La odisea de los becarios de doctorado extranjeros
Alumnos latinoamericanos que estudiaron en España con ayudas de la AECI lamentan el recorte de la duración de estos programas
Obtener una beca de estudios de posgrado en España es una excelente oportunidad de futuro para los estudiantes latinoamericanos. De los beneficios académicos y laborales para los becados no se duda ni a un lado ni a otro del océano. Se menciona también la necesidad de que España apoye más a las universidades iberoamericanas y gran parte de los entrevistados concretan esa ayuda en la necesidad de ampliar la duración de las becas del Ministerio de Asuntos Exteriores (MAE) que gestiona la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI). Estas becas tuvieron durante más de 50 años una duración en la práctica de cuatro años. Pero recientemente se reformaron y se recortaron a dos años. Aquel cambio suscitó no pocas críticas tanto de estudiantes como de otras voces autorizadas del mundo académico que no veían cómo se puede concluir un doctorado en ese tiempo.
"Una mala beca". Ésta es la opinión de Rodolfo Cardenal, vicerrector académico en la sede de San Salvador de la Universidad Centroamericana (UCA), sobre las ayudas a estudiantes universitarios tal y como quedaron tras la reforma. Para el responsable académico de esta universidad, gestionada por los jesuitas, "en los Estados Unidos existen mejores ayudas, tanto a nivel de dotación económica como de duración, que permiten realizar y defender con garantías una tesis doctoral".
Pero no todos los responsables universitarios iberoamericanos se muestran tan críticos. Para el vicerrector académico de la Universidad Politécnica de El Salvador (UPES), Carlos Puente, "los proyectos de cooperación con España han aportado muchas ventajas competitivas". "Las becas son una oportunidad de promoción especial para este centro y sus alumnos", añade. La UPES tiene establecidos diversos convenios de colaboración con la Universidad de Castilla-La Mancha y la Politécnica de Madrid, fruto de la relación establecida tras el paso de varios alumnos por estas universidades. "La oferta de becas españolas es suficiente, aunque falta divulgación y seguimiento. Haría falta un enlace más directo y también un apoyo mayor a la gestión universitaria", señala Puente.
José Rafael Granados es uno de los estudiantes de la UPES que ha tenido la oportunidad de reforzar sus estudios con dos becas concedidas por la AECI. Este salvadoreño de 32 años, ingeniero civil, explica que estas ayudas "se valoran mucho" porque " los estudios en España además aumentan las posibilidades de encontrar trabajo". Granados, que es ahora profesor en la universidad, también apunta que salir al extranjero es importante porque "se conoce otra cultura, la mente se abre y se tienen unas perspectivas más amplias".
España es para muchos estudiantes latinoamericanos su principal alternativa para poder ampliar su formación universitaria. En el actual año académico, unos 3.000 estudiantes (la mayoría latinoamericanos) cuentan con becas que concede la AECI. Dos terceras partes de las ayudas, con una dotación media de 900 euros mensuales, corresponden a las nuevas y polémicas becas MAE y el resto son de cooperación interuniversitaria.
El convenio firmado en abril de 2002 entre el Ministerio de Asuntos Exteriores (MAE) y rectores de diversos centros fue muy criticado por gran parte de la comunidad universitaria española, porque se recortan los tiempos para realizar el doctorado de cuatro a dos años. Uno de los argumentos esgrimidos entonces por responsables de Exteriores para llevar a cabo esta modificación era que muchos estudiantes becados no retornaban a sus países de origen.
Martín Guerra tiene 36 años y pasó tres en España con una beca de la AECI. Ha cursado un doctorado en la Universidad Autónoma de Barcelona. Guerra es profesor de Matemáticas en la Universidad Nacional de El Salvador (UES) y espera volver a España en breve para leer su tesis. "Estas ayudas dan prestigio, abren caminos y permiten integrarse en un equipo de investigación. Sin embargo, sería necesario garantizar cuatro años de financiación para concluir con éxito los estudios", afirma.
Su compañero Luis Gilberto Parada, de 35 años, logró su doctorado en Químicas por la Universidad del País Vasco. "Mi experiencia como becado fue positiva, pero los tiempos de las ayudas son muy cortos. Hay que tener mucha suerte para acabar un doctorado en ciencias experimentales en tres años. Además, es necesario un mayor seguimiento de los estudiantes durante y tras la formación", apunta Parada.
Guillermo Navarrete, arquitecto y profesor de 46 años, espera regresar a España en 2004 para presentar su tesis doctoral. Por su experiencia personal -dos veces becado y actualmente doctorando por la Universidad de Castilla-La Mancha- y su relación con otros docentes y estudiantes latinoamericanos, Navarrete considera que "las ayudas de posgrado son una excelente oportunidad, pero es necesario ampliar esta experiencia y establecer y estrechar más vínculos a nivel científico, técnico e institucional".
En Guatemala, la decana de la facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Rafael Landívar, Carla Villagran, comparte la opinión de su colega salvadoreño. "Se deberían potenciar más los programas entre instituciones. Ahora se fomentan los intercambios y las becas individuales, tanto para estudiantes como docentes, pero de esta forma no se favorece el desarrollo y el fortalecimiento de las universidades latinoamericanas", afirma. Villagran, de 38 años, cursó también su doctorado en España a principios de los años noventa. "La beca me ayudó definitivamente en mi vida laboral, pero debería ampliarse el tiempo de duración", señala.
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