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Galicia celebra el Día das Letras entre festejos y críticas

A comienzos de los años sesenta, los atribulados supervivientes del galleguismo político refugiados en la actividad cultural tuvieron la idea de celebrar el Día das Letras Galegas. Aquella reivindicación, casi clandestina, de la Real Academia Galega se ha convertido en un día festivo, el 17 de mayo, conmemorado por las instituciones políticas y académicas y al que se suman todo tipo de iniciativas, desde asociaciones de vecinos que organizan maratones de lectura, a los periódicos, que tradicionalmente editan hoy su portada en gallego.

De los cerca de 2.000 libros editados en Galicia el pasado año, 1.498 lo fueron en gallego; de narrativa se suelen imprimir 1.500 ejemplares, y de poesía o ensayo, 800. La creación literaria sigue atrayendo vocaciones, y los autores ya consolidados suman lectores y traducciones. En un mercado donde los libros no se anuncian en televisión, y prácticamente en ninguna otra parte, Manuel Rivas ha vendido en cinco años 62.000 ejemplares de O lapis do carpinteiro, y Agustín Fernández Paz, en diez, 53.000 de Cantares de inverno. El más vendido del año pasado fue Trece badaladas, de Suso de Toro (10.000 ejemplares).

Prejuicios

"Se ha avanzado mucho, y los libros en gallego tienen un público fiel, aunque siempre se puede ver la botella medio llena o medio vacía. El problema del Día das Letras es que se ha institucionalizado y cargado de liturgia. Debería volver a ser laborable", señala Víctor Freixanes, director de Galaxia, la editorial que recuperó el libro gallego en la posguerra. Una propuesta que comparte su colega de Edicións Xerais, Manuel Bragado. "Es una fiesta que languidece, entre otras cosas, por tener que dedicarla necesariamente a un autor que lleve 10 años muerto. Al prejuicio vigente de que 'el gallego lo hablan los de la aldea', se le suma el de que 'la literatura gallega es de unos pesados que ni conocemos", considera Bragado.

El gallego es, aparte del castellano, el idioma español con mayor índice de conocimiento. Según el censo de 2001, el 99,16% de la población gallega lo entiende, un 91,5% lo sabe hablar y un 56,85% lo habla siempre. Pero es el único que pierde hablantes. En 10 años se han duplicado (de un 6 a un 12,8%) los que no lo hablan nunca, un fenómeno vertiginoso en las ciudades y en los jóvenes. A efectos de lectura, si ya uno de cada dos españoles de entrada se niega a leer, en Galicia se suma que la escolarización en gallego es reciente, y la han recibido los que menos lo hablan (sólo lo usa el 30% de los menores de 25 años), mientras que los que lo usan suelen tener problemas para leerlo o escribirlo (es gallegohablante el 70% de los mayores de 65 años).

Si se pierden hablantes, se pierden lectores potenciales. O quizá no, porque como recuerda Bragado que se ironizaba en el reciente Congreso de Editores, "afortunadamente se compran muchos más libros de los que se leen".

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