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Empresarios de turismo de EE UU desafían el embargo a Cuba

Unos 230.000 estadounidenses viajaron a la isla caribeña en 2002

EE UU nada a contracorriente en su política de embargo contra Cuba. Sólo una semana después del anuncio del presidente George W. Bush de que reforzará las restricciones para que los norteamericanos viajen menos a la isla, un centenar de representantes de agencias de viajes y de vuelos chárter y empresarios estadounidenses de turismo se reunieron en Cancún (México) con funcionarios cubanos para explorar posibilidades de negocio en la isla.

El encuentro, el primero de este tipo, concluyó ayer con un viaje relámpago a la isla, donde los empresarios estadounidenses visitaron establecimientos turísticos en abierto desafío a las autoridades de su país. En virtud del embargo, los ciudadanos de EE UU no pueden gastar dólares en la isla a no ser que obtengan una licencia del Departamento del Tesoro -lo que en la práctica supone una prohibición al turismo-. Por eso las autoridades cubanas corrieron con los gastos de los visitantes.

"Nuestro presidente está aumentando las restricciones para viajar a Cuba. Este encuentro muestra que hay otra voz sobre el tema", dijo Michael Zuccato, miembro de la Asociación Norteamericana de Profesionales de la Industria del Turismo, uno de los patrocinadores de la reunión. La delegación cubana estuvo encabezada por el ministro de Turismo, Ibrahim Ferradaz; el director de América del Norte de Exteriores, Rafael Dausá, y representantes de empresas turísticas cubanas.

Según Dausá, la reunión de Cancún significó un "momento importante en el acercamiento y exploración de posibilidades de negocio en el tema del turismo". "El potencial es muy grande. Un año después del fin de las restricciones podrían venir a Cuba un millón de norteamericanos, y en unos años podrían estar viajando cinco millones", aseguró.

En 2002 visitaron Cuba 1.650.000 turistas, 230.000 procedentes de EE UU. De ellos, 150.000 eran exiliados. De los 77.000 estadounidenses de origen no cubano que viajaron a la isla, la mitad lo hicieron a través de terceros países, en viajes considerados ilegales por Washington.

En septiembre, por cuarta vez consecutiva, el Congreso de EE UU aprobó por 227 votos contra 188 el levantamiento de la prohibición a los viajes de sus ciudadanos a la isla. El Senado debe ahora someter a votación una iniciativa similar, pero, como en anteriores ocasiones, Bush ya ha anunciado que vetará la medida en caso de que sea aprobada.

Pese a la creciente presión -en los últimos 20 meses, 50 parlamentarios opuestos al embargo han visitado la isla-, el 10 de octubre Bush anunció que su Gobierno perseguirá con más ahínco a los estadounidenses que visitan Cuba de modo ilegal, y pueden enfrentarse a penas de 10 años de cárcel y multas de 250.000 dólares.

En la misma línea, el subsecretario del Departamento de Estado, Roger Noriega, expresó su "desilusión" por que el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y el canciller argentino, Rafael Bielsa, no se reuniesen con miembros de la oposición durante sus recientes visitas a La Habana. Bielsa fue el primero en responder: "Las expresiones del presidente Bush no dejaron el mejor panorama para hablar con Fidel Castro, de manera distendida, sobre la situación de los disidentes en Cuba".

Bush anunció también la creación de una "comisión presidencial para la asistencia a una Cuba libre". Hasta en medios disidentes las medidas de Washington cayeron mal: "A estas alturas nos gustaría pensar que EE UU va superando esa visión de Cuba como protectorado político y fideicomiso administrativo. Una buena manera de dejar de alimentar las coartadas nacionalistas del Gobierno cubano", dijo en un comunicado el Arco Progresista, que aglutina a parte de la oposición socialdemócrata en la isla.

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