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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Piratas en Wall Street

Las imágenes de operadores financieros saliendo de sus oficinas en Wall Street con las manos esposadas y las cabezas cubiertas por sus chaquetas no son habituales. La Operación Falsa Moneda, desarrollada por el FBI, ha culminado provisionalmente con la detención de casi medio centenar de agentes de cambio y Bolsa acusados de estar implicados en un complejo sistema de estafa, abuso de confianza y blanqueo de dinero. Los delitos se han cometido en los mercados de cambios de divisas. Las víctimas son pequeños inversores y algunas de las firmas para las que trabajaban los agentes; los presuntos beneficiarios, los detenidos y algunos clientes privilegiados.

Esta operación vuelve a convulsionar el sector de servicios financieros de EE UU, uno de los pilares de su sistema económico. El episodio de la detención espectacular se produce en el momento en que acaban de ser detectadas graves anomalías en varias gestoras estadounidenses de fondos de inversión. En ese caso, también hay prácticas deshonestas en beneficio particular de los gestores y trato de favor a algunos clientes. Alliance Capital ha sido denunciada por haber favorecido a clientes importantes con operaciones efectuadas tras el cierre de los mercados. Hechos similares han sido detectados en Putman Investments y Strong Fund.

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El FBI detiene por estafa a 47 operadores de divisas en Wall Street

Éstas y otras denuncias minan la confianza en un sector que vive, precisamente, de ella. Unos 95 millones de inversores de EE UU han confiado más de siete billones de dólares a los gestores de fondos de inversión. Las investigaciones realizadas por las autoridades de ese país revelan que más del 25% de esos fondos se han visto afectados por falta de ética profesional y prácticas indebidas por parte de los gestores.

En este sector, de gran crecimiento durante los últimos años en los sistemas financieros europeos y, de forma muy particular, en el español, se concentra gran parte del ahorro de las familias y de las fuentes de financiación de las empresas. Bueno sería que, además de confiar en la probada capacidad de regeneración del sistema estadounidense, sacáramos partido de sus experiencias y verificáramos que esas prácticas y conflictos de intereses no tienen cabida en las sociedades gestoras sometidas a la supervisión de las autoridades españolas. La confianza es un bien público en la industria de servicios financieros. El celo, en su conservación, nunca será excesivo.

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