La feroz inteligencia de Juan Benet
Diez años después de su muerte, un libro de ensayos recupera la irónica mirada del autor de 'Una meditación'
El primero de los seis ensayos reunidos en Puerta de tierra, el libro de ensayos que acaba de rescatar Cuatro Ediciones, empieza con una vieja canción que Juan Benet niño escuchaba de labios de su tía Flora: "Érase una gallina ética, / mollética, pollética, / con el culo cocotudo / pero analfabética". Los versos se repiten en las estrofas siguientes, aunque cambian los personajes y el desenlace. Los hijos de la gallina, y después la familia entera, siguen siendo éticos, molléticos y polléticos, conservan el culo cocotudo, sólo que ya son alfabéticos. Una vieja canción, por tanto, con su "oscuro significado evolucionista", dice Benet, y su pedante ribete pedagógico.
De los versos disparatados, Benet salta enseguida a Aristóteles, describe (con gran comicidad) la vaguería que reinaba en la ciudad griega de Mitilene y vuelve sobre su infancia para dar cuenta de la fórmula que le permitió superar su confusión entre épica y ética: "ePica=Poemas, eTica=Tonterías". El ensayo avanza: desembocamos en La araucana, de Ercilla; luego pasamos por Swift y Kafka; allá aparece Dante... Entre consideraciones sobre qué pueda ser la costumbrística, análisis de poemas épicos y una profunda meditación sobre la metáfora, el estilo de Benet avanza con su elegancia, su sentido del humor, su afilada ironía, su densidad y su belleza y, entonces, el mundo del novelista y sus obsesiones se derraman en el ensayo. Los géneros ya no existen, es Benet en estado puro.
"Se empeñó en no parecer un hombre muy ocupado", dijo uno de sus hijos
Don Juan murió en enero de 1993, hace diez años. No ha habido homenajes de ninguna especie, así que la presentación de Puerta de tierra terminó el pasado miércoles por convertir la Residencia de Estudiantes en el mejor lugar para celebrar el mundo de Benet, y se le echó extraordinariamente de menos, ahora sobre todo que no existe ya una voz como la suya.
Este libro, que publicó originalmente en 1969 y que ahora Cuatro Ediciones ha rescatado de una manera impecable, reúne seis ensayos sobre materias y temas muy diversos, y tiene la brillantez característica del autor de Herrumbrosas lanzas. Tomaron la palabra uno de sus hijos, Ramón; Mauricio Jalón (el editor), y dos viejos amigos, Antonio Martínez Sarrión y Natacha Seseña.
Además de ejercer de ingeniero y escritor, Benet tuvo tiempo, además, para hacer collages y muebles, incluso para montar mal en moto, y se "empeñó en no parecer un hombre muy ocupado", recordó su hijo. La personalidad de Don Juan, su falta de respeto por todos los convencionalismos, la fiereza de algunas de sus opiniones, su feroz inteligencia, su maestría para penetrar con lucidez e ironía en las cuestiones más variadas y próximas, su amor a la música y a la historia, su capacidad para haber construido "un retrato espeluznante de un tiempo y un lugar" (de nuevo Ramón Benet) volvieron a recordarse entre anécdotas variadas, y la inmensa ternura que sigue despertando ese personaje que allí por donde pasara no dejaba títere con cabeza.
El segundo ensayo incluido en Puerta de tierra, Epístola moral a Laura, es una carta que Benet dirige a una amiga que ha decidido divorciarse. La fidelidad y el amor, la verdad y la mentira, el arte de la seducción y la complicación de ser libre: todos estos temas recorren un texto en el que resuenan las cuestiones que han zarandeado a los personajes del Benet novelista. Ahí escribe: "Una cultura, una civilización o como quieras llamarlo, da origen a un hombre tanto más débil cuanto más perfecto y glorioso es el futuro que promete".
En una antigua entrevista, Benet explicó que nunca sabía cómo iban a desarrollarse sus novelas, que él se sentaba y escribía. De una palabra a otra, y el mundo del escritor poco a poco se volcaba sobre la página. Así ocurre también en sus ensayos. "Es un verdadero pensador, uno de los grandes de las letras europeas", dijo de él Mauricio Jalón, el responsable de la editorial Cuatro de Valladolid, que ya había publicado una Cartografía personal de Benet (ya inencontrable). Describió brevemente los ensayos de Puerta de tierra, habló de su intención poética y del pesimismo de las reflexiones benetianas, y se refirió al paisaje "seco y descarnado" de su literatura.
El tiempo, la memoria, de nuevo el amor, los celos o la muerte son cosas de las que habla en el tercer ensayo, Un extempore, un homenaje de Benet a su hermano Francisco, que murió en un accidente en 1966.
Antonio Martínez Sarrión habló en la Residencia de la pasión de Benet por la música a propósito del cuarto de los ensayos, Op. Posth, que trata de Schubert, de los últimos años del compositor, cuando se ve invadido por un "clima de inmitigable melancolía". "Le gustaban los clásicos (no el barroco), odiaba el rock (a Jagger lo llamaba Jendrix, para fastidiar), detestaba a Serrat (pero le conmovía Qué va a ser de ti lejos de
casa), sólo salvó de The Beatles O-bla-di O-bla-da y consideraba insuperables las grabaciones de Los Panchos", dijo Martínez Sarrión. "Era radical: desterró lo biográfico, lo anecdótico y lo histórico para acercarse a la música, y defendió las grabaciones frente a cualquier interpretación en directo. Le gustaba mostrarse intransigente en la defensa de sus argumentos y no le importaba incurrir en paradojas: 'Contra lo que se pueda decir, los discos y las cintas ganan con el tiempo', dijo alguna vez".
Natacha Seseña fue la encargada de cerrar el acto en la Residencia y recordó a un histórico del lugar, Pepín Bello: "Él, que había conocido a tantos grandes, como Buñuel, Lorca y Dalí, siempre me dijo que Benet era el más inteligente de todos". Luego abundó en múltiples anécdotas. Y vino a confirmar que aquel ingeniero y escritor, que hacía collages y muebles, que montaba mal en moto, que todo lo sabía de Tucídides y de Jenofonte y de otros historiadores antiguos, que se sumergió en miles de lecturas para conocer como nadie la Guerra Civil, que amaba la música...; en fin, que a ese hombre también le gustaba practicar el teatro. "Yo era la actriz principal; él, el actor principal, y Juan García Hortelano, el característico". Y parece que Benet ponía, ahí en el escenario, todo su entusiasmo para repetir la misma frase ("¿Ha llegado el señorito?"), una y otra vez.
Los dos textos que cierran el libro son Cordelia Kahn, que trata de una de las hijas del Rey Lear shakespeariano, y Sobre el carácter tétrico de la historia. Como los otros, muestran que la inteligencia de Benet es de ésas que remueven las contradicciones de la condición humana y que las sacuden con ferocidad hasta mostrar la futilidad de cuanto emprendemos y la ruina y desolación que finalmente somos, y que, acaso, resuma una estampa, la "de la retirada de un derrotado escuadrón de caballería, bajo la lluvia".
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