin-, el presidente francés es víctima de un error de estrategia. Chirac interpretó ese respaldo como la palanca que iba a forzar la reunificación de los grupos de centro y derecha en el seno de un partido único, la Unión por un Movimiento Popular, concebida como la máquina de ganar elecciones. El inventó funcionó en las legislativas de 2002, pero ha naufragado en la doble convocatoria electoral (regionales y europeas) de este año.

La solución para Chirac y los suyos sería aliarse con el centrista François Bayrou, convertido en el tercer hombre gracias al 11% de votos alcanzado por su partido, Unión por la Democracia Francesa (UDF).

El primer ministro, silencioso en público, lo ha intentado en privado. Sin embargo, el centro político francés ha llegado a donde está gracias a la autonomía demostrada frente a Chirac y su partido: se negó a participar en la operación reunificadora de 2002, fue tratado de "traidor" por ello y Chirac le robó a algunos de sus colaboradores, todo en una estrategia destinada a reducirle a cero. Ahora es Bayrou el que cree que el Gobierno está bajo mínimos y se ha aislado de la opinión pública.

En definitiva, los problemas de política interior han jugado mucho más que Europa o la política exterior. En términos estrictos de política europeísta, los movimientos de extrema derecha, los soberanistas de derecha y la extrema izquierda (todos ellos muy críticos con Europa, por razones diferentes) tienden a reducirse electoralmente.

A juicio de Pascal Perrineau, uno de los politólogos más respetados de Francia, la única persona capaz de volver a dar esperanzas a la derecha es Nicolas Sarkozy, ex ministro del Interior y actual titular de la cartera de Economía. Pero él mismo es escéptico respecto a la posibilidad de que Chirac confíe a Sarkozy su herencia política.

Así las cosas, ayer llegó a las redacciones una primera señal desde la oficina del primer ministro: Raffarin felicitaba públicamente al equipo francés de fútbol por la victoria del domingo frente a Inglaterra con dos goles de Zidane en los últimos minutos. A juicio del líder socialista François Hollande, "esto es el colmo del cinismo".

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