¿Es la paz imposible?
Hace 10 años, tras Oslo, pareció posible una paz entre israelíes y palestinos. Hoy hay que contemplar como algo más que una hipótesis de trabajo la perspectiva de que la paz sea imposible. El deterioro de la situación y la acumulación de violencia y muerte en una y otra parte ha sido tal que lo que podía resultar aceptable 10 años atrás quizás ya no lo sea ahora.
¿Sería la paz más fácil sin Arafat? El Gobierno de Sharon preferiría que el rais desapareciera por extinción natural antes que tener que deportarlo o algo peor. Pero tampoco hay que llamarse a engaño: hoy por hoy, ningún otro líder entre los palestinos es capaz de imponer a los suyos una "paz de los valientes", es decir, con concesiones. Del lado palestino, la frustración alimenta la violencia. Y probablemente acabará llevando a una lucha de poder que puede llegar a una guerra civil entre ellos. Desgraciadamente, no parece haber espacio para los moderados que, como estos días en Jordania, intentan abrirse un hueco.
La paz y la seguridad sólo parecen posibles, ni siquiera probables, si se imponen desde fuera. A finales de noviembre, en Madrid, una conferencia va a estudiar la posibilidad de una "solución internacional". ¿Un nuevo mandato para Palestina? Ni Israel ni EE UU parecen estar por la labor. Al tomar partido contra Arafat y declararle parte del problema y no de la solución, Washington ha dejado de ser el "mediador honesto [honest broker]" en el conflicto.
¿Y Sharon? ¿Está también convencido de que la paz es imposible? A juzgar por los hechos, sí. Su mezquina visita a la explanada de las mezquitas de Jerusalén en septiembre de 2000 fue la chispa que disparó una segunda Intifada que ya se venía larvando y sobre la que Arafat decidió cabalgar en vez de intentar pararla. Pese a sus declaraciones, Sharon no parece creer que una paz basada en dos Estados independientes sea ni deseable -porque no aportaría seguridad frente a atentados- ni contrapeso a un creciente desequilibrio demográfico entre árabes e israelíes. Sharon ha destruido la infraestructura de la Autoridad Nacional Palestina (en buena parte pagada por la Unión Europea) y está intentando destruir a Arafat. La solución de la paz imposible de Sharon puede ser del tipo del apartheid de la antigua Suráfrica, o con un seudo Estado palestino, demediado, troceado y probablemente nunca aceptado por sus seudociudadanos.
Hay una continuidad en la visión espacial y territorial de Sharon, en su "geometría de la ocupación", como la llama el arquitecto israelí Eyal Weizman (www.opendemocracy.net/themes/article-2-1474.jspal), al menos desde 1969, cuando estaba al frente del Mando Sur de Israel y ya, contrario a la estrategia de una línea defensiva en el exterior, se declaraba a favor de "luchar la batalla defensiva no en una línea, sino en profundidad". Por el concepto defensivo estático parece abogar la construcción, formalmente para cerrar el paso a los terroristas, del muro, de la verja de separación -¿o nueva frontera?-, que puede crear una situación de hecho favorable a Israel y sus asentamientos en territorios ocupados. Pero Sharon va más allá. El ataque a un campamento palestino en Siria, en respuesta al brutal atentado en Haifa, va en la dirección de la profundidad estratégica y ha sido apoyado por EE UU en las declaraciones de Bush y en las sanciones pedidas al Congreso contra Damasco. Afirmar que "Israel (...) golpeará a sus enemigos en todo lugar y por todos los medios" está en su forma de pensar de siempre. Y si suena a nuevo es porque ahora encuentra un eco positivo en la sociedad israelí y en Bush y su doctrina de la guerra preventiva. Con la guerra de Irak, Sharon ha aumentado su margen de maniobra, y lo aprovecha. Parecía que esa guerra debía llevar a una solución para el conflicto. De momento, todo lo contrario. El aviso a Siria es una señal de que el proceso de desestabilización puede proseguir, y de que Bush y Sharon piensan que su paz sólo será posible reorganizando toda la región.
aortega@elpais.es
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