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Reportaje:

El legado de horror de Congo

Naciones Unidas denuncia que miles de mujeres han sido víctimas de atroces violaciones en el antiguo Zaire

Yolanda Monge

Tienen entre cinco y ochenta años. Las menos han sido violadas una sola vez por un solo hombre. Las más, no menos de cinco veces por cinco hombres. El asalto sexual más corto duró una larga hora. El más largo lo sufrió una anciana durante meses. "Recibía a 50 hombres cada día. Era una mujer muy mayor y diminuta", relata Mami, nombre ficticio, 16 años, violada la primera vez siete veces por siete soldados cuando era todavía una virgen.

"Un día la anciana se atrevió a decir que estaba cansada", prosigue la joven Mimi. Ese día los soldados la torturaron, le introdujeron piedras y antorchas en la vagina. "Estuvo muy enferma durante tres días, le salían gusanos de sus partes más íntimas. Entonces un soldado le exigió que durmiera con él". Negarse le costó la vida. "Primero le cortaron las orejas y las tiraron al retrete. Luego le cortaron un brazo. La fueron matando poco a poco", cuenta la joven Mami.

¿Su peor recuerdo? Cuando violaron a una mujer embarazada hasta la muerte

Genocidio, violaciones y crímenes de guerra en la República Democrática de Congo (RDC) "dibujan un aterrador cuadro de una de las más serias situaciones de violación de los derechos humanos en el mundo", según la Asamblea General de Naciones Unidas. Pero el número y la atrocidad en las violaciones de mujeres, incluso ancianas y niñas, en Congo supera los peores pronósticos de las organizaciones humanitarias, según afirma, en conversación telefónica desde Ginebra, Christiane Berthiaume, portavoz del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU.

"Jamás hemos encontrado tantas víctimas de violaciones en una situación de conflicto como ahora", asegura Berthiaume. "Sin ninguna distinción, niñas desde los cinco años hasta ancianas de ochenta han sido violadas y torturadas sistemáticamente", continúa la portavoz del PMA. "Lo más terrible", agrega Berthiaume, "es que creemos que se trata sólo de la punta del iceberg". Por cada caso registrado, estiman en Naciones Unidas, hay al menos 30 adicionales, ya que no todas las mujeres pueden llegar a los hospitales o a los centros de salud. Para recibir ayuda, algunas mujeres tienen que vencer el pánico que les supone salir de sus casas y volver a encontrarse con los soldados que las violaron, además de caminar más de 300 kilómetros hasta llegar a un centro de salud. Llegan con heridas tan atroces como impactos de bala en la vagina, la vejiga aplastada o las piernas rotas.

La violación fue utilizada en la República Democrática de Congo como un arma de guerra. Esto ha sido así hasta el punto de que el personal médico que atiende a las víctimas trata esos casos como "heridas de guerra". Durante cinco años, Congo se sumió en una sangrienta guerra civil. Fue en agosto de 1998 cuando comenzó la espiral de violencia. Cuando Uganda y Ruanda enviaron tropas para apoyar a los rebeldes que buscaban desalojar del poder al presidente Laurent Kabila. Una misión de la ONU vigila hoy el cumplimiento de alto el fuego acordado bajo el proceso de paz que se firmó en abril pasado, poniendo punto final a una guerra civil que acabó envolviendo a media docena de países y se cobró dos millones y medio de vidas. A pesar del establecimiento de un Gobierno interino en julio pasado, son muchos los grupos armados que vagabundean por el noreste de Congo sembrando el pánico.

Matan, asaltan, saquean, violan, mutilan. "La idea que está emergiendo es que la violación masiva de los derechos humanos en la RDC se puede calificar como crimen internacional, crímenes que probablemente son el resultado de una grave y larga escalada de violaciones en la obligación de asegurar la protección de todos los seres humanos, tales como la prohibición de la esclavitud, el genocidio y el apartheid", asegura Giulia Motoc, relatora especial de la ONU para los derechos humanos en la RDC. Motoc se congratula sobre la posibilidad de que la Corte Penal Internacional (CPI) tome Congo como su primer caso a investigar. Refiriéndose a la región noreste de la RDC limítrofe con Uganda, Motoc asegura: "Sin intervención efectiva por parte de la comunidad internacional, esa zona [Ituri] se convertirá en un baño de sangre".

Gracias al frágil acuerdo de paz, los trabajadores de Naciones Unidas han tenido acceso a regiones y a personas extremamente vulnerables que hasta el momento permanecían escondidas, pero que ahora se han atrevido a salir a la búsqueda de seguridad, comida y cuidados médicos. Es así como han podido recoger los escalofriantes testimonios de cientos de mujeres que fueron víctimas de su género.

En muchas situaciones de guerra, la violencia contra las mujeres ha alcanzado incomprensibles niveles de brutalidad y crueldad. "Pero en la República Democrática de Congo, donde cientos de miles de mujeres han sido violadas desde 1998, mutiladas sexualmente y sometidas a actos de canibalismo y genocidio por pertenecer a una tribu determinada -como los pigmeos-, esa crueldad y esa brutalidad rozan lo inimaginable", afirman en Naciones Unidas.

El relato de Mami lo prueba. Mami fue violada de forma sistemática hasta que logró escapar semanas después de ser raptada en su casa. Como resultado tiene una niña de nueve meses. "Me violaron siete hombres, una vez cada uno. Eran una mezcla de humus y maimais", explica Mami a los trabajadores del PAM. "Yo vivía con mi abuela y otras dos chicas, Sifa y Furaha, a las que también les hicieron cosas. Tras la violación no podíamos andar y nos arrastraron durante la noche a través de la selva. Al llegar al campamento nos presentaron al comandante, un hutu. Me dijo que yo era joven y bonita y que serviría de esclava sexual para él y otros cuatro soldados. Ese día volvieron a violarme, cuatro veces. Sifa y Furaha sirvieron a veinte hombres".

¿Su peor recuerdo? El día en que una de las esclavas comenzó a sangrar. Estaba embarazada de varios meses. "Comenzó a gritar y a decir a los soldados que no podía más, que le dolía la tripa", expresa Mami. Pero continuaron violándola hasta la muerte.

Un grupo de mujeres con sus hijos se dirigen a Kongolo (sureste de Congo) el pasado mes de julio para recibir alimentos de Naciones Unidas.
Un grupo de mujeres con sus hijos se dirigen a Kongolo (sureste de Congo) el pasado mes de julio para recibir alimentos de Naciones Unidas.AP

Estigmatizadas

Aún una niña, Mami aceptó tener a su propia hija. "Me dijeron que abortara, pero yo no podía matar a una criatura de Dios. Ahora ninguna de las dos estamos solas". Ella no dice odiar a los hombres. Pero otras muchas aseguran en los testimonios recogidos por Naciones Unidas que nunca volverán a sentirse seguras al lado de un hombre.

Es el caso de Feza, de 17 años; Jeanne, de 23; Isabelle, de 16; Lucie, de 28; Chakupewa, de 18; Catherine, de 40; Mwamini, de 53, y Murandaza, de 80 años. Entre todas ellas suman cientos de violaciones. Han sido estigmatizadas y son rechazadas por su sociedad. Están apestadas. Son repudiadas por sus maridos. En el mejor de los casos sólo parirán un hijo, como Mami. Aunque algunas jamás podrán tener descendencia como fruto de violaciones continuadas. En el peor caso, morirán de sida.

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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