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Estados Unidos condiciona parte de sus ayudas contra el sida a la abstinencia sexual y la fidelidad

Republicanos y demócratas de la Cámara de Representantes han aprobado con devoción el plan de Bush que otorga 15.000 millones de dólares a la lucha contra el sida. Los más liberales han optado por aceptar algunas imposiciones conservadoras para no bloquear un plan de ayudas que, al fin y al cabo, triplica el gasto dedicado por EE UU a esta enfermedad. En el capítulo dedicado a la prevención del sida, el plan recomienda -y premia- la abstinencia sexual y la fidelidad marital por encima del reparto de condones.

Con todo, la ley representa un soplo de ayuda a la lucha contra el sida que sorprende a quienes no esperaban ese gesto de George W. Bush. Hace algunos meses, el presidente anunció su disposición a firmar un plan de 15.000 millones de dólares, mucho más de lo que el Gobierno demócrata anterior dedicó a combatir la enfermedad. El entusiasmo de Bush ha movilizado a un Congreso republicano que antes mostraba escepticismo frente al aumento de unas ayudas que en su mayoría van a parar al extranjero. Para Bush, el plan es políticamente perfecto: conservador y compasivo.

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La Cámara de Representantes ha retocado la propuesta para introducir matices conservadores y religiosos que, aún así, han permitido una victoria legislativa por 375 votos frente a 41. Los votos en contra son de republicanos que consideran la ley demasiado liberal y demócratas que la contemplan como inaceptablemente reaccionaria.

El plan, si es ratificado por el Senado, comenzará a repartir dinero el 1 de octubre; durante los próximos cinco años, los 15.000 millones de dólares irán a parar fundamentalmente al África subsahariana, el Caribe y otras zonas afectadas severamente por la enfermedad.

El dinero se dedicará en su mayoría (55%) al pago de medicamentos para gente que ya sufre la enfermedad; otro 25% se dedica a ayudas paliativas para el sostenimiento familiar de individuos y familias con sida, y el 20% restante se invertirá en tareas de prevención.

Los matices más polémicos están en la letra pequeña de este último apartado. Un bloque conservador del espectro republicano logró añadir un anexo al plan para garantizar que buena parte de los fondos de prevención vaya destinada a grupos que se dedican a la lucha contra el sida sin promover el uso de condones, es decir, organizaciones en su mayoría religiosas que fomentan la abstinencia sexual y la fidelidad conyugal como fórmulas únicas de enfrentarse a la epidemia.

Sin embargo, el plan no bloquea las ayudas a las asociaciones que reparten condones o a los grupos de ayuda abiertamente abortistas. Ambas vías constituían auténticos anatemas para los políticos más puramente conservadores. Consciente de ello, o quizá ingenuamente, Bush ha conseguido que la ley salga adelante dando la espalda sólo a los congresistas más intransigentes a ambos lados del arco político.

El Senado puede retocar el texto definitivo cuando debata el plan a lo largo de este mes. Bush ha dicho que espera tenerlo sobre su mesa en un plazo de cuatro semanas. En un comunicado, el presidente de EE UU alabó la votación y dijo que era "un paso importante para proporcionar cuidado y tratamiento a millones de personas que sufren sida".

En total, un tercio de las ayudas a la prevención irán destinadas a grupos que fomentan la abstinencia hasta el matrimonio. El borrador inicial no establecía proporciones y animaba también al fomento de políticas de distribución de condones. A cambio sólo se establece una condición para que las organizaciones que defienden el aborto puedan recibir ayudas de EE UU: que mantengan separados los programas de planificación familiar de su labor en la lucha contra el sida.

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