_
_
_
_
Tribuna:EL DEBATE PRESUPUESTARIO
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Poder (PP) valenciano y eficiencia

La realidad es obstinada. El poder, también. Como la contumacia de éste en negar aquélla. El Partido Popular, sus representantes en la Comunidad Valenciana están empeñados en una tarea inútil: decirnos que su "influencia" en Madrid no sólo es importante, por supuesto para ellos, sino que crece con el paso del régimen "popular", en beneficio, dicen, de los ciudadanos valencianos. Cuentan, para difundir la especie, con medios, voceros, y la complicidad de la anestesia que unos y otros administran a la ciudadanía.

Sin embargo la conocida demagogia de los hechos se impone. Así la ejecución presupuestaria, honra y prez, junto a la estabilidad, del régimen. Contrapunto a la euforia mediática del déficit cero, de la convergencia real con la Unión Europea, merced, entre otras causas, a las aportaciones de los viejos europeos, rebeldes y antiguos, como Alemania. O a los proyectos que se publicitan, a tambor batiente, y eternizan en los resignados estados contables de los presupuestos del Estado durante años.

La opacidad en la presentación, la cicatería en la dación de cuentas a los ciudadanos, a través de sus representantes parlamentarios, constituyen la norma del engaño, agigantada con el paso del tiempo y la arrogancia de quienes consideran a la democracia un instrumento más para la perpetuación de su poder, un poder que, consideran, siempre les perteneció, y que sólo unos pocos años anduvo descarriado en manos de quienes siempre debieron perder.

Sin Oficina Presupuestaria en el Parlamento, y sin más medios que los que proporciona el tesón artesano y la constancia en el inquirir, la conclusión no puede ser otra, pese a todo, que a la jactancia se opone lo menguado, y falso, de los resultados.

La ejecución del presupuesto del Estado para la Comunidad Valenciana, a la altura de la última semana de julio del año en curso, no arroja sino un saldo desolador. En mayor medida si se tiene en cuenta lo perentorio y evidente de las exigencias ciudadanas, y el déficit acumulado de la acción pública desde los inicios del régimen. Compromisos, y ejecución efectiva de las inversiones por los suelos.

En Interior -la siempre cacareada seguridad- un 17% efectivo. En Fomento -¿de qué?, y ante la no menos jaleada competitividad de las infraestructuras-, un 34%. En medio Ambiente -con la sostenibilidad ante los chapapotes de toda índole-, un 32%. Y en la Cultura -¡ay!, transferida y ayuna de estado-, otro 32%. Y de por medio agosto, que los datos son de julio como se advirtiera. Y por delante, las sucesiones diversas, y las elecciones acumuladas, entre las ocupaciones imperiales de signo diverso que desdeñan la realidad obstinada de lo cotidiano. Todo sin entrar en las dotaciones iniciales, su raquitismo, y el agravio territorial que suponen, y del que tendremos ocasión de opinar a propósito de las previsiones ensoñadas para el 2004. Y si el lector es optimista que fije su atención en la última columna: un exiguo 40% para todo.

Poco, mal, tarde. Ni comprometido, ni menos aún ejecutado, esto es, invertido. Entre tanto seguiremos esperando una ronda por aquí, un cercanías por allá, un desdoblamiento acullá. Y que los barrancos inunden, desbordados, sus riberas, los humedales aguarden su aterramiento, o que los riegos confíen en su racionalización. Eso sí, con impuestos, directos o camuflados que, en su subida y ampliación, agrandan el agravio de empresarios, de trabajadores, de consumidores y usuarios. Paganos, como suele tildarse al especimen humano de estas tierras, entre el Cenia y el Segura. Paganos, ahora, de pagar. Tal vez "muelles", como quería el Conde-Duque de Olivares, y más "muelles", quienes, obsecuentes, inclinan la cerviz ante el pequeño Leviatán mesetario, a la par que exhuman identidades falsificadas para oponerse a los intereses de la ciudadanía. Felices de ser subalternos, mera sucursal, se agrandan ante sus conciudadanos, a quienes quisieran imponer la ignorancia y la servidumbre.

De nada les sirve. El ejemplo numérico que acompaña esta colaboración es tan sólo una muestra. Una más. Su traducción en hechos confirma la hipótesis de su demagogia.

Por fortuna la ciudadanía se ocupa de sus cosas. De las empresas, del trabajo, del ahorro. En un desapego hacia las instituciones que debiera hacer reflexionar a estos patriotas ahora convertidos al constitucionalismo y el estatutismo. Una ciudadanía que trata de protegerse de este estado residual para la solidaridad y el bienestar, e intervencionista para favorecer a sus paniaguados, como buen sucesor de un antiguo régimen. Una muestra de la derecha anacrónica, rediviva y feliz, a la que convendrá que nos aprestemos, una vez más, a devolver a su verdadero rincón de la historia.

Entre tanto, los valencianos y valencianas, de Alicante a Castellón, no tenemos ni un tercio de lo que dijeron comprometer, y cumplir, para el año que ya se encamina a su término. Claro que, entre tanto, han cumplido consigo mismo, que ya se sabe que la caridad bien entendida y el amor al prójimo se refiere al inmediato, a los pocos beneficiarios y privilegiados del régimen aznarita. ¿Cómo van a convencernos, en su estridencia, de las bondades electorales para 2004? Eso sí, tiene usted, lector, lectora, la oportunidad de encender su televisor, y convencerse de que lo que observa cada día, con sus propios ojos, es irreal, como la vida misma.

Ricard Pérez Casado es diputado socialista por Valencia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_