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Powell reconoce en Bagdad que los ataques contra sus tropas impiden normalizar Irak

El ministro iraquí de Exteriores pide a EE UU una rápida devolución de la soberanía

Ángeles Espinosa

"En muchas partes de Irak, en el sur y en el norte, las cosas están seguras y estables", defendió ayer el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, al concluir su visita a Bagdad. Cinco meses después del derribo de Sadam Husein, las experiencias de los iraquíes son contradictorias. Powell subrayó las positivas y aseguró que si la prensa se hiciera eco de ellas, daría una imagen más equilibrada del país. Pero sus palabras chocaban con la realidad: un nuevo ataque contra sus fuerzas dejaba otro soldado muerto en la conflictiva ciudad de Faluya.

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A las puertas de la burbuja de seguridad en la que se movía el secretario de Estado, decenas de iraquíes pedían trabajo. "No somos ocupantes", subrayó Powell durante una conferencia de prensa. "Nuestra presencia tiene bases legales, vinimos como libertadores y tenemos experiencia como tales". A su lado, el administrador civil estadounidense, Paul Bremer, asentía. Sin duda, la visita de Powell, primera desde el fin de la guerra, tenía como objetivo respaldar la labor de Bremer y dar un impulso al Consejo de Gobierno que ha designado para dirigir la transición.

Powell reafirmó la determinación de Estados Unidos de establecer la democracia en Irak. "Se han dado importantes pasos hacia el autogobierno", aseguró, tras reunirse con los miembros del Consejo de Gobierno. También defendió que para que el futuro Gobierno pueda "sobrevivir necesita legitimidad, y eso exige redactar una Constitución antes de celebrar elecciones". Sin embargo, ese proceso es objeto de discusión tanto por los iraquíes como por otros países occidentales.

El flamante ministro iraquí de Asuntos Exteriores, el kurdo Hoysdar Zebari, pidió a Powell la pronta devolución de la soberanía a los iraquíes, aunque reconoció que antes es necesario que mejore la seguridad. Zebari parece simpatizar con la propuesta francesa para convocar elecciones antes de la primavera próxima. Pero el secretario de Estado ya descartó esa posibilidad el día anterior en Ginebra cuando la calificó de "totalmente irreal". Las discrepancias entre los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU están retrasando el envío de una fuerza internacional bajo mando norteamericano que permita a EE UU reducir los 130.000 soldados que tiene desplegados en Irak y, consecuentemente, sus costes.

"No pensamos permanecer aquí ni un día más de lo necesario, porque es caro y nuestros chicos deben volver a casa con sus familias", declaró Powell. Sin embargo, insistió en que "sería peor salir demasiado deprisa". Su mayor preocupación al respecto es el terrorismo, que, según dijo, "se ha convertido en el principal problema del Irak postSadam". Con anterioridad, había acusado a "infiltrados" de tratar de sabotear los esfuerzos de estabilización. "No lo permitiremos", aseguró.

Otro soldado muerto

"Aún hay inestabilidad y los soldados de la coalición son objetivo de ataques diarios", admitió el enviado de Washington, quien, no obstante, subrayó que "en muchas partes del país, en el sur y en el norte, las cosas está seguras y estables".

Ayer mismo, apenas una hora antes de que Powell aterrizara en el Aeropuerto Internacional de Bagdad, una bomba de fabricación casera estalló al paso de un convoy militar estadounidense. Un soldado resultó muerto y tres, heridos. Hubiera sido un incidente más de los entre 15 y 20 que las fuerzas de ocupación sufren cada día si no hubiera sucedido en Faluya y justo dos días después de que las tropas estadounidenses mataran por error a nueve miembros de los cuerpos policiales iraquíes que están ayudando a formar y a un guarda jordano de un hospital vecino.

El sábado, durante los funerales de los policías, encapuchados armados que se declaraban miembros de la "resistencia" amenazaron con vengar esas muertes con un ataque esa misma noche. Faluya es un bastión del radicalismo suní en una región privilegiada durante el régimen de Sadam, donde, además, la actuación de las fuerzas ocupantes ha sido especialmente desafortunada. Poco después de su llegada a la ciudad el pasado abril, los soldados estadounidenses mataron a 16 ciudadanos durante una manifestación. Desde entonces, los ánimos están caldeados.

Bremer dijo que el incidente del viernes "está aún siendo investigado" y, aunque admitió que en el pasado el Ejército de EE UU ha pagado daños y perjuicios a las víctimas de sus acciones cuando lo ha considerado oportuno, no quiso especular sobre cómo se resolverá este asunto. De momento, varios diputados jordanos ya reclaman 10 millones de dólares para la familia del guarda muerto cuando el tiroteo alcanzó el hospital jordano de Faluya, donde trabajaba.

Rodeado de impresionantes medidas de protección, Powell no salió de la burbuja de seguridad que sus fuerzas han levantado en el Palacio de la República. "No puedo ir a donde quiero", reconoció a los periodistas, "pero he estado aquí lo suficiente para ver y que me cuenten cosas". Con toda seguridad, entre quienes escuchó no se encontraban los iraquíes que pedían trabajo ante la alambrada de espino que corta su acceso a las dependencias de la Autoridad Provisional de la Coalición.

El administrador de EE UU en Irak, Paul Bremer, besa al ayatolá Al Sader en presencia de Colin Powell,  ayer en Bagdad.
El administrador de EE UU en Irak, Paul Bremer, besa al ayatolá Al Sader en presencia de Colin Powell, ayer en Bagdad.REUTERS

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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