El mejor Miró masculino, TCN y Miriam Ocariz inauguran la Pasarela Gaudí
Victorio y Lucchino muestran el esplendor cosmopolita de sus ingredientes andaluces
La jornada inaugural de la 44ª edición de la Pasarela Gaudí con las propuestas para el otoño-invierno de 2005 se abrió con un pujante Antonio Miró, que quiere volver a sus tiempos de iniciativas experimentales en la forma y en los tejidos que usa para el hombre. De los plásticos de apariencia galáctica al brillo del lúrex, la colección masculina tapó literalmente las inseguridades de su línea femenina. TCN recreó un ambiente de sensual decadencia y Miriam Ocariz volvió al uso obsesivo del lazo como emblema. Victorio & Lucchino se aseguraron un bravo unánime.
Empezó fuerte esta edición de la Pasarela Gaudí, con una calidad y energía como no se recordaba desde hace tiempo. La concentración en la primera jornada de varios nombres punteros junto a la apertura de la muestra de Sybilla en el FAD garantizaron un lleno casi completo en todos los desfiles.
Le tocó a Antonio Miró la tarea de abrir el fuego, y lo hizo granado. Sobre una estrecha gama que iba del gris al marengo pasando por violetas dormidos, Miró propone un hombre resuelto y ultramoderno con un acento volumétrico en cazadoras, tanto bomber como trenkas impermeables, donde impera su buena sastrería y terminación. La realidad es que el legendario estilista catalán resurge con sentido del riesgo a través de los tejidos tecnológicos y de acentos aparentemente convencionales: americana de tres botones, sudadera con capucha y la invención de un falso acolchado geométrico a base de una cámara de aire que infla manualmente el usuario. En su colección de mujer, a la que llega con el puente de un material plástico negro y brillante que se usa en pantalones y vestidos, se vio a Miró menos suelto, con un cúmulo de referencias literales poco edificantes que iban desde Mugler a Rabanne pasando por Ives Saint Laurent. Con modelos espectaculares como la dominicana Omaira y la española Eugenia Silva a la cabeza, la idea era evocar vampiresas de los años treinta del cine hasta retrotraerse a Fortuny, pero el resultado no entusiasmó a casi nadie.
En una escenografía que evocaba el decorado del filme Dog-ville, con la pasarela llena de muebles viejos y objetos sacados del desván, Totón Comella abordó una sofisticada recreación de la mujer decadente de fines de los años veinte. Esclavina de piel rasada, lencería de una pieza, abrigos de tapicería, volantes liberty y vestidos y blusas con tirante extensible de sostén son algunos de los elementos presentados en una gama que iba del crudo al gris perla, del tostado al rosa viejo. Un detalle de humor: el boxer femenino rosa rayado.
Miriam Ocariz, en su debú en la pasarela barcelonesa, se mantuvo fiel a su estilo y maneras, pero sin la brillantez de su última incursión madrileña. Se hizo notar la ausencia de sus estupendas prendas masculinas que tanto elogio merecieron el pasado septiembre, concentrándose en la recuperación del motivo del lazo estampado, brocado o anudado, incluso en forma de bolso, que en la modista vasca representa un sello distintivo. Hubo, sí, mucha cuadrícula sobre fondo crudo, faldas de tablas y godets, la inspiración de la estética motera con cremalleras hasta en el trasero y un eficaz estampado lujoso y multicolor sobre raso a base de tramas gráficas horizontales con el que desarrolla abrigos ligeros y faldas.
Victorio & Lucchino se ganaron la primera ovación realmente unánime de esta jornada inaugural. Con potencia, garra y sentido del desplante garboso, los sevillanos arrasaron. Abrió su desfile la checa Eva Herzigova (antigua reina del wonderbra), y de ahí en adelante unas series de trajes emocionantes, imaginativos, muy bien hechos y sin lugares comunes, aunque sí con referencias al estilo barroco de los andaluces.
Pieles teñidas con fantasía, lanas bordadas sobre lanas hiladas, chaqueta goyesca de potro negro con azabaches y cristal negro, encajes sobre organzas, arpilleras sobre rasos, el fucsia sobre el rojo y el rosa, el verde pistacho sobre el estambre burdeos, muchísimos detalles artesanos recreando siluetas apretadas. Finalmente, una serie de trajes negros sensuales y lujosos que dejan ver a unos modistas que han remontado tras su llegada a Gaudí el año pasado.
Tras el desfile de Ághata Ruiz de la Prada, desfiló finalmente Josep Font.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.