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63ª FERIA DEL LIBRO DE MADRID

Savater defiende la traducción como eje civilizatorio

Actos variados, lectores de todas las edades y "más autores firmando libros que ningún otro día" cerraron ayer la feria

Había clima de ahora o nunca: señores muy compuestos que aprovechaban el tiempo al máximo paseando el perro y eligiendo a la vez algún libro; madres que usaban el cochecito del niño de carrito de la compra (bibliófila), jóvenes en bicicleta o en rollers escogiendo un ejemplar aquí y otro allá... "¡Mira cómo se está poniendo de gente!", le dijo una amiga a otra, señalando hacia los pabellones. Eran las 11.30 del último día de la Feria del Libro de Madrid y la mañana ya prometía.

Poco después de las 12, el filósofo Fernando Savater y Katarzyna Adamska, traductora al polaco de Política para Amador (Ariel), cerraron los "Encuentros literarios de la Europa que se amplía" con un diálogo sobre el oficio del traductor. Moderó el debate Mario Merlino, presidente de la Asociación Colegial de Escritores, Sección Traductores (ACETT). "La traducción ha sido el eje civilizatorio de las culturas escritas. Sin ella, las grandes obras hubieran quedado clausuradas en su origen. Traducir es un acto de civilización que ha permitido el trasvase del espíritu de un continente a otro", afirmó Savater. Una idea que más tarde Merlino reforzó con una cita del autor: "Las naciones puras, las razas puras no producen más que aburrimiento o crímenes".

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Todo texto presenta complicaciones específicas al ser llevado a una lengua distinta de la original. Adamska afirmó, sin embargo, que no había tenido mayores dificultades a la hora de pasar al polaco el libro de Savater dada su claridad, porque "el texto daba la impresión de haber sido hablado, grabado, antes de ser escrito". Un halago que el autor de El gran fraude (Aguilar) agradeció: "Siempre he intentado escribir del modo más directo, que el estilo no gesticule ante el lector", dijo. Y agregó, en tono de confidencia: "Yo he sido y soy traductor. Cuando el franquismo me echó de la universidad sobreviví traduciendo. Cioran, Bataille, Voltaire, Diderot... Por eso sé de la complejidad y la recompensa de sentirte co-creador de una obra".

Al debate se unió la reivindicación: Merlino condenó la mala costumbre de "olvidar el nombre del traductor como si la traducción existiera por obra y gracia del espíritu santo editorial". La mesa se detuvo también en las dificultades que presentan distintos tipos de textos a la hora de ser traducidos: "Es más fácil traducir un libro técnico que un periódico, porque está lleno de lenguaje coloquial", dijo Savater. "Borges decía que son las formas más simples de un idioma las que presentan mayores dificultades. Y daba un ejemplo. ¿Cómo se traduce al francés 'ella estaba solita'? Hay mucho más que soledad en esa expresión".

Si no solos, sí menos acompañados estaban por esa hora en el pabellón Carmen Martín Gaite, donde se realizó un acto institucional de la Feria recordando el centenario del nacimiento y los 30 años de la muerte de Pablo Neruda. El poeta Miguel Munárriz, encargado de presentar el homenaje, un recital de poemas de Neruda a cargo de Sergio Macías, no pudo asistir porque, por ausencia del titular, debió oficiar de vocal suplente en una mesa de las elecciones europeas celebradas ayer. Ausencia cívica que Neruda no habría condenado. "Si hablamos de la construcción de Europa, homenajear a Neruda es obligado: él ha sido como poeta un constructor del mundo", destacó Fernando Valverde, director adjunto de la Feria.

Tras sus 50 minutos de debate, Fernando Savater salió disparado a encontrarse cara a cara con los lectores que ya hacían cola frente al stand de EL PAÍS, esperando su dedicatoria. La densidad de escritores firmando libros por metro cuadrado que había ayer en el parque del Retiro sorprendía a propios y ajenos. "Tenemos una lista oficial en la que para hoy figuran 111 autores, pero hay editoriales que modifican el plan original y suman algunos a última hora. Es imposible saber cuántos son. Pero creemos que hay más autores que cualquier otro día", confirmaban en la organización.

"Me apetece leer algo más. ¿No tiene otra novela suya?", le preguntaba una joven a Juan Cruz (Tenerife, 1948), que firmaba ejemplares de La playa del horizonte (Destino), en la caseta 49, junto a Manuel Rivas. "El encuentro con la gente es fantástico", señalaba el autor canario, para quien sin embargo lo más conmovedor de esta Feria ha sido "que José Saramago, durante la presentación de su última novela, recomendara al público que leyera la mía". El sábado, el premio Nobel de Literatura lo había señalado como "un libro magnífico". Juan Cruz no dudó en calificar esta novela -"que combina autobiografía y sueños"- como la que más le ha costado escribir "porque es la vida que más me ha costado vivir".

Memoria hacia el futuro

Lo de las duplas de autores se dio bien. A Antonio Soler y Vicente Verdú les tocó compartir mesa, pero no fueron los únicos. "¡Anda! Está firmando Lorena Berdún, la chica ésta...", se oyó a las 13.30, en boca de un señor que pasó, miró, pero no compró.

En la caseta 267, en efecto, Maruja Torres y la sexóloga Lorena Berdún (con su perro Willy en brazos) firmaron codo a codo y sin descanso. Para la autora de Hombres de lluvia (Planeta), la tarde sería más relajada: "Me voy a Barcelona a votar".

Berdún, en cambio, haría doble turno: a las 18.15 presentó Nuestro sexo (Grijalbo), con lleno total. "Lo importante del libro, para mí, es que aporte algo. Que la gente aprenda a resolver las dudas que tiene sobre su sexualidad", explicó la autora ante un público incondicional, que la siguió desde la pantalla de la televisión hasta el pabellón Carmen Martín Gaite.

Con el final del día llegó Madrid, territorio de la memoria, un debate sobre figuras literarias del pasado que organizan la Asociación Colegial de Escritores y el Círculo Literario de Madrid y que ayer reunió a Juan Mollá, Fernando Martínez Láinez y José María Pérez, Peridis. La presentación estuvo a cargo de Regina Valenzuela.

También hubo títeres y en el pabellón Europa Cuenta, historias (Pinocho y el burrito) y un espectáculo (El retablo de la ventana).

La tarde se fue apagando de a poco y el público infantil también tuvo su lugar. Sobreviviendo al calor gracias al control mental o a un curso rápido de faquir, quién sabe, dos mártires se pasearon saludando a los pequeños disfrazados de Homero y Bart Simpson.

El paseo de coches del Retiro se llenó hasta los topes de escritores y lectores.

/ GORKA LEJARCEGI
El paseo de coches del Retiro se llenó hasta los topes de escritores y lectores. / GORKA LEJARCEGI

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