Después de Pujol, ¿qué?
1 EL PRINCIPIO. Todo habría sido de otra manera si en 1980 los socialistas hubiesen aceptado la propuesta de Pujol de entrar en el Gobierno de la Generalitat. Pujol, cuyo partido había llegado en cuarta posición -detrás de PSC, PSUC, y UCD- en las elecciones generales de 1977, ganó contra pronóstico las primeras autonómicas. Fue un resultado corto (27,7% de votos y 43 diputados) que le obligó a buscar una coalición para gobernar. Llamó a la puerta de los socialistas. Y éstos, en plena confusión por una derrota que no esperaban, optaron por el desdén. Dijeron: no. Pensaban que la victoria de Pujol era un accidente que, en un país mayoritariamente de izquierdas, se subsanaría a la primera ocasión. Los socialistas acababan de regalar el botín más preciado por Pujol: el monopolio de los símbolos institucionales del catalanismo. Y Pujol no lo desaprovechó.
Gane quien gane hoy, a finales de 2005, el Parlamento español recibirá una propuesta de reforma del Estatuto de Cataluña, apoyada por más del 85% del Parlamento catalán
La restauración de Tarradellas tiene el valor de ser el único gesto de ruptura de la transición, el único punto por el que la nueva legalidad empalmaba con la legalidad republicana
Tres formas integradas de entender Cataluña compiten esta vez: el nacionalismo identitario de CiU y en buena parte del PSUC, el catalanismo del PSC y el soberanismo de ER. Al lado, el regionalismo del PP
En Cataluña se dirimen varias cosas. La posibilidad de la alternancia, que, en esta forma posmoderna de clientelismo que es el Estado de las autonomías, se ha demostrado complicada
Mal que le pese al nacionalismo, fue Maragall, con la operación de los Juegos Olímpicos, quien volvió a Barcelona y a Cataluña en el mapa del mundo
De los dos grandes partidos, el que resulte perdedor difícilmente se librará de una crisis profunda. El PSC lleva demasiado tiempo fracasando con la misma estrategia
2 ¿POR QUÉ GANÓ PUJOL? En tiempos dados a los grandes ruidos ideológicos, en los que la izquierda aún discutía sobre reforma o ruptura, y la derecha, que venía del franquismo, gastaba sus energías en encontrarse a sí mismo y en evitar que el tren descarrilara, Pujol fue el primero que, protegido por el aura nacionalista, renunció a los grandes discursos para apelar a las razones de cada día. Su famoso artículo San Pancracio, salud y trabajo fue la primera entrega de lo que sería el pujolismo triunfante: el pragmatismo al servicio de un discurso nacionalista identitario perfectamente idealista. Su virtud: ser maestro de la ambigüedad. El nombre de Cataluña le ha dado la bula para ejercerla con toda impunidad. El pacto con el PP, en el tardopujolismo, ha sido el último malabarismo, el de máximo riesgo. En 1999, la legislación electoral le salvó de la derrota. En 2003 ya no está. Si los nacionalistas pierden, habrá perdido otro.
3 TARRADELLAS. Para que la inesperada victoria de Pujol se produjera fue necesario un acontecimiento previo: la llegada de Tarradellas en 1977. Pujol y Tarradellas se odiaban cordialmente. Tarradellas tenía en su mano el símbolo de la Generalitat histórica. Pujol sólo pensaba en quitárselo. La restauración de Tarradellas tiene el valor de ser el único gesto de ruptura de la transición, el único punto por el que la nueva legalidad empalmaba con la legalidad republicana. Pero la llegada de Tarradellas -astucia de Suárez o casualidad histórica- definió un marco nacionalista como terreno de juego para las elecciones catalanas, que acabó siendo una barrera para la izquierda mayoritaria.
