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Columna
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Composición de lugar

Hace unos días este mismo periódico publicó un reportaje sobre el taller de guión que Gabriel García Márquez imparte en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños (Cuba). Extraigo de sus enseñanzas esta "verdad" clásica: "Un buen escritor no se conoce tanto por lo que publica como por lo que echa al cesto de la basura". Verdad aplicable también a los textos y que vale igualmente para las realidades culturales, políticas o sociales que muchas veces se (re)conocen mejor a través de lo que omiten o silencian; en la composición de sus espacios vacíos.

Cataluña está retratando de esa manera a Euskadi, por la vía de la expresividad de la ausencia. Cualquiera que sea el enfoque adoptado o el punto de la comparación, el nuevo proyecto político catalán incluye entre sus efectos el de volver fosforescentes las carencias del "modelo" vasco. El sentido de la realidad política vasca en general y del Plan Ibarretxe en particular se acumula así en la zona hueca. En lo que no prepara o no reúne o no pretende.

En su discurso de investidura, Pasqual Maragall dijo cosas con altura y sobre todo con anchura suficientes como para ser surco de futuras reflexiones, profundizaciones y/o reformas del modelo autonómico español. Y elijo "surco" porque es palabra que connota vínculo, cultura y fertilidad. Maragall expresó con claridad su voluntad de alcanzar para su proyecto el consenso más amplio posible, de ser el Presidente de todos; también el respeto escrupuloso de la Constitución, extensible a los mecanismos de su reforma; e igualmente la idea de que más Cataluña no significa menos España sino todo lo contrario: "Dejadnos hacer y seremos más vuestros". Recibí sus palabras civilizadas y transversales como si no estuviera delante de un televisor, ordenador o diario, sino apoyada en la barandilla del Paseo Nuevo y de repente se levantara desde el mar un aire fresco y limpio (una brisa septentrional y europeizante, todo voy a decirlo).

Me duró poco esa emoción UE, esa sensación de transparencia y de frescura. Los informativos de la cadena pública vasca me devolvieron a la atmósfera enrarecida y al déjà-vu. De todo lo dicho por Maragall extrajeron el "material" más susceptible de alimentar la ilusión, engañadora, de que esto es aquello, y este Plan aquel Programa, con calcada metodología e idénticas legitimidad y proyección. Privilegiaron, por ejemplo, la difusión de ese fragmento de frase en el que el nuevo President declaraba que si el Congreso de los Diputados se oponía a las reformas consensuadas en Cataluña, la ciudadanía catalana sería llamada a pronunciarse. A la frase en cuestión le había sido arrebatado el último tramo,donde Maragall aseguraba que esa eventual consulta popular se haría dentro del respeto de la legalidad vigente.

Al escuchar ese "corte" pensé con tristeza que en esa omisión se contenían todas las diferencias, las de forma y las de fondo, las objetivas ylas subjetivas; que esa elipsis intencional decía mucho más que cualquier enunciado. Que lo "cantaba", por la vía del hueco, prácticamente todo: las marchas forzadas, impuestas; la musculación del brazo para el pulso, la opacidad, el hermetismo. La falta, en fin, de sentido común, quiero decir, de compromiso comunitario.

Que no hay color, que no somos Cataluña salta a la vista y sobre todo al oído. Sordo.

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