Francia y Alemania reciben con escepticismo la nueva iniciativa de la Casa Blanca
La UE y los países árabes creen que Washington trata de difuminar el fracaso en Irak
La creación de un Gran Oriente Próximo democrático que abarque desde Marruecos hasta Afganistán, la última de las iniciativas de George W. Bush, con la que el presidente de Estados Unidos quiere implicar a la Unión Europea y a la OTAN, corre peligro de quedar abortada antes incluso de que el titular de la Casa Blanca la presente en el G-8 el próximo junio en Sea Island (Georgia). Ni europeos ni árabes se sienten muy cómodos con el nuevo plan diseñado por los norteamericanos, que para muchos suena como un intento de difuminar el fracaso de la misión en Irak.
El presidente egipcio, Hosni Mubarak, inicia hoy una gira por varias capitales europeas para comunicar su fuerte escepticismo ante un plan que, de entrada, no ha sido consultado con quienes deberían ser sus mayores beneficiarios. Y la Liga Árabe así lo hará constar en su próxima cumbre este mes. Paralelamente, Francia y Alemania, en un nuevo gesto conjunto, han dejado claro que se desmarcan de la estrategia de la Casa Blanca e invitan a los demás socios de la Unión a definir otra propiamente europea, en la que se recalque que el núcleo del problema pasa imprescindiblemente por la solución del conflicto palestino-israelí.
Lo dijo hace tres semanas en la conferencia de defensa de Múnich el ministro alemán de Exteriores, Joschka Fischer, al proponer una "iniciativa transatlántica para Oriente Próximo", en la que estuviera implicada la OTAN, y lo recalcó también allí el rey Abdalá de Jordania. El conflicto representa el "auténtico reto" para lograr una zona de paz y surtan efecto medidas de reforma, dijo el monarca.
"Recrear una dinámica de paz es condición indispensable para sacar adelante cualquier iniciativa en la región", ha declarado recientemente el ministro francés de Exteriores, Dominique de Villepin. París y Berlín afirman que la UE debe tener un enfoque distinto, aunque complementario, con el de EE UU, que considera inaplazable la democratización de la región mediante reformas educativas y económicas que frenen el fundamentalismo religioso, así como la mayor cooperación de los gobiernos en la lucha contra el terrorismo y las armas de destrucción masiva. Los europeos coinciden en la tesis sobre la amenaza que constituyen el terrorismo y las armas, pero también insisten en que ambos fenómenos no se vencen sólo con medidas de seguridad, sino atacando de raíz problemas como la pobreza y el subdesarrollo.
"La UE debería adoptar un enfoque distinto y a la vez complementario con el de EE UU aprovechando sus propias instituciones e instrumentos", señala la iniciativa franco-alemana, que ambos gobiernos quieren sea abordada en la próxima cumbre europea a finales de marzo en Bruselas.
La cuestión palestina
Tanto para el Alto Representante de la UE, Javier Solana, como para el comisario de Relaciones Exteriores, Chris Patten, es equivocado tratar de imponer desde fuera cualquier receta, y más aún si no se tiene en cuenta una solución para la crisis palestino-israelí. La voluntad de arreglar esta crisis se menciona de modo destacado en la flamante estrategia de seguridad de la UE, la primera en la historia del bloque europeo.
La UE no carece de instrumentos que sirvan para el desarrollo en parte de la región. Uno de ellos es el llamado Proceso de Barcelona, el mecanismo de cooperación política, económica y cultural suscrito en 1995 en la capital catalana por todos los socios europeos y los países de la cuenca sur del Mediterráneo, incluido Israel. En Bruselas se admite casi diez años después de su lanzamiento que el diálogo euromediterráneo no ha satisfecho los compromisos contraídos, como son el respeto de los derechos humanos, la liberalización e integración de mercados o la desmilitarización de la zona a través de una carta fundamental de paz y seguridad que nunca se logra firmar.
"Quizás hemos pecado de blandura a la hora de presionar para lograr nuestros objetivos", declaró ayer en un seminario sobre seguridad en Bruselas el ex ministro de Defensa francés Alain Richard. "El Proceso de Barcelona peligra con desaparecer con todas estas últimas iniciativas. EE UU se ha servido de gran parte de la filosofía del diálogo euromediterráneo y la ha incorporado a su documento", dice un diplomático comunitario.
La tercera pata de esta iniciativa norteamericana reside en la Alianza Atlántica, a la que Washington quiere dar nuevos contenidos más allá de su presencia ya real en Afganistán y probable en Irak. Se trata de potenciar desde allí también un diálogo de seguridad en el Mediterráneo con los vecinos del norte de África. Bush lo propugnará en la cumbre atlántica, en junio en Estambul. En principio, hay apoyo, pero con cautela. Ésta viene sobre todo de lado francés. "Los mimbres existen desde 1995, pero los resultados han sido mínimos", afirma un diplomático español al recordar que existen acuerdos con Israel, Argelia, Egipto, Jordania, Mauritania, Marruecos y Túnez. Al margen de los norteamericanos, uno de los grandes valedores de la idea es el nuevo secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, e Italia.
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