El hambre no puede esperar
El absolutismo económico y el fanatismo ciego ignoran los valores morales de la civilización que nos une y nos propulsa hacia el futuro. El progreso no define el destino de la riqueza, tampoco dispensa un sentido ético. Al contrario. El abismo entre el adelanto técnico y el desarrollo moral es hoy uno de los pasivos dejados por el siglo XX. Existe hoy una peligrosa acumulación de tensión entre la opulencia que no reparte y la miseria que no retrocede. Ésta es una de las expresiones más inquietantes del siglo que empieza; estamos, por tanto, en la frontera de grandes opciones. Antes de ofrecer respuestas, la obligación de un hombre público es escuchar las preguntas de su tiempo. La mitad de la población mundial tiene menos de dos dólares por día para sobrevivir, mientras que el 14% de la parte más rica de la humanidad acapara el 75% de toda la riqueza material.
La única guerra de la que saldremos todos vencedores es la guerra contra la pobreza y la exclusión social. El arma fundamental para ello es conocer y aceptar la democracia económica, social, cultural y política. El comercio internacional tiene que librarse de las tácticas proteccionistas que sabemos todos privilegian a grupos ineficientes pero poderosos. El único antídoto verdadero para la pobreza es una sociedad que no produzca más exclusión. La miseria y el hambre no son un fallo técnico. El hambre no puede esperar.
Extracto del discurso de Luiz Inácio Lula da Silva.
Babelia
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