Un cuadro en busca y captura: el Prado pide ayuda para encontrar una obra perdida de Mengs
El museo madrileño envía un SOS a través de las redes sociales españolas e italianas para hallar una ‘Santa Cecilia’ desaparecida hace 25 años para una exposición que prepara
Es la primera vez en su historia que el Museo del Prado hace algo parecido. Envía un mensaje en una botella, aprovechando las redes sociales y los nuevos medios de comunicación, para encontrar un cuadro que lleva buscando incansablemente durante año y medio. Y no aparece. La pintura, fechada en 1760, es una bellísima Santa Cecilia (patrona de los músicos) con chelo, obra de Anton Raphael Mengs (1728-1779). La pinacoteca madrileña prepara para el próximo noviembre una exposición de telas nunca vistas del pintor y le dará el máximo espacio: las Salas A y B. Su título: Anton Raphael Mengs. El más grande pintor del siglo XVIII.
El museo ha publicado este viernes un vídeo en su cuenta de Instagram con un mensaje de Andrés Úbeda, director adjunto de Conservación e Investigación del Prado y uno de los comisarios de la muestra. “La exposición ya está casi lista, tenemos un magnífico conjunto de obras. Pero lamentablemente nos falta una que sería de extraordinario interés tener en la exposición. Sencillamente, no la encontramos”, dice. Luego enseña al público la imagen del cuadro en su teléfono.
Pero volvamos al cuadro. Es un lienzo esencial en su carrera. Pintado en Roma, se ve el eco de Annibale Carracci (1560-1609) y la cercanía de Domenichino (1581-1641). La Santa Cecilia en “busca y captura” no es una tela desconocida: se vio en Dresde (La invención del clasicismo, Staatlichen Kunstsammlungen) y Padua (Mengs. El descubrimiento del neoclásico, Palazzo Zabarella). Dos exposiciones que coincidieron en el tiempo: 2001. Ahí fue vista por última vez. Desde hace casi 25 años no se sabe nada de ella.
Estamos, ahora, en julio del año pasado. En esa Roma estival donde el calor parece que pudiera fundir la Vía Apia. Andrés Úbeda, ahora recién nombrado jefe de pintura del Siglo XVIII y Goya del Prado, conoce la casa del último prestamista. ¿Cómo? Su nombre y dirección estaba en el membrete de la hoja de préstamo de la exposición alemana. Steffie Roettgen (quien ha elaborado el catálogo razonado del artista) le pone sobre la pista romana. El comisario llega a una bellísima casa y a un desconfiado portero. Tras dos visitas, en esa canícula eterna, consigue averiguar que la obra pertenece a un médico, ya fallecido, y sabe que uno de sus hijos ha sufrido un accidente. Nada más. Cuando el guardés entró a trabajar en la finca hacía tiempo que la familia se había marchado y la casa está repleta de oficinas. El cuadro es un fantasma.
Roettgen sabe que esa obra la compró el padre en Londres y que es auténtica (ella misma la ha analizado) y de una enorme calidad. El nombre de la familia italiana (Úbeda prefiere no revelarlo) resulta ajeno a los circuitos del coleccionismo. Más bien parece una adquisición por casualidad. “Es casi una llamada desesperada”, resume Úbeda. La obra es importante porque responde a esa corta influencia romana. Y ni siquiera el Gobierno italiano sabe nada de ella. No figura en su lista de lo que en España sería un Bien de Interés Cultural (BIC) y tampoco ha salido al extranjero porque habría tenido que pedir permiso.
La importancia de la pieza
¿Por qué tanto ajetreo por una obra en concreto? Mengs es el pintor neoclásico más importante de Europa. Junto con su amigo Johann J. Wincklemann (1717-1778) “genera una práctica y una teoría artística que será la referencia europea durante dos décadas. La vuelta hacia un neoclasicismo que bebe de la Grecia clásica y que estará vigente hasta 1830: momento en el que el Romanticismo pide su lugar”, reflexiona Andrés Úbeda. El Prado, en sus propias palabras, sabe que la exposición, programada para noviembre, es “valiente”.
“Es el tipo de muestras que gusta hacer en la pinacoteca. Mengs no es un pintor tan conocido porque los museos no se atreven con artistas que no son tan célebres. Este es un proyecto que abre un camino”. La reivindicación de un pintor excepcional, que no ha encontrado aún su sitio en la historia, y que, junto a Johann J. Wincklemann, mira a la estatuaria clásica griega y, además, es un creador de una trascendencia extraordinaria. Estas son las tres razones. Ahora, para completar el relato, hace falta una Santa Cecilia que fue vista por última vez hace 25 años. Si sabe algo, razón: El Prado.
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