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Científicos y humanistas exploran confluencias en la sociedad actual

La biología augura una revolución tecnológica y altera los conceptos de vida y de ser humano

C uando los científicos no hablan directa y exclusivamente de ciencia en reuniones y congresos, suelen ocuparse de política científica y de la financiación de la investigación. De ahí la originalidad de unas jornadas celebradas la semana pasada en Génova (Italia) en las que personalidades de la biomedicina, la filosofía, la sociología, la política y el arte han explorado territorios de confluencia y de conflicto -o incomprensión- entre sí.

La biología contemporánea augura un impacto revolucionario en la salud humana, en la agricultura, en la alimentación, en el medio ambiente y en un amplio abanico de productos y servicios. Pero también viene aportando un gran volumen de datos a lo que tradicionalmente ha sido la misteriosa esencia de la vida, incluido el ser humano.

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Ambas facetas se ramifican en la sociedad, la política, las ideologías y la cultura. Por ello, la Comisión Europea, en concreto el Grupo Asesor sobre Ciencias de la Vida (EGLS), consideró oportuno convocar la reunión de Génova, que duró dos días y se organizó en cuatro sesiones de debate: Ciencias de la vida y la confianza en el progreso; Los retos y limitaciones del reduccionismo; Ciencia y democracia y Ciencia y ficción: el impacto de las ciencias de la vida. El comisario europeo de Investigación, Philippe Busquin, y el español Víctor de Lorenzo, del Centro Nacional de Biotecnología y presidente del EGLS, abrieron las sesiones, con participación de unas 200 personas.

"El debate público sobre el papel de las ciencias de la vida y la biotecnología en la sociedad actual es importante para comprender las consecuencias de la investigación moderna y su impacto en una amplia utilización de la nueva tecnología", dijo Busquin. "Hoy no podemos hablar de investigación sin tener en cuenta lo que es capaz o incapaz la ciencia de lograr, los avances científicos y médicos han mejorado tremendamente nuestra calidad de vida, pero también han creado muchos dilemas sociales y morales, el impacto de estos avances en la sociedad y la cultura europeas no pueden ser ignorados".

Tras una exposición histórica de la idea de progreso a cargo del biólogo y especialista en ética Axel Kahn, el filósofo Evandro Agazzi se refirió al materialismo y a la potencia de la tecnología, que reposa sobre el conocimiento científico. "No se trata sólo de explicar los fenómenos, sino de intervenir en el mundo, modificarlo y producir cosas nuevas", aseveró. En cuanto al sentido, la dirección y las opciones del progreso señaló: "La diferencia entre 'ser' y 'deber' ser no existe en la naturaleza, sino sólo en el hombre".

Helga Nowotny, socióloga, apuntó que la ciencia avanza hacia lo desconocido, pero que cuanto más se avanza, más hay que pensar en el impacto en la organización social, sin olvidar la necesidad de "acomodar el pluralismo" en el sistema.

Al abordar la cuestión de la aceptación social de la ciencia, algo que preocupa a los científicos y a los gestores de la ciencia porque la desconfianza social resta apoyo a la investigación y, por tanto, recursos y sangre joven a la comunidad científica, los ponentes estuvieron de acuerdo en la necesidad de hacer participar a la sociedad cuanto antes en las implicaciones de los avances. Se puso como ejemplo de lo que no hay que hacer la llegada repentina de los organismos modificados que la sociedad se ha encontrado casi como productos sin poder discutir ni entender a fondo de qué conocimientos proceden, qué tecnologías los crean y qué perspectivas abren, lo que se traduce en recelo y rechazo ante lo desconocido.

"¿Cómo integrar la idea democrática y participativa con la libertad de investigación?", planteó Busquin, recordando el debate de la experimentación con células madre embrionarias.

Sobre el reduccionismo centró la cuestión el genetista Luca Cavalli Sforza, recordando que ha sido una exigencia de la investigación científica cada vez más especializada, con la contrapartida negativa del exceso de fragmentación de las disciplinas. "Pero la ciencia es una actividad que se autocorrige", añadió, defendiendo la interdisciplinariedad contra los peligros del reduccionismo. El teólogo Fraser Watts aconsejó diferenciar entre "reduccionismo metodológico y reduccionismo ideológico", aludiendo este último a la pretensión de considerar la ciencia como el único método de conocimiento.

Como coordinador de este debate, De Lorenzo apuntó: "Estamos viviendo una época en que tenemos tecnologías que no proceden de la biología, sino de otras disciplinas, y las estamos importando para abordar la complejidad biológica. "Un caso clarísimo es la computación, la bioinformática. Me parece fundamental la teoría de redes, que se relaciona con la sociología y con las teorías de la comunicación, y la está aprovechando la biología más actual para abordar la complejidad de los sistemas biológicos".

El filósofo Giovanni Vattimo defendió el debate abierto y democrático. "¿Debe haber libertad absoluta de la genética, controlada sólo por las fuerzas de mercado?", se preguntó. "¿Una pareja que hiciese manipular los genes del futuro hijo para que fuese músico, viola los derechos del hijo que a lo mejor querría ser piloto? ¿Cómo se sentirá una persona que se sabe manipulada genéticamente?".

También el arte y la ciencia protagonizaron una sesión interesante, en la que se planteó que, siendo ambas actividades intelectuales humanas, de creatividad, mantienen diferencias. Sin Leonardo da Vinci no existiría La

Gioconda, mientras que si Crick y Watson no hubieran descubierto la doble hélice de la que arranca la moderna biología, otros lo habrían hecho. El arte es creación personal, mientras que la esencia de la actividad científica es el descubrimiento de la realidad, que si no lo hace uno lo hace otro, destacó De Lorenzo. Al final, en resumen, "la gran novedad del encuentro del Génova ha sido el encuentro mismo", concluyó el científico español.

El comisario europeo Philippe Busquin (izquierda) y el biólogo Víctor de Lorenzo, en las jornadas de Génova.
El comisario europeo Philippe Busquin (izquierda) y el biólogo Víctor de Lorenzo, en las jornadas de Génova.AR

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