"La vanguardia de una ola de fascismo gobierna Estados Unidos"
"¿Y Tombuctú? ¡Pero si me lo pasé muy bien escribiéndola! Reconozco que no es una de mis mejores obras, pero está muy cerca de mi corazón y, además, me costó cinco años acabarla". El escritor Paul Auster (Nueva Jersey, 1947) responde así, en tono jocoso, cuando se le recuerda que muchos de sus lectores respiraron aliviados cuando se publicó, hace apenas unos meses, El libro de las ilusiones (Anagrama en castellano, Edicions 62 en catalán). Con la novela en las manos, el comentario casi unánime ha sido el de contar, por fin, con un nuevo libro en la línea de Trilogía de Nueva York, Leviatán o La música del azar, obras que han convertido a multitudes de lectores en adictos. Creador de un mundo de situaciones llenas de misterio y poseedor de una voz narrativa hipnótica, Auster afirmó que sus novelas proceden del "inconsciente". "Las novelas te llaman. A veces me siento un mero instrumento".
"Llegó un momento en que decidí dejar el cine y encerrarme otra vez a escribir"
"Es útil saber detalles de la vida de un autor, pero al final lo que cuenta es su trabajo"
El escritor está de vacaciones. Ha viajado a Barcelona para ver a su esposa, la también escritora Siri Hustvedt, que elabora en la ciudad -invitada por la Institución de las Letras Catalanas- un trabajo sobre Goya, y al cineasta francés Patrice Chéreau, para ayudarle en la traducción al inglés de un guión para una película sobre los últimos días de Napoleón en Santa Helena.
Mañana viajará a Madrid, donde el lunes hablará (19.30) con su editor, Jorge Herralde, en el Círculo de Bellas Artes; el miércoles estará en Granada, y después irá a Roma. Ayer mantuvo una entrevista con EL PAÍS, y posteriormente se sometió a una multitudinaria rueda de prensa en la que el escritor de Nueva York cargó duramente contra el Gobierno de Estados Unidos y su política de guerra preventiva: "Estamos viviendo tiempos oscuros. La vanguardia de una ola de fascismo gobierna Estados Unidos y lo está privatizando todo excepto el Ejército. Creo que las cosas tienen que ir todavía peor antes de que empiecen a mejorar. La lucha contra el terrorismo ha sido un desastre para todos: Estados Unidos no tenía legitimidad para atacar Irak".
-Usted ha dicho que le costó bastante terminar El libro de las ilusiones.
-Los libros son como una experiencia orgánica porque uno va encontrando el libro a medida que lo escribe. Muchos escritores trabajan con un plan preestablecido y se ciñen a él. Yo tengo una idea general de hacia dónde quiero ir, pero siempre voy cambiando en el momento en que trabajo. Nunca termino el libro de la misma manera que lo había pensado. Además, estaba trabajando en el cine [Smoke, Blue in the face y Lulu on the bridge]. Pero llegó un momento en que decidí no hacer más películas y volver a encerrarme en mi pequeña habitación para escribir.
En la novela, Auster vuelca algunos de sus temas recurrentes: la investigación sobre una biografía, el dolor que produce la muerte de los seres queridos, el azar, la inclusión de una historia dentro de otra historia en un flujo continuo. La cita que encabeza la novela, de Chateaubriand, dice: "El hombre no tiene una sola y única vida, sino muchas, enlazadas unas con otras, y ésa es la causa de su desgracia".
El protagonista de la novela, David Zimmer, un profesor universitario que acaba de perder a su esposa e hijos en un accidente de aviación, emprende la búsqueda de las películas que dejó Hector Mann, un cómico de los años veinte que desapareció en extrañas circunstancias y para cuya caracterización Auster se ha inspirado en el Marcello Mastroianni de Divorcio a la italiana. En un momento de depresión, Zimmer se descubre un día riendo cuando ve por televisión una de las viejas películas de Mann.
-El protagonista habla de "descubrimiento empírico", de la "prueba matemática" de que todavía tiene ganas de vivir.
-El arte, a veces, no siempre, consigue estas cosas. Cuando pienso en un cambio de este tipo creo que también se podría haber dado a partir de un detalle de la vida real. Los pequeños hechos pueden tener la virtud de sacarte de tu cotidianidad, de hacer que veamos el mundo de un modo distinto.
Al principio, el profesor no está interesado en la biografía de Mann, sólo en sus obras. Pero la vida del cómico y sus giros rocambolescos acaban impregnando toda la novela.
-¿Qué importancia da a la vida de un artista para comprender su obra?
-Es una pregunta muy delicada. Muchas veces es útil saber detalles de la vida de un autor, pero al final, lo único que cuenta es su trabajo. Lo que nos pasa a muchos lectores es que siempre queremos saber más sobre los autores que nos gustan más. Yo también he caído en esa tentación. Ahora mismo, acabo de escribir el prólogo a un cuaderno de notas de Nathaniel Hawthorne, uno de mis escritores favoritos. Su vida me fascina. El cuaderno, Twenty days with Julian and Little Bunny by papa [Veinte días con Julian y el Pequeño Conejo, por papá], es el diario de tres semanas que Hawthorne pasó solo con su hijo de cinco años en su casa de Berkshire, a tan sólo seis millas de donde Herman Melville escribía Moby Dick. El relato de un hombre solo cuidando a un niño es algo insólito en la literatura. Hawthorne es un gran escritor de cuadernos, y sin embargo muy poca gente los conoce.
Bartleby, el personaje de Melville que prefería "no hacerlo", está en cierto modo presente en El libro de las ilusiones, por lo que Jorge Herralde le regaló ayer a Auster la traducción al francés de Bartleby y compañía, de Enrique Vila-Matas. Después de su breve carrera como actor y director de cortos cómicos en Hollywood, el personaje Hector Mann reemprende su obra años después. Pero esta vez en secreto; sin que nadie pueda contemplar sus nuevas películas. En el caso de Mann, la penitencia de no mostrar su trabajo quiere redimir una antigua culpa.
"Se supone que el arte es para compartir con el mundo", afirmó Auster, que a finales de año publicará en Estados Unidos su próxima novela. "Pero puedes hacer algo y, aunque nadie lo vea, sigue siendo arte. La decisión de Mann es muy dramática, pero tenemos muchos ejemplos de artistas que no vendieron un cuadro, como Van Gogh, y de escritores que no publicaron en vida o publicaron poco, como Emily Dickinson y Kafka. Un amigo me contó una vez la historia de su abuelo, un poeta ruso que, cuando murió, su mujer decidió quemar toda su obra porque temía a la policía del zar. Este caso me parece más terrible porque todos sus poemas murieron con él".
Babelia
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