La conciencia
Elia Kazan comenzó su vida de inmigrante en los Estados Unidos como director de teatro y como comunista afiliado: dejó las dos vocaciones en una de las épocas más graves del fascismo en aquel país -la del senador McCarthy y el Comité de Actividades Antiamericanas- y argumentó para la posteridad, y probablemente para consigo mismo -la conciencia, a veces, trabaja así y se justifica-, la idea de que era más importante que él pudiera seguir en el cine, donde aún podía crear ideología política, a ser prohibido por comunista: y denunció a ocho personas. Es muy probable que esta cuestión, que en estas otras etapas de fascismo democrático se vuelve a plantear para muchas personas, tuviera razones de ser: pero denunció, y el resto de su vida lo lamentó y se lo dijeron. Se lo dijo Lilian Hellman, una de las denunciadas; y él mismo dijo en sus memorias que la "cosa horrible", su gran inmoralidad, la hizo "fuera de su verdadero ser". Cuenta también algo de la historia, en sus recuerdos, Arthur Miller, algunas de cuyas obras esenciales para el teatro estrenó Kazan como director. Una conversación importante, que suele suceder siempre: el que vacila busca el aval del puro para poder hacer lo innoble, y en este caso versaba sobre la necesidad de estar o la posibilidad de ser destruido. Miller se zafó: le dijo que, después de todo, él debía decidir por sí mismo sin contar con nadie. Algo de esa conversación se reprodujo cuando la Academia deliberaba para concederle el Oscar, y prevaleció la idea de que lo importante es la obra, y no el debate humano. Y alguien, también, quizá recordase que se producía entre el amante de Marilyn Monroe, Kazan, y el que iba a ser el marido, Miller. Quizá estos asuntos que llamamos del corazón pesen tanto en las conductas y los enfrentamientos humanos como las ideologías. No por algo Marilyn es también un mito de la época, que cubre algo más que su sexo brillante y extraño, y que a la hora de morir quedan cosas trascendentales en la carrera de aquellos hombres sometidos a los torbellinos de una política trágica, y en Kazan quedarán siempre aquellas primeras direcciones de escena, y que la víspera del anuncio de su boda con otro de los grandes dioses de entonces, Joe di Maggio, ella pasó la noche en un hotel con Elia Kazan.
Este gran creador era un alucinado del teatro de combate, de la lucha frente a la injusticia de orden establecido
Babelia
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