Las reflexiones intelectuales de Achero Mañas y Jacques Rivette
Se presentaron a concurso la española 'Noviembre' y la francesa 'Historia de Marie y Julien'
El azar en ocasiones provoca situaciones curiosas: las dos películas programadas en la sección oficial de ayer, lunes, tienen ciertos puntos de coincidencia, un pequeño espacio de encuentro, al menos para quien esto suscribe. Historia de Marie y Julien, del veterano realizador francés Jacques Rivette, y Noviembre, segundo largometraje del español Achero Mañas, con todas las salvedades y distancias que se quieran, surgen de un deseo compartido: el de transmitir al espectador sus reflexiones personales en torno a conceptos más o menos trascendentales.
En el caso de Noviembre, y tras el éxito de su primer largometraje, El Bola, Mañas tiene a bien rendir homenaje al teatro más independiente, más radical y callejero, que sin ser una novedad -lo cierto es que la calle como escenario tiene cientos de años de tradición, desde los juglares, ferias y compañías medievales- le permite dar una vuelta de tuerca más en su difícil empeño de tratar de transformar el mundo que le tocó vivir. Para ello se rodea de un estupendo plantel de actores jóvenes, curtidos ya en bastantes batallas teatrales, cinematográficas y televisivas y comandados por Óscar Jaenada e Ingrid Rubio; de un buen oficio narrativo y de un -suponemos- suficiente presupuesto económico para propagar sus reflexiones contra "una sociedad dominada por el individualismo, con un sentido claramente materialista", según consta en su declaración de intenciones.
"Creo que el arte y el teatro en particular son y deben ser un arma cargada de ideas"
La cuestión, o una de ellas, es la de aplicar la pretendida lucidez analítica a uno mismo, saber desde dónde se critica y a quien. Dicho con menos pedantería: el problema es el discurso. "Gabriel Celaya decía que la poesía era un arma cargada de futuro", explica en el folleto del filme Achero Mañas. "Creo que el arte, y el teatro en particular, son, y deben de ser, un arma. Un arma cargada de ideas, de palabras, pero también de contradicción, de paradoja; un arma, por encima de todo, inconformista, que nunca pierda el sentido de la autocrítica". La diferencia es que Celaya para escribir su poema sólo necesitó papel, lápiz y talento, mientra que un realizador de cine necesita, además de talento, productores, distribuidores, exhibidores, un equipo de varias docenas de asalariados para realizar la obra, promoción, expertos en márketing y el apoyo de los medios para dar a conocer el largo, complejo y laborioso proceso que surge en una mente y concluye en una sala de butacas que hay que llenar.
Fue Jean-Luc Godard (uno de los grandes y espesos provocadores de la historia del cine) el que dijo en su día que la única crítica cinematográfica admisible desde un punto de vista conceptual era realizar otra película. De seguir su reflexión hasta el límite, quizás la única crítica posible a una sociedad individualista y materialista sería la de crear una sociedad alternativa, colectivista, solidaria y poco consumista. Lamentablemente todo parece indicar que no es el momento histórico oportuno. Hemos llegado tarde para coger un tren que hace tiempo descarriló.
El veterano Jacques Rivette, una de las vacas sagradas del sector intelectual del cine francés, presentó Historia de Marie y Julien y con ello presentó también otras muchas cosas: desde sus reflexiones personales sobre el amor y la muerte hasta una trama basada en leyendas celtas, coincidentes al parecer con mitos chinos, japoneses y africanos. Dicho desde la respetuosa impudicia de un veterano espectador, al filme de Rivette le sobra una de las dos horas y media de duración. En la larga y tediosa introducción en la que su realizador se recrea en la intensidad de sus diálogos y monólogos, en la trascendencia de sus palabras, el filme cae de lleno en el peor de los vicios de un sector de la cinematografía francesa: el de la insufrible pedantería. Cuando deja de lado esa especie de regusto, de autosatisfacción, que parecen sentir quienes sólo se oyen a sí mismos -lo que Marsé llamó en su día con sabia sencillez "la prosa-sonajero"-, Historia de Marie y Julien remonta un vuelo que parecía condenado a la cursilería total para adentrarnos en una bella historia de amor loco protagonizada por una bellísima Emmanuelle Béart. Lo difícil es sobrevivir a los primeros sesenta minutos.
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