4 DOS CAMPOS. En 1980, muchos electores socialistas se quedaron en casa. A partir de entonces se abrió en Cataluña una curiosa doble vía electoral. Los socialistas han ganado todas las elecciones generales; los nacionalistas, todas las autonómicas. Este desajuste no puede ser irrelevante, por más que unos y otros -los nacionalistas, porque lo entienden como un intento de deslegitimación, y los socialistas, porque saben que es su fracaso- prefieran obviar una cuestión que les resulta incómoda. Recientemente le pregunté a Pujol si era un borrón de su presidencia que un número importante de catalanes se desentiendan de las elecciones autonómicas. "¿Qué podía hacer yo?", me contestó. El doble comportamiento electoral de los catalanes ha sido un colchón de seguridad para el nacionalismo. Los socialistas no han acabado nunca de encontrar su identidad a caballo entre los dos campos de juego de la política catalana.
5 RECONSTRUCCIÓN NACIONAL. Desde el poder, el objetivo principal de Pujol -además de conservarlo, que es la primera razón de casi todo gobernante- fue la reconstrucción nacional de Cataluña. Su estrategia ha sido una campaña permanente de identificación de su figura y de su partido con Cataluña. El resultado, 23 años después, es que el nacionalismo no es un espacio compartido, sino un coto con propietarios que se otorgan el monopolio de la fidelidad a la patria. El ascenso de Esquerra Republicana -combinado con la partida de Pujol- ha empezado a romper este esquema. Convergència i Unió ha sentido el monopolio nacionalista amenazado por una criatura que, en parte, ella misma ha ayudado a crecer. Un Pujol irritado ha dicho que no sería bueno que hubiese más de un partido en el ámbito nacionalista. ¿La nación es de todos o es una marca registrada?
6 BANCA CATALANA. Los cálculos de los socialistas en 1980 resultaron erróneos. Pujol no tardó en encaramarse a la mayoría absoluta (1984). El caso Banca Catalana permitió a Pujol llevar hasta la apoteosis el discurso victimista. Se conoce que las identidades partidarias se construyen sobre el juego ideológico de la agresión y la paranoia. La acusación de la fiscalía contra Pujol y su equipo por la gestión de Banca Catalana, que no prosperó judicialmente, permitió a Pujol la demonización de los socialistas y cargó sobre éstos un incomprensible sentimiento de culpa del que nunca se han liberado del todo. Pujol tiene memoria y rencor. Y lo ha descargado siempre contra los socialistas catalanes. Sin embargo, su pragmatismo le permitió pactar con Felipe González cuando el PSOE se quedó sin mayoría absoluta.
7 EL HEREDERO. Pujol amplió la mayoría nacionalista con la ayuda de Unió (el partido democristiano que hoy lidera Duran Lleida). Un partido menor que el presidente utilizó con habilidad para mantener sus equilibrios internos. Como acostumbra a ocurrir con los líderes carismáticos, Pujol fue eliminando a todos aquellos que le podían hacer sombra dentro de su propio partido. Un par de generaciones convergentes se han quedado sin candidato a la sucesión. El caso de Miquel Roca es quizá el más elocuente. Pujol es un hombre profundamente desconfiado. Y optó por construir un puente entre su generación y la de sus hijos. De esta opción surgió el delfín. Artur Mas, que reconoce en Pujol al maestro y al padre político.
8 CONTRA BARCELONA. Entre las conquistas de Pujol está haber conseguido que fuera el nacionalismo el que marcara los términos del juego político en Cataluña y haber elevado al catalán a lengua de estatus. Uno de los aspectos más sórdidos de su gestión como presidente ha sido su relación con Barcelona. Pujol vivió como una agresión el intento de Maragall de institucionalizar el área metropolitana de Barcelona, vio en la estrategia de gran ciudad que presidió la política barcelonesa de Maragall una amenaza para la hegemonía ideológica del nacionalismo, soportó con recelo y sin entusiasmo el episodio de los Juegos Olímpicos, y trató siempre a la ciudad como una rival de Cataluña más que como su capital.
