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LA POSGUERRA DE IRAK
Columna
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Parte de guerra, de la A a la Z

Varios meses metidos en la posguerra iraquí, y con el confesonario abierto a los líderes del mundo entero de la Asamblea General de la ONU, puede hacerse un balance provisional y en orden alfabético de bajas en combate, heridos o damnificados, condición que puede afectar tanto a personas como a organismos o colectividades nacionales e internacionales.

América, del Norte. La sociedad norteamericana y su Gobierno, obrando como sismógrafo, están demostrando que el llamado síndrome de Vietnam, es decir, la aversión a soportar un número no insignificante de bajas en combate, en escenarios lejanos, contrariamente a la idea recibida de que era algo ya superado, sigue plenamente en activo.

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Aznar, José María. Si desmarcarse de lo esencial de Europa y justificarlo con una desenvoltura blindada contra los hechos se pagara en política, el presidente del Gobierno español se vería hoy en gravísimos aprietos, pero como no está en absoluto demostrado que esto sea así, habrá que considerar, provisionalmente, su caso sólo de pronóstico reservado.

Blair, Tony. El líder del neolaborismo británico quizá tampoco pierda las próximas legislativas, tal es su mayoría abrumadora en los Comunes y hasta es posible que sea terminal el decaimiento de sus rivales conservadores, pero sí parece, en cambio, que ha dejado de emocionar a la mayor parte del electorado. Las revelaciones de la BBC sobre la exageración de la amenaza que constituía el régimen de Sadam, eran básicamente ciertas, aunque la organización sufra también algún desprestigio por el manejo poco profesional de lo que sabía. Blair mintió o deformó o manipuló con sus spin doctors las motivaciones angloamericanas para intervenir en Irak.

Bush, George W. Aunque sin la contundencia del Parlamento británico, las cámaras norteamericanas y el partido demócrata, en general, comienzan a poner en duda la prudencia de su presidente en descadenar una operación que es tan cara en dólares y vidas como conducente a ningún sitio. El hecho de que la opinión norteamericana reproche a Bush no tanto lo sangriento de la operación como el que su presidente haya mentido, no es sino un derivado del alto concepto de sí mismo que tiene el mundo anglosajón.

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Francia, de Jacques Chirac. El cálculo del Quai d'Orsay era que la posguerra iría tan mal como está yendo y que entonces el mundo comprendería cuanta razón tenía Francia en oponerse a la intervención. Pero lo que, quizá ni el presidente Jacques Chirac ni su ministro de Exteriores, Dominique de Villepin, preveían era la violencia cavernaria con que reaccionaría no sólo el Estado, sino la sociedad norteamericana contra una Francia que osara enfrentarse a la hiperpotencia. Es imposible aislar a Estados Unidos; quien se le opone es quien se aísla, aunque algo cuente con Alemania, China y Rusia. Sólo Estados Unidos es capaz de oponerse con éxito a Estados Unidos.

Husein, Sadam. Sin punto de reposo, viviendo a salto de mata, alentando una resistencia que nunca le permitirá volver al poder, el ex presidente iraquí está condenado a la deportación en su propio país, pase lo que pase en la posguerra.

La ONU de Kofi Annan. No es probable que Estados Unidos previera que el africano educado en las mejores instituciones de Occidente y nacido con cuchara de plata, mostrara el espíritu de independencia que el secretario general de la ONU, Kofi Annan, está mostrando en contra de quien quiera atribuirse un poder unilateral y mundializado. Pero no menos, por ello, la organización es la gran perdedora en una operación que le pasa por encima como un caterpillar.

Arafat, Yaser. La guerra general al terrorismo, decretada por Washington, ha hecho que cayera todo el peso de la ira israelí contra el presidente palestino, Yaser Arafat, acusado de ser el líder virtual de los terroristas de Hamás, llegando Jerusalén hasta amenazarle con la deportación o la muerte.

Y si tantas bajas hay, ¿quiénes son los vencedores de guerra y de posguerra? Osama Bin Laden, el líder de Al Qaeda, que ahora opera en un país que la dictadura de Sadam Husein le tenía vedado y al que odiaba por "socialista y laico"; el primer ministro israelí, Ariel Sharon, cuya política de asesinatos selectivos y bombardeos generalizados se ha visto legitimada por Washington; y, más que nada ni nadie, la conocida teoría de El choque de civilizaciones: la guerra entre culturas.

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