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Una inyección de material genético produce ratas atléticas

La introducción de un gen que produce un factor de crecimiento en los músculos de las ratas les transforma en especialmente fuertes y con mayor masa muscular de lo normal, según un experimento presentado ayer en Seattle. El objetivo de la investigación es explorar nuevas terapias de fortalecimiento muscular para tratar determinados tipos de distrofia o para reponer la pérdida muscular debida al envejecimiento, pero no hay que ser muy atrevido para pensar que antes o después estas técnicas pueden llegar al mundo de la alta competición deportiva, ya plagado de estimulantes y drogas más o menos convencionales. Por algo el trabajo con ratas, que se publica el mes que viene en la revista Journal of Applied Physiology, fue discutido ayer en la sesión Atletismo, reforzamiento genético y ética, celebrada en la reunión anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS).

Lee Sweeney, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Pensilvania, explicó cómo inyectaron en músculos de las patas de ratas un gen productor del factor de crecimiento IGF-I y comprobaron que los animales, sometidos paralelamente a entrenamiento físico sistemático, desarrollaron el doble de fuerza muscular en los músculos inyectados que los animales normales de control del experimento. Es más, incluso sin entrenamiento alguno, el incremento de fuerza medido fue de un 15%. Y el efecto de fortalecimiento, tras la inyección, se perdió mucho más despacio de lo normal.

Para introducir el gen, los científicos utilizaron como vector un adenovirus "que tiene un tremendo potencial para terapias génicas dirigidas a músculos" y que no provoca enfermedades conocidas en animales. El vector con el gen debe dirigirse a unas células madre precursoras musculares denominadas células satélite y los científicos han comprobado que efectivamente se incrementa la producción del factor de crecimiento IGF-I que intensifica el fortalecimiento y el aumento de la masa muscular. Este trabajo reciente desarrolla investigaciones precedentes en el mismo laboratorio realizadas con ratones sedentarios jóvenes y de mediana edad.

En los ensayos únicamente se observaron niveles elevados del factor de crecimiento en los músculos inyectados, y no en la sangre, lo que resulta de capital importancia para posibles terapias, ya que los altos niveles de IGF-I pueden provocar problemas cardíacos e incluso cáncer, explicó Sweeney.

Pese a su potencial terapéutico, Sweeney recordó que todavía queda un largo camino por recorrer antes de poder dar el salto a humanos, y que no está claro en absoluto qué riesgos conlleva esta estimulación, que pueden ser muy altos. Sin embargo, reconoció que, si se demuestra su viabilidad, puede llegar a utilizarse en el mundo de la alta competición deportiva.

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