9 LA CORONA. Pujol ha visto siempre con recelo el Estado de las autonomías. Piensa que Cataluña tiene que tener una relación bilateral con España. Y que esta relación tiene a la Corona como último garante. Debajo de la Corona, el presidente del Gobierno español y el presidente de la Generalitat deben tratarse de tú a tú. Pujol es europeísta. Europa es el tercer espacio en el que superar la relación entre Cataluña y España. Pujol ha evitado tanto como ha podido la cuestión vasca. Su posición -sólo matizadamente modificada a raíz del enfrentamiento de Aznar con el PNV- sería ésta: solidaridad formal con el PNV y apoyo a los Gobiernos de España en la lucha antiterrorista. Ante las reivindicaciones de algunos sectores nacionalistas, Pujol responde a menudo: "¿Queréis el modelo vasco? Los modelos se toman enteros, no a trozos. ¿Queréis el modelo vasco, con ETA incluida?".
10 UN MAL NEGOCIO. Pujol deja Cataluña armada en lo nacionalista, tanto en el terreno simbólico como en el institucional, pero su retirada coincide con una sensación extendida de una cierta falta de punch. Diversas instituciones de la llamada sociedad civil -de la que, por otra parte, Pujol tiene, no sin cierto fundamento, una pésima opinión- han expresado su preocupación porque el desarrollo económico está lastrado por unas infraestructuras de transportes y de comunicaciones muy por debajo de los niveles exigibles en Europa, por un saldo fiscal excesivamente negativo con el resto de España y por una política centralista que privilegia las inversiones en Madrid y frena iniciativas que den mayor poder de decisión a Cataluña, está muy extendida. La frustrada OPA de Gas Natural sobre Hiberdrola, en la que el Gobierno intervino para frenarla antes incluso de que se expresaran los accionistas, ha adquirido cierto valor simbólico. Debidamente alimentada por el discurso político, cunde en Cataluña la idea de que España es un mal negocio. En las últimas encuestas del Instituto Opina, el número de los que ven la independencia como algo deseable se ha doblado hasta alcanzar el 30%. En este sentido, Maragall tiene razón cuando dice que Aznar es un auténtico separador.
11 PAX PUJOLIANA. El oasis catalán tiene un fundamento positivo: los actores de la vida política catalana en la democracia vienen de la resistencia antifranquista y muchos de ellos compartieron batallas y batallitas en aquellos tiempos. Es lógico que este origen común se traduzca en un respeto que a veces se echa en falta en la vida política española. Lo que puede ser un factor positivo de convivencia y complicidad se convierte en un problema cuando sirve para que se pase de puntillas sobre los territorios confusos que comunican al poder público y al poder privado y sobre determinadas pautas de corrupción y de clientelismo. Pero, sobre todo, el oasis catalán es el fruto de una estructuración tramposa del espacio político de la que la izquierda ha sido cómplice. Pujol, asociando su partido y su política con Cataluña -como si de un partido-movimiento se tratara-, ha conseguido que la izquierda se sintiera en falta. Pujol ha marcado el terreno de juego, pero los demás han sido muy timoratos a la hora de intentar ampliarlo.
12 DERECHA / IZQUIERDA. Tres formas integradas de entender Cataluña compiten esta vez: el nacionalismo identitario de CiU y en buena parte del PSUC, el catalanismo del PSC y el soberanismo de Esquerra Republicana. Al lado, el regionalismo del PP. El factor nacionalista en Cataluña sigue siendo un factor distorsionador de la relación derecha-izquierda. Sin embargo, a pesar de ello, en Cataluña, como en todas partes, la opción ideológica derecha-izquierda es el primer criterio de voto. Convergència i Unió se ha beneficiado durante muchos años del voto útil de la derecha. Un Gobierno del tripartito de izquierdas, que consagraría el esquema derecha-izquierda, con el nacionalismo bien repartido a ambos lados, sería, en este sentido, un factor de normalización
13 LOS JUEGOS. El argumento principal a favor de un aumento del autogobierno es tener capacidad de decisión para crear el valor añadido necesario para que Cataluña sea alguien en la nueva economía. Mal que le pese al nacionalismo, fue Maragall, con la operación de los Juegos Olímpicos, quien volvió a Barcelona y a Cataluña en el mapa del mundo. Pero Cataluña, si no quiere ser sólo lugar de turismo y segunda residencia, necesita cierta iniciativa de los poderes públicos para explotar sus potencialidades: una política de inversiones públicas que supere los déficits acumulados, una política de investigación y desarrollo en sectores en los que el país ha sido tradicionalmente puntero, como la medicina o la capacidad de diseñar ciudad. En cierto modo, lo que se pide es que alguien haga en Cataluña lo que Maragall hizo en Barcelona. ¿El propio Maragall? Su lastre es que su partido, muy instalado en un poder municipal fuerte, transmite signos de desgaste, de burocratización, de falta de renovación, de formar parte del mismo poder establecido del régimen pujolista.
14 CAMBIO. Las encuestas dan porcentajes de entre el 60% y 70% a favor del cambio. Pero, ¿qué cambio? En la última encuesta de Opina, el 55,6% está por el cambio de partido; el 32,7%, por el relevo generacional. Y sin embargo, el PSC sólo acredita en torno al 35% de los votos. La voluntad de cambio existe, pero el cambio no tiene una figura nítida que tire de él. El cambio es, más bien, la dispersión, la consagración del multipartidismo. Hay un número importante de electores que tienen varias opciones posibles. De hecho, el único partido que provoca rechazo es el PP: el 50% de los catalanes no lo votaría nunca.
15 COALICIONES. Habrá Gobierno de coalición. Y probablemente Esquerra tenga un papel decisivo. Si los socialistas llegan por delante, parece difícil que se dé otra opción que el tripartito de izquierdas, aunque al PSOE le incomode con vistas a la campaña electoral española. Si CiU llegara por delante, cabrían, en principio, dos opciones: CiU-Esquerra o CiU-PSC. La primera sería la lógica si ambos sumaran mayoría absoluta. Un Gobierno CiU-Esquerra sin mayoría, dependiendo de la buena voluntad del PP, parece altamente inestable. Al PP le permitiría reproducir en Cataluña la estrategia de la tensión empleada en Euskadi, pero esto significaría un Gobierno muy precario que debería buscar ayuda en la izquierda. Un Gobierno CiU-PSC culminaría los deseos de un sector de las élites económicas catalanas y sería bien visto en Madrid, especialmente en la izquierda. Pero supondría la eliminación de Maragall. Y desde un punto de vista democrático sería letal para Cataluña: la consagración del oasis y el adiós a la alternancia. Puede extrañar que el PP, el partido que gobierna España, quede fuera aparentemente de todas las combinaciones. Ganará votos, pero perderá peso parlamentaria. Su inversión es de futuro. Piqué le está sacando del gueto.
16 LA DESPEDIDA. ¿Qué significa la partida de Pujol? El fin del bloqueo carismático de la situación catalana. Y la pérdida del monopolio del nacionalismo por parte de CiU. Las despedidas son iconos de cambios que ya estaban en marcha. El crecimiento de una Esquerra que ha sustituido el discurso del nacionalismo identitario por el discurso del nacionalismo del bienestar viene ya de la anterior legislatura y certifica el fin del coto cerrado de Convergència i Unió. Mas, sin el carisma de Pujol, difícilmente podrá mantener la ambigüedad entre pragmatismo de bolsillo y esencialismo identitario que ha sido la razón de ser del pujolismo: todo es bueno si da poder, siempre y cuando podamos justificarlo en nombre de Cataluña. Con Pujol, la justificación venía dada: era su palabra. A Mas se le exigirán resultados.
17 ESTATUT. Gane quien gane, a finales de 2005, el Parlamento español recibirá una propuesta de reforma del Estatuto de Cataluña, apoyada por más del 85% del Parlamento catalán. La Cámara española deberá pronunciarse sobre una iniciativa ampliamente respaldada por la sociedad catalana en la medida en que todos los partidos, excepto el PP, la llevan en su programa. ¿Qué piden los partidos catalanes? En síntesis: un mayor reconocimiento simbólico y práctico de las instituciones catalanas, una mayor capacidad de decisión sobre el gasto y la inversión, más recursos y que las leyes de bases no sirvan como técnica para limitar las competencias traspasadas.
18 MARAGALL O MAS. ¿Qué cambiará, desde el punto de vista de la relación con España, con Maragall o con Mas? Pujol filosofaba mucho ante los presidentes del Gobierno, pero al final siempre buscaba un acuerdo concretable en euros; Maragall además reclamará afecto: quiere querer y ser querido. Como él mismo ha dicho, "no quiere irse, sino mandar". Mas, aunque pretenda sustituir la falta de carisma por el doctrinarismo, será, por encima de todo, pragmático, qué pierdo y qué gano, y no tiene ninguna cuestión de principio, a diferencia de Pujol, contra la participación en un Gobierno de España. Tanto el PP como el PSOE encontrarán una CiU dispuesta a negociar acuerdos y apoyos. Maragall intentará para Cataluña el salto modernizador que consiguió que hiciera Barcelona durante su mandato como alcalde. Sus querencias cosmopolitas parecen augurar una concepción menos idiosincrática de la educación y la cultura que saque a Cataluña de su tendencia a mirarse a sí misma. Artur Mas es un hombre de cifras más que de grandes propuestas, que gobierna con estadísticas, como tantos colegas suyos, en estos tiempos poco dados a las categorías políticas. Para suplir la ausencia de un gran proyecto se protegerá bajo el palio de la cacofonía nacionalista. El que gobierne tendrá que escuchar a sus socios pequeños, que se están haciendo grandes y no renunciarán a su palabra. El pluralismo se consolida en Cataluña. La democracia gana.
19 FUTURO. Con la continuidad con matices o con el cambio sin ruptura, Cataluña tendrá que demostrar que es capaz de crear un marco cultural, de derechos y de obligaciones, para que ninguno de los que vienen de fuera se sienta excluido. Tendrá que afrontar la peligrosa espiral de la inseguridad real y de los miedos provocados en que viven las sociedades avanzadas. Tendrá que dar el salto cualitativo en educación que le permita acumular valor añadido en el proceso globalizador. Tendrá que resolver el déficit de infraestructuras. Tendrá que seguir creciendo y abriéndose al mundo. De la continuidad se pueden esperar pocas sorpresas, quizá una mayor homogeneización con las políticas económicas ortodoxas que en España representa el Partido Popular (y que cuenta con muchos admiradores en el banquillo convergente), acompañada siempre del bla, bla, bla del doctrinarismo comunitarista. Pasqual Maragall tendrá que descargar inmediatamente los lastres de un entorno que lleva 23 años esperando llegar. Si lo consigue, y si consigue armar, una vez elegido, lo que no ha conseguido en campaña, un consenso para el cambio en torno a su liderazgo, tiene la ventaja de que no hay entre él y sus proyectos ninguna mediación doctrinaria. Su idea de convertir la Generalitat en el instrumento dinamizador de un nuevo salto cualitativo chocará con las inercias de un país demasiado articulado, en el que los papeles están muy atribuidos.
20 CRISIS. De los dos grandes partidos, el que resulte perdedor difícilmente se librará de una crisis profunda. El PSC lleva demasiado tiempo fracasando con la misma estrategia. La falta de renovación del partido haría probablemente larga y dolorosa su reconstrucción. Por eso, en caso de derrota no se puede descartar la coalición con CiU. Pasqual Maragall pagaría el resultado, pero el partido ganaría tiempo y aplazaría su crisis. La derrota para CiU es como un abismo. La coalición es una suma de elementos de procedencia diversa vinculados por un denominador común: Pujol y el poder. Sin ellos, las OPA caerán por todas partes, y mantener la unidad no será fácil, aunque Pujol se quede una temporada al frente del partido.
21 LA NOTA NEGRA. En Cataluña se dirimen varias cosas. La posibilidad de la alternancia, que, en esta forma posmoderna del clientelismo que es el Estado de las autonomías, se ha demostrado sumamente complicada. La hegemonía en el espacio nacionalista. La posibilidad de un cambio que libere energías contenidas en una sociedad muy pautada. El mayor éxito de los que ahora ganen sería que dentro de cuatro años se superara la nota negra de la política catalana: la gran abstención.
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