El precario alto el fuego en Faluya permite a los civiles abandonar la ciudad sitiada
El derribo de un helicóptero de EE UU hizo temer por el fracaso de la tregua
Jalil Ismael el Ani y su familia descansan después de tres horas de viaje y siete días de guerra. Acaban de llegar de Faluya, a 50 kilómetros de Bagdad, pero a pesar de la tregua, salir de la ciudad sitiada les ha exigido un gran rodeo por caminos rurales y carreteras secundarias. "Al menos he logrado salvar a mi familia, pero mañana regreso", dice Jalil sin aclarar si para luchar o para proteger su casa. "Es mi responsabilidad", resume. Pese a los tiroteos esporádicos, anoche se mantenía el alto el fuego entre la Coalición y los insurgentes.
No obstante, no había signos de que los marines fueran a retirarse del perímetro de la ciudad antes de las 22.00, como exigían los insurgentes para consolidar el cese de hostilidades. El derribo de un helicóptero a media mañana hizo que se temiera por el fracaso de la tregua. Sin embargo, Fuad al Rawi, uno de los mediadores del Partido Islámico, indicó a este diario que el incidente se había producido fuera de Faluya y que no tenían quejas de ninguna de las partes sobre el desarrollo de la jornada lo que le permitía ser "optimista" de que iba a respetarse el alto el fuego. Más tarde, un portavoz militar confirmó que el aparato había sido alcanzado a cinco kilómetros al oeste del aeropuerto de Bagdad y que sus dos tripulantes habían muerto.
"Hemos salido de Faluya a las once y media, una hora después de que se decretara la tregua", explica con gran calma Jalil. Y, sin embargo, no ha debido ser fácil mover a una familia de 11 personas, con su mujer y sus nueve hijos, y ocuparse además de dos mujeres que viajaban solas con sus cuatro hijos porque sus maridos, muyahidín, se han quedado combatiendo en la ciudad. "Hemos venido en una furgoneta, gracias a uno de las decenas de voluntarios que han arriesgado sus vidas para venir a traer comida, medicinas y otras cosas", señala agradecido. Recela cuando se le pregunta si esas "otras cosas", incluyen armas. "Otras cosas", zanja con sequedad.
Aunque su aspecto no responde al prototipo de combatiente, Jalil no esconde sus simpatías hacia la resistencia. "Estoy de acuerdo con las operaciones de los muyahidín para defender nuestra ciudad", manifiesta. "En mi opinión, EE UU ha lanzado esta guerra contra nosotros porque quería aplastar Faluya. Lo de los cuatro americanos asesinados ha sido un mero pretexto", añade. Afortunadamente su barrio, Al Moalimín, no ha resultado muy afectado por los combates y no tiene que llorar a ningún muerto en su familia. "Lo único que deseo ahora es ponerlos a salvo", indica rodeado de los suyos en la casa de unos parientes en el barrio bagdadí de Jadra.
Como ellos, cientos de civiles, quizá algunos miles, inundaron ayer las salidas de Faluya, agotadas por una semana de sitio y de combates. Era una prueba más de la fragilidad de la tregua. La mayoría eligió carreteras secundarias para evitar encontrarse con las tropas norteamericanas. "Nosotros nos hemos dirigido hasta Al Noamiya, luego a Aseidán, Tarmiya y aquí, no hemos visto un solo puesto de control, ni siquiera de la policía iraquí; nadie nos ha parado", relata Jalil. Pero antes de poder emprender esa ruta, este padre de familia y los suyos han visto una imagen que no olvidarán jamás. "Los barrios de Al Yolan y Nazzal están destruidos", musita con un gesto de dolor.
"Hemos sido la última familia en dejar la calle", apunta como si tuviera que justificar su decisión. "El otro medio centenar de familias han ido marchándose desde que empezaron los combates, en especial desde el viernes", añade. Ese día se redujo algo la intensidad de los enfrentamientos, lo que permitió que grupos de mujeres, ancianos y niños dejaran la ciudad. Según el presidente de la Media Luna Roja iraquí, Adnán al Yuburi, "cerca de 5.000 familias se han trasladado a causa de los combates hacia la zona desértica de Al Noamiya", al suroeste de Faluya, donde su organización trata de atenderlos con tiendas de campaña, agua y alimentos.
Ayer, acompañando el convoy de la Media Luna Roja iraquí, un pequeño grupo de reporteros pudo acceder a Faluya durante algunas horas. Su descripción hablaba de una ciudad vacía, donde la única presencia humana visible eran los hombres armados que se movían por las bocacalles. De vez en cuando se escuchaban los tiros esporádicos de los francotiradores.
Jalil, que desde hace nueve años regenta una tienda de pintura para coches, se declara "funcionario jubilado", pero no quiere decir en qué consistía su trabajo en la Administración. Su edad, 47 años, y su porte, cuidado y sin barba, permiten deducir que fue militar u oficial de los servicios de seguridad.
[Un batallón del nuevo Ejército iraquí se negó esta semana a luchar en Faluya, señaló ayer a la cadena NBC el general Ricardo Sánchez, responsable de las fuerzas de la Coalición en Irak. "Sabíamos que existían algunos riesgos al formar fuerzas de seguridad tan rápidamente", afirmó.]
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