Los retos de Koizumi
El primer ministro ha centrado las elecciones de mañana en la urgente recuperación económica de Japón
La campaña electoral japonesa a las elecciones generales de mañana apura sus últimas horas centrada en la recuperación económica, la mayor preocupación de la población después de 13 años de crisis y de que los signos de mejora sigan siendo contradictorios. Muchos de los japoneses que recibieron con entusiasmo a Junichiro Koizumi cuando se hizo cargo del Gobierno, tras la dismisión en apenas un año del impopular Yoshiro Mori, se declaran hoy escépticos de que su voto sirva para que Koizumi emprenda las reformas que devuelvan a Japón al crecimiento económico y la estabilidad social. "No hay duda de que estamos en el buen camino. El año se cerrará con un crecimiento del 1,4% y el paro ha bajado tres décimas en los últimos meses, para situarse en un 5,1%", declara Yoshio Nakamura, director ejecutivo de la poderosa Keidanren, la patronal japonesa.
En una entrevista, Nakamura sostiene, sin embargo, que para que despegue la reforma estructural de la economía japonesa se necesita no sólo que Koizumi gane estas elecciones, sino también las de julio próximo, correspondientes a la Cámara alta. "El sistema público de pensiones está en bancarrota y sólo un impuesto sobre el consumo podrá financiarlo. Apoyamos ese impuesto, pero el Gobierno conseguirá la aprobación legislativa cuando las dos Cámaras se hayan renovado", afirma Nakamura.
Japón es el primer país del mundo que ha invertido su pirámide poblacional; tiene más habitantes mayores de 40 años que menores; la edad media de su población actual supera los 42 años; la esperanza de vida de las mujeres es de 84 años y la de los hombres de 78. La natalidad ha descendido y se sitúa en 1,3 niños por mujer, pero, a diferencia de España, en Japón siguen cerradas las puertas a la inmigración y sólo han logrado colarse unos 300.000 sin papeles.
Koizumi, de 61 años, prometió contener el gigantesco déficit fiscal en 30.000 billones de yenes (ayer el euro se cotizaba a 125 yenes), pero el año pasado ya estaba por encima, y, según el FMI, a final de 2003 habrá alcanzado la astronómica cifra de 38.200 billones de yenes, o lo que es lo mismo, el 7,7% del PIB de la segunda potencia económica del mundo.
Dan Harada, que dirige el Foro Nagatacho, perteneciente al Partido Liberal Democrático (PLD) que lidera Koizumi, dice del primer ministro, al que conoce desde hace más de 15 años, que "es nacionalista, pero muy, muy de derechas", y que, una vez que se haga con el control de las dos Cámaras, la reconversión japonesa será implacable. Hay quien compara al primer ministro japonés con Margaret Thatcher.
Muchos de los dolores de cabeza que Japón sufre son debidos a la pujanza de las economías que le rodean, en especial la de China, pero, al contrario que Pekín, que se ha embarcado en un desarrollo económico vertiginoso de la mano de un sistema político obsoleto, Japón se encuentra ahora en la fase en que precisa revitalizar su anquilosada clase política para realizar la reforma económica. En este campo, los defensores de Koizumi sostienen que el primer ministro ha logrado en los últimos meses grandes avances como retirar a algunos de los dinosaurios del PLD, renovar con gente más joven y reformista su Gobierno y dividir a los caudillos de su propio partido, de manera que en septiembre logró ser reelegido presidente del PLD con cerca del 70% de los votos de quienes pocos días antes se confabulaban para asesinarle por la espalda.
Otra de las promesas incumplidas por Koizumi ha sido la reestructuración de la banca, lastrada por un alto porcentaje de créditos impagados. Y como no se deja quebrar de forma natural a los bancos en bancarrota, para no añadir más presión al sector, tampoco se ha acometido la privatización del servicio postal, del que dependen las cajas de ahorro postales, que poseen el mayor fondo de depósitos de seguros de vida del país, decisión pospuesta hasta 2007.
Desregulación, fin de los subsidios agrícolas y de tarifas de hasta el 470% para el arroz. Los japoneses no quieren ninguna de las medidas que Koizumi proclama, pero parecen convencidos de que es el único médico que puede sacarles de la agonía. Las urnas dirán mañana hasta qué punto están dispuestos a tragar la medicina.
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