"Con el cine hay que ponerle cara a las víctimas del terrorismo"

En Argelia no se conoce la palabra paz. No hay día en que no muera alguien en este país asolado por el terrorismo islámico desde hace más de una década. Unas víctimas que caen en el olvido y a las que Yamina Bachir-Chouikh ha querido rescatar en su película Rachida (2002), estrenada allí con notable éxito y que se proyectó el pasado miércoles en el Instituto Francés de Madrid dentro del ciclo Argelia y sus artistas: una nación de nuestro nuevo siglo. "Esa gente se ha convertido en números y hay que sacarla del anonimato", contó la cineasta en Madrid. "Esta denuncia es más fácil hacerla desde la pintura o la literatura. Hay libertad de expresión, pero hacerlo desde el cine es más complicado por su coste económico", argumenta.

Rachida cuenta la historia de una maestra de unos 20 años de un barrio popular de Argel. Una mañana, camino del trabajo, un ex alumno y tres más se le acercan y la ordenan poner una bomba en la escuela. Ante su negativa, la disparan. Milagrosamente salva su vida y se ve obligada a emigrar a un pueblo vecino donde la violencia está presente. "Mi película está basada en un suceso real, pero en aquella ocasión la profesora perdió la vida", dice.

"Nadie de mi familia ha sido asesinada, pero como todos los argelinos no tengo el privilegio de no sentir el dolor", explica. "Tenemos la impresión de que el terrorismo empezó en los noventa pero fue antes. En 1988, una mujer, acusada de prostituirse, y su hijo fueron quemados vivos. Eran hechos aislados, no la masacre de ahora", prosigue. Cuando se la pregunta si ha sufrido presión del Gobierno o de los terroristas por tocar un tema tan sensible asegura que no. "El único problema que he tenido es el económico. Me costó mucho conseguir financiación", señala Bachir-Chouikh, que dispuso de dinero francés. No quiere plantearse que la económica sea una forma de censura. "Siempre ha habido un monopolio del Estado y es difícil mentalizar a la gente de que debe buscarse la vida, de que no va a recibir ayudas. Aún no existe en Argelia el oficio de productor", agrega.

"El Gobierno debería oír a la calle. Hay que tener el coraje político de proponer una nueva sociedad sin concesiones ni para unos ni para otros", continúa indignada.

En Rachida hay una velada crítica al Estado. "Un reproche es mostrar cómo la población está abandonada a su suerte en medio de los atentados, o el que se vea el paro de los jóvenes o la triste situación de las mujeres", dice la cineasta. "Se da la paradoja en mi país de que es una sociedad muy machista, pero en el marco del trabajo hay mujeres con puestos muy importantes que pierden poder en casa asfixiadas por las tradiciones", lamenta.

Bachir-Chouikh no quiere encasillarse: "Hay otras formas de terrorismo, como la violencia sobre la libertad. Hay que denunciarlo. No me quiero especializar en cine sobre el fanatismo".