Las FARC ordenaron matar a los rehenes sin dejar ni uno vivo, relata un superviviente
El presidente de Colombia dice que no hubo combates y que fueron asesinados a sangre fría
"Todo fue muy rápido, no hubo tiempo sino para matarnos". La voz del cabo de infantería de marina Agenor Enrique Vieyard Hernández la escucharon los colombianos por televisión. Vieron a un hombre con barba de varios días y con una llaga en la frente y otra en el brazo. Eran las huellas de casi cuatro años de cautiverio en campamentos de las FARC. El cabo es uno de los supervivientes del grupo que fue ejecutado por la guerrilla. Entre los asesinados figuran Guillermo Gaviria, gobernador de la región de Antioquia, y el ex ministro Gilberto Echeverry.
"Como de costumbre, estábamos reunidos, algunos estudiando inglés con el gobernador. Cuando pasaron los helicópteros yo estaba orinando. Nos ordenaron que nos quedáramos en el cambuche
improvisado con ramas y plásticos. Nos pusimos a empacar por si teníamos que salir y, como a los cinco minutos, dieron la orden de que no dejaran a ninguno vivo", explicó el cabo en su testimonio.
La orden, contó el cabo, la dio el Paisa , el mismo que el 21 de abril de 2002 engañó al gobernador y a su asesor de paz. El Paisa ordenó cerrar el paso a la marcha de no violencia rumbo a Caicedo que los dos políticos encabezaban, y los llamó para una conversación prometiendo que volverían pronto. "El Paisa dio la orden de que no dejaran a ninguno vivo. El doctor Gilberto Echeverry y yo sentimos los disparos. Él cayó herido encima de mí, gritaba y lo remataron. A mí me dieron un tiro en la pierna, pero no me moví y pensaron que estaba muerto".
A los 11 rehenes los custodiaban unos 50 guerrilleros; pero el lunes había sólo 20 o 25. "Unos habían salido con lesmaniasis a buscar droga y a buscar víveres. Muchos de ellos están aburridos y se quieren entregar". El cabo Agenor fue operado ayer y espera volver a su pueblo, en la costa caribeña, a reencontrarse con su hijo de cinco años. La última vez que lo abrazó tenía apenas nueve meses.
"Los mataron a sangre fría"
El sargento Segundo Aranguren, el otro militar que resultó herido, también habló desde una camilla de un hospital de Medellín. "Ellos los mataron a sangre fría. Me salvé de la muerte porque me escondí debajo del cambuche donde dormía. La fuerza pública llegó, pero sólo utilizaron megáfonos para advertir a los guerrilleros que se entregaran", dijo este hombre también barbado y joven, que vivió cuatro años cautivo.
El único superviviente ileso, el sargento Pedro Guarnizo, permanecía ayer en una zona de selva y montaña donde ocurrieron los hechos, entre los municipios de Murindó y Urrao, a 400 kilómetros al noroeste de Bogotá, colaborando con fiscales e investigadores. "Hoy volvimos a nacer", dijo su padre.
"No hubo ningún combate. En ningún momento los soldados dispararon", fue la frase más repetida ayer por el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, y por sus generales, al explicar todos los detalles del fallido operativo de rescate que terminó con el asesinato del gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria; su asesor de paz, Gilberto Echeverry; dos tenientes; un sargento, y cinco cabos del Ejército. Los muertos forman parte del grupo de más de 60 secuestrados (políticos, militares y tres ciudadanos norteamericanos) con los que las FARC pretenden un canje que deje en libertad a sus compañeros que están en prisión.
A las diez y media de la noche del lunes, hora local, y cinco horas después del comunicado de las FARC que aseguraba que las muertes se produjeron en medio de un fuerte combate entre la guerrilla y el Ejército, el presidente y sus generales dieron la cara y explicaron lo ocurrido. Todo se planeó de acuerdo a informaciones recibidas una semana atrás. Se estableció el 5 de mayo como día D, y a las diez de la mañana, desde dos lugares distintos, ocho helicópteros y un avión se aproximaron a la zona. Por una cuerda, 75 soldados descendieron, rodearon el área y empezaron a pie el acercamiento al campamento guerrillero. Cuando llegaron al sitio encontraron "nueve rehenes asesinados con ráfagas de fusil, algunos con tiro de gracia en la nuca o detrás de la oreja, un rehén ileso y tres heridos". Uno de estos últimos murió antes de llegar al hospital.
Los familiares de las víctimas no fueron consultados sobre la operación de rescate. "Tres veces dije no al rescate", manifestó Yolanda Pinto, la viuda del gobernador de Antioquia, un ingeniero de 41 años que luchó por una salida política al conflicto, por sembrar la idea de la no violencia. La hija del asesor de paz y ex ministro de Defensa de Colombia, Gilberto Echeverry, un hombre de 66 años curtido en varios cargos públicos, en medio de su dolor apoyó la decisión del presidente de Colombia.
Fabiola Perdomo, portavoz de 11 diputados canjeables, suplicó a Uribe que suspenda los operativos de rescate: "Lo único que hacen al buscar rescatar a los secuestrados políticos es colocarles una lápida". ¿Cuál fue el error del operativo?, le preguntó la WFM, de Radio Caracol, al comandante del Ejército, el general Carlos Ospina. "Más que error", respondió el oficial, "es que el país no sabe con quién se está tratando... con unos bandidos sin sentimientos...". Lo ocurrido el lunes polariza aun más a la sociedad y aleja la posibilidad de un acuerdo humanitario para liberar a unos 70 secuestrados.
Secuestrados en espera de canje
El presidente de Colombia, Álvaro Uribe, asumió ayer en una alocución la responsabilidad de lo ocurrido, abrió las puertas a críticas y reafirmó que sólo habrá un acuerdo humanitario si no entorpece la política de orden público. Se aferró a sus condiciones: mediación de la ONU, seguridad de que los guerrilleros liberados no vuelvan a delinquir, no desmilitarizar ninguna zona (como exigen las FARC) y que se ponga en libertad a todos los secuestrados. "No puede haber secuestrados de primera y de segunda", señaló Uribe.
Y fue enérgico: "Voy a ir por esos matones", dijo en referencia a los jefes de la guerrilla. La semana pasada Uribe pidió al presidente de EE UU, George Bush, los aviones Predator que ya no estén usando en Irak. Con ellos, dijo Uribe, se podría liberar a los tres estadounidenses del grupo de canjeables y golpear a las cúpulas de los grupos armados.
El canje divide y confunde al país. ¿Hasta dónde puede el Gobierno ceder a las pretensiones de los secuestradores? Para algunos, la vida está por encima de cualquier otra razón. Para otros, ceder equivale a que la guerrilla siga utilizando el secuestro en una espiral.
En las llamadas cárceles del pueblo permanecen todavía 13 diputados, seis ex congresistas , un ex ministro, 45 uniformados, tres norteamericanos, la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt y su compañera de candidatura Clara Rojas y el hermano de la conocida poeta María Mercedes Carranza.
La embajadora de Colombia en España, Noemí Sanin, expresó ayer en un comunicado su condena por los asesinatos y convocó a los colombianos residentes en Madrid a asistir a una misa que se celebrará el próximo 22 de mayo y será concelebrada por el cardenal y arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco, así como por sacerdotes colombianos.
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