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Columna
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Experiencia y misterio

Manuel Rico

"Recorrer la memoria de las habitaciones / es provocar la niebla del interrogatorio". Estos dos versos del poema Y mirarse a los ojos, perteneciente al libro La intimidad de la serpiente, ilustran la sutil evolución hacia una mezcla entre lo meditativo y lo imaginario de la poesía más reciente de Luis García Montero. Su protagonismo en el cambio que vivió la lírica española al comienzo de los años ochenta, sustentado en una poesía que reclamaba una suerte de intimidad dentro de lo colectivo, una poesía crítica de formas directas, conversacionales, que enlazaba con las poéticas del cincuenta y, en paralelo, con Antonio Machado, con el Alberti más evocativo o con poetas como Pasolini, o Pavese, ha llevado a situar a García Montero, quizá de manera excesivamente cartesiana, en el espacio del realismo o de la "poesía figurativa". Sin embargo, el libro galardonado con el Premio de la Crítica va más allá de esa calificación. Es la expresión de un poeta maduro, que no desdeña la capacidad reflexiva del poema, que ahonda en los pasadizos de la memoria, que afronta la meditación sobre el presente y sobre una sociedad contradictoria sin eludir el fantasma de la decepción y de la renuncia ni la presencia de lo misterioso que alienta en los pequeños espacios de la vida cotidiana y en los intersticios del lenguaje Libro de búsqueda, de indagación en nuevos horizontes poéticos y existenciales. No desde la tabla rasa o desde la renuncia a la experiencia acumulada y puesta en juego desde el inaugural El jardín extranjero (1983) hasta el precedente Completamente viernes (1999), sino mediante la búsqueda de una síntesis superadora. Luis García Montero, con La intimidad de la serpiente, optó por conferir una mayor complejidad a su poesía. Y por dotarla de ventanas al misterio: "¿Dónde va el perseguido? / A buscar el idioma de los árboles muertos". Y lo hizo sin abandonar el componente civil y sin dejar de lado el peso de lo cotidiano. Una síntesis difícil que se abre paso lentamente en la poesía española, que el Premio de la Crítica viene a confirmar, y que esponja fronteras estéticas que hace sólo una década parecían impermeables.

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La crítica premia a Zúñiga y García Montero

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