"La principal vía de la seguridad es la comprensión"
Rafael Argullol acaba de publicar en Destino la segunda entrega de sus Cuadernos de travesía, un conjunto de pensamientos que surgen de los numerosos viajes que emprende y que ejemplifican lo que él llama "literatura nómada". El título de esta segunda serie, que sigue a El cazador de instantes, y que abarca el periodo comprendido entre 1996 y 2002, es El puente de fuego. "Es un tipo de libro escrito en estaciones o en aeropuertos", comenta. "Son pinceladas casi siempre de viaje. Toda mi vida he viajado mucho, pero en los últimos años más. En los cinco meses previos a la Navidad estuve en 11 países de cuatro continentes". La publicación de estos cuadernos coincide con Del Ganges al Mediterráneo (Siruela), un diálogo intercultural entre el pensador indio Vidya Nivas Mishra y el mismo Argullol.
"La idea de fondo es que viajar consiste en salir fuera de nosotros para mirarnos"
"Éste es un mundo de sospechas porque se basa en la alimentación constante del miedo"
Pregunta. ¿El viaje le inspira literariamente?
Respuesta. La idea de fondo de estos cuadernos es que viajar consiste en salir fuera de nosotros para mirarnos. No hace falta ir muy lejos para adquirir esta perspectiva. Podemos ir a 10 pasos o a la lejanía, pero lo que importa es que salimos fuera para mirarnos. En el conjunto de mis libros quería que lo que he calificado de "literatura nómada" fuera una literatura muy determinada, hecha como en las intersecciones del mundo que se producen cuando viajas.
P. Sus notas no son las habituales de los libros de viajes. Parecen más bien rehuir lo concreto.
R. Lo que anoto no son descripciones de lugares que visito, sino pinceladas, croquis. Por otra parte, diría que todos mis libros, incluso las novelas, salen de los viajes. En los Cuadernos de travesía lo que hago es una reinterpretación de estas pinceladas. Las notas de los cuadernos son como iluminaciones y se pueden recrear de diferentes maneras. En este sentido, la literatura nómada estaría ligada a la descripción casi directa de las iluminaciones. Insisto: mis notas de viajes son todo lo contrario de realistas. En los viajes, a veces, se produce una conexión mágica en la que, a través de la visión de algo, te ves a ti en la infancia o tienes una visión mítica. La riqueza de la literatura nómada es que es el contrario de una guía de viajes.
P. Escribe en el prólogo que no acepta la etiqueta de aforismos aplicada a estos textos.
R. Es que propiamente no lo son. Los críticos calificaron como conjunto de aforismos mi primer cuaderno de travesía, El cazador de instantes, pero discrepo. Los textos de estos cuadernos pueden adoptar forma de aforismos, pero para mí son poemas en prosa, pensamientos o pequeños relatos. Varían de acuerdo con la iluminación previa de que parten.
P. En varias notas aparece la necesidad de transcender el yo.
R. El yo acaba siendo, aparte de inaceptablemente filosófico, muy pesado desde el punto de vista cotidiano. Creo que puede hacerse una división entre los que ven el yo a través del mundo y los que ven el mundo a través del yo. Cada vez me interesan más los primeros y me aburren más los segundos. Es curioso: a medida que se enriquece el mundo, se desnuda el yo.
P. Por lo leído en El puente de fuego, tiene tendencia a despojarse de lo innecesario.
R. Tiendo a la austeridad, pero como una consecuencia. Considero que estoy en un viaje de ida. Me desagradan los que están siempre de vuelta. Cuando más conoces, más austera es la mirada y la visión de las cosas. Una paradoja del capitalismo es que a medida que aumenta la riqueza, disminuyen las necesidades. De joven, el equipaje con que viajaba era absurdo, lleno de cosas innecesarias y duplicadas. A medida que pasan los años hago unos equipajes más zen.
P. Sus cuadernos abarcan el periodo comprendido entre 1996 y 2002, pero no aparece en ellos el atentado del 11-S en Nueva York.
R. La época en que vivimos está presente, pero sin estar transcrita en forma de noticia. La idea es, como decía al principio, de escritura transversal. Huyo de la noticia y del yo. Vivimos en una época dominada de un modo aplastante por la psicología cotidiana de los medios de comunicación y pienso que el narcicismo, que en el individuo es el yo, en la sociedad consiste en mirarse constantemente el ombligo de las noticias.
P. ¿Considera que el tiempo es el auténtico lujo cuando se viaja?
R. El tiempo es una de las grandes cuestiones de nuestra época. Estamos sometidos a lo que yo llamo el vértigo inmóvil. Todo va muy de prisa alrededor, pero nosotros no nos movemos. En la experiencia profunda del viaje ocurre exactamente lo contrario: todo va a un tiempo lento que te da profundidad. La verticalidad que obtienes en los viajes te hace entrar en las distintas capas de la existencia.
P. El puente de fuego se abre con una preciosa historia de Tanzania en la que unos artesanos de madera queman sus tallas cuando muere el propietario y depositan las cenizas en el bosque para que alimenten el Gran Árbol.
R. Esta sensación de muerte y renacimiento te la proporciona la experiencia del tiempo que te da la actitud del viaje, la voluntad de ir a fuera para mirarte. Es el viaje lo que te da la sensación de muerte y de renacimiento, como los ídolos de Tanzania o como la serpiente, renovando las distintas capas de nuestra alma.
P. Hay, en el fondo del libro, un acercamiento a la filosofía de Oriente...
R. Creo que en estos momentos, tal como está el mundo, sería más propio hablar de Orientes y Occidentes. Aparte de la realidad física, hay un conflicto interno. Ahora bien, si Oriente es la necesidad de confrontar la acción con la contemplación, diría que sí que me he orientalizado. Para mí, la contemplación es la capacidad de volver a entender la palabra, tanto en el sentido idiomático como en el simbólico. Estamos en riesgo de entrar en una etapa de la humanidad en la que seremos incapaces de leer simbólicamente el mundo a través de la palabra. Siempre he sido partidario de la acción, pero si ésta nos priva de tener acceso a la palabra, acaba siendo autodestructora. Para mí, buscar Oriente es buscar la palabra, en el sentido físico y simbólico.
P. Esta actitud conecta con el otro libro que publica, Del Ganges al Mediterráneo.
R. No deja de ser curioso que en un mundo de gran comunicación como el nuestro se dé la incapacidad de hablar con el vecino. Este libro refleja mis ganas de mostrar un gran contraste cultural a partir de la fascinación física por la India. Creo que en el mundo ha habido tres grandes palabras: la bíblica, la griega y la india. La bíblica y la griega son las que han marcado la civilización occidental y yo me he propuesto dialogar con la otra gran cultura de la palabra que es la india.
P. ¿Cómo se llevó a cabo el diálogo con Vidya Nivas Mishra?
R. Pasaron cinco años entre la concepción y la publicación. Establecimos contacto por medio de Óscar Pujol Riembau, un sanscritista catalán que estudió en la Universidad de Benarés. Vydia Nivas Mishra es un pensador y poeta muy conocido en la India, un sabio de la vertiente tradicional de la India. Iniciamos una etapa epistolar para consensuar los temas a dialogar; en una segunda etapa, dimos respuesta por escrito a los temas planteados, y en una tercera, dialogamos en Benarés y en Barcelona.
P. ¿Fue fácil el diálogo o evidenció las diferencias entre ambas culturas?
R. Creo que fue muy positivo que en ambos casos no se trataba de intelectuales en el sentido habitual. Los dos estamos inclinados hacia la literatura, y el puente estético facilitó el diálogo. Hubo algunas dificultades, claro está, pero ni yo quería convencerle a él ni él a mí. Se trataba de hablar de unos temas del mundo y buscar puntos de contacto.
P. ¿Qué lección sacó?
R. Muchos intentos de diálogo intercultural fracasan porque no hay una conversación como la que planteamos nosotros. Para que funcione el diálogo tiene que haber un triple intercambio: idiomático, conceptual y espirtitual sensible. Los grandes puentes son siempre los estéticos. Yo no iba a recibir la luz de Oriente. Estos viajes de ir a buscar la luz de Oriente son para mí un excedente del colonialismo.
P. ¿Qué es lo que suele fallar en la relación Oriente-Occidente?
R. En general, en lo que podemos calificar de diálogo político-diplomático falla el triple nivel de diálogo. Se quedan sólo en el primero, en el de las palabras, y así no puede ir bien. Es cuestión de tiempo.
P. Cada vez es más tensa la relación entre el primer y el tercer mundo...
R. La relación que hay ahora entre el mundo islámico y el mundo occidental está, en efecto, en las antípodas de lo que estábamos comentando. Nos movemos en el territorio de las proclamas y de insistir en la necesidad de la seguridad. La principal vía de la seguridad es la comprensión. Para comprender al otro se tiene que afrontar la complejidad de un diálogo así. La fórmula elegida de seguridad y de exportación de los derechos humanos es falsa. Pienso que el miedo hoy es muy grande. En el primer mundo, la gente tiene miedo al terrorismo. En el tercer mundo, a la desesperación. El grado de desesperación en muchos países es enorme y la palabra clave ahora es miedo. En este momento, el mundo es un mundo de sospechas, porque se basa en la alimentación constante del miedo. Para recibir algo te has de desarmar previamente.
El ensayista y escritor publica en estos días dos libros que, pese a su disparidad formal, buscan en ambos casos una mayor y mejor comprensión del ser humano y del mundo que le ha tocado vivir. El puente de fuego (Destino) es la segunda entrega de sus Cuadernos de
travesía, y en él se recogen una serie de pensamientos y reflexiones anotados entre 1996 y 2002.
Del Ganges al Mediterráneo (Siruela) transcribe un diálogo intercultural entre el pensador indio Vidya Nivas Mishra y el propio Argullol.
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