S. O. S.
Han pasado cuatro meses desde el estreno de La pelota vasca, la piel contra la piedra, en los que la consigna que más me he visto obligado a decir (por alarma defensiva) es que el problema más grave del conflicto vasco es ETA, que mi rechazo al terrorismo es rotundo, sin peros, y que mi solidaridad y apoyo humano hacia las víctimas del terrorismo es absoluto, sin precio y sin esperar nada a cambio. Pero hay quien piensa que eso no es suficiente, que no les vale, y rechazan mi solidaridad como si les manchara; me refiero, claro está, a algunos miembros de la AVT (Asociación de Víctimas del Terrorismo), que ha organizado una manifestación a la entrada de la entrega de los Goya para protestar por la nominación de mi película, y contra mi persona. He leído que habrá una pancarta con este lema: "La Asociación de Víctimas del Terrorismo contra El pelota vasco, la nuca contra la bala". Y además se repartirán pegatinas con el lema: "No al Medem". Sinceramente, esto ya es demasiado, la injusticia de esta situación es ya puro delirio. Yo no puedo más.
Ésta es la primera vez que escribo en mi defensa tras el estreno del documental en el Festival de San Sebastián. Deliberadamente preferí no responder por escrito a la tormenta de puñales que cayó sobre mí, y me recluí frotándome el ánimo con la innumerable cantidad de mensajes de apoyo, en su mayoría privados. Pensé que ya nada más podría pasarme con esta película y que la ceremonia de entrega de los Premios Goya podría ser el punto dulce final (con o sin estatuilla) de toda esta horrorosa experiencia.
Lo primero que quiero dejar claro es que, para mi pesar, Cristina Cuesta, presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo, rechazó participar en mi documental, y con ella, el conjunto de víctimas de su colectivo. Es más, se dio el caso de que llegué a entrevistar a Consuelo Ordóñez (hermana del concejal del PP asesinado por ETA), pero a los pocos días me llamó para que no la incluyera en el montaje. También quiero recordar que en mi película hay víctimas del terrorismo a las que les he dado un trato, más que respetuoso, privilegiado. Personas que aceptaron mi planteamiento de película polifónica, con una puesta en escena destinada a invitar al diálogo y a las que no les importó compartir montaje con personas ideológicamente opuestas. Estas víctimas son Daniel Múgica (hijo de Enrique Múgica, concejal de Leitza por UPN asesinado por ETA), Cristina Sagarzazu (viuda del ertzaina Ramón Doral), Marixabel Lasa (viuda del socialista Juan María Jáuregui) y Eduardo Madina (presidente de las Juventudes Socialistas de Euskadi que perdió una pierna tras un atentado).
Es decir, que los miembros de AVT no son las únicas víctimas, aunque sí me parecen las más enfadadas y las más politizadas, y las que se creen con el real derecho a identificar y dar el marchamo de autenticidad al resto de las víctimas. En mi documental las hay incluso de sus mismos colores, y de otros, pero son, me atrevo a suponer, políticamente más independientes.
Alguien cercano (a quien escuchen y quieran) debería decir comprensivamente al oído de cada miembro de la AVT que el hecho de ser víctimas de ETA no les da más razón política, o ideológica, y mucho menos licencia para insultar, calumniar o amargar la vida de todo aquel que no piensa como ellos. Sí, alguien que les quiera de verdad debería ocuparse, con todo su amor, de ir rebajándoles las llamas del odio y el resentimiento para evitar que sus almas, corazones y mentes se perviertan irreversiblemente. Pero me temo que la gente que les rodea, o está ya muy envenenada, o son los auténticos marcadores y guardianes de esas consignas unionistas, patrióticas con las que esta España refranquista se vuelve a sentir Grande. Alguien debería alarmar a los miembros de la AVT de que desde algunos centros de autoridad se les están insuflando ciertas dosis de absolutismo. Mi gran insuficiencia ante ellos, y por lo que se permiten insultar a mi película y a mí de manera intolerantemente macabra, es ofrecerles todo mi apoyo y solidaridad humana por su situación personal, pero no la razón. Lo siento pero eso ya es mucho pedir, sobre todo cuando compruebo cómo se les está utilizando políticamente; pienso que el PP ha hecho de esto su plato favorito en este aterrador banquete en el que, a este paso, de nuestra querida democracia no van a dejar ni las sobras.
Tras la entrega de los Goya del año pasado, este mismo colectivo de víctimas, junto a Fernando Savater (que también declinó participar en mi película), criticaron con dureza a "los del cine" por el hecho de que espontáneamente algunos premiados dijeran "No a la guerra", cuando en las anteriores ceremonias no habíamos dicho "No a ETA". Como si el decir "No a la guerra" conllevara no dar la importancia que merecen los atroces asesinatos de ETA, o faltáramos al respeto a aquellos que están amenazados por la banda terrorista. Aquello fue utilizado políticamente para desacreditar y poner en entredicho la moral antibelicista de "los del cine", con la vil argucia de que no vale su no a la guerra puesto que nunca han dicho no a ETA. ¿Alguien cree verdaderamente que hay algún académico que no está en contra de ETA? Recuerdo las acusaciones que la prensa más reaccionaria hizo contra Javier Bardem, y en general contra todos los que nos manifestamos contra la guerra, espontáneamente o a través de la Plataforma Cultura contra la Guerra. Parecía que cuanto más alto dijéramos no a la guerra, más cerca estábamos de los etarras.
Ya han dicho los de la AVT que en la ceremonia de entrega de los Goya de este año quieren cambiar el no a la guerra pasado por el no a ETA, y que van a entregar pegatinas a la entrada. Saben de sobra que nadie se va a atrever a rechazar ponerse una pegatina en la que ponga "ETA NO", primero porque todos estamos de acuerdo, pero, y teniendo en cuenta la presencia masiva de medios de comunicación, ¿a qué tamaño va a quedar reducida la espontaneidad, independencia o libertad que se le presupone a este tipo de declaraciones en una entrega de premios? Y yo... ¿qué hago poniendo un "ETA NO" de manos de alguien que llevará un "No a mi persona"? Sólo diré que, en una situación de absoluta libertad, sin coacción, me lo pondría encantado. Pero esta pesadilla que me espera no es el caso.
Lo que me resulta más surrealista es cómo reaccionarán mis compañeros cuando una víctima del terrorismo le ofrezca una pegatina con el "No al Medem". Eso no quiero verlo, y, si alguno pasa accidentalmente por delante de mis ojos, por adelantado les prometo que haré el esfuerzo de autosugestionarme, para creerme que no lo he visto. Esta iniciativa es lo más vil y canalla que me han hecho nunca.
Y va a haber velas a mi paso para recordarme los más de 900 asesinados por el terrorismo, ¿y yo qué hago entonces... enciendo una vela? No querrán. Ya me han juzgado y condenado al desfile de los manchados de sangre, de los que cuando viajen por España corren el riesgo de que españoles de sólo tele le indiquen con el dedo (como sospechoso de lo peor), a ser carne de cañón de esta linda prensa que nos está creciendo. Entonces ¿qué? ¿les miro a la cara con un gesto de cariño (pensando que ojalá ETA no hubiera existido nunca)? Lo van a rechazar. ¿O intento adivinar en sus ojos cuántos han visto la película? Lo mejor es que cierre los ojos y recuerde la ovación final del público en el Festival de San Sebastián, y sobre todo el abrazo entre lágrimas de emoción y agradecimiento que recibí de Daniel Múgica (el hijo del concejal de UPN asesinado por ETA). Pues sí, también aquí podría abrazar a alguien, si me dejaran, me gustaría... Nadie me va a dejar, tampoco, que le hable cariñosamente al oído; además, corro el riesgo de que me pongan una pegatina de "No al Medem".
¿Qué hago? Ni siquiera les va a hacer ilusión que les dedique el Goya (si es que me lo dan). No tengo nada que hacer, sólo aguantar el día más injusto y desmoralizante de mi vida. ¡Socorro!
Babelia